El artista vasco-canario Ramón Alonso Verástegui (Vitoria, 1935) ilumina con una selección integrada por una quincena de sus últimas obras la nueva sala del Casino de Tenerife en Santa Cruz, muestra que se podrá contemplar hasta el próximo 30 de enero.

Este reconocido maestro del retrato y del bodegón, aunque también destaca por sus desnudos y sus dibujos, vuelve a mostrar su trabajo tras haber sufrido un ictus que lo apartó durante una temporada de lo que más ama en esta vida: pintar. A pesar de tener casi medio cuerpo paralizado, este virtuoso del dibujo ha vuelto a retomar su labor creativa, que ha materializado en una colección que deja vislumbrar su capacidad para reproducir con todo lujo de detalles aquello que se le pone delante y le inquieta.

"Salvo un desnudo que pinté el año pasado, la mayoría son bodegones. A mí me gustan mucho el bodegón y el retrato, pero ahora no pinto demasiado retrato porque tengo limitado el movimiento en el brazo derecho y no puede concretar", asegura este pintor que admira a todos los artistas que le dicen algo, desde Caravaggio y Rembrandt hasta los canarios Miguel Arocha o Víctor Ezquerro, realistas como él.

Alonso, que reside en la capital tinerfeña desde hace casi cuatro décadas, se caracteriza por su perfecto dominio del dibujo y por poseer una exquisita paleta de colores que le ayudan a expresar a la perfección lo que quiere transmitir con su pintura, lo que le dicta el (la) modelo, labor que desarrolla con naturalidad y realismo.

"Mi estilo es absolutamente figurativo. La base de toda mi obra es el dibujo, porque para hacer un buen retrato hay que ser buen dibujante. La luz también es fundamental, por eso me gusta pintar al natural, siempre al natural, con el modelo delante, sin apuntes, porque el apunte está en mi cabeza. El modelo es quien me dicta los colores y lo que tengo que hacer", reconoce este retratista que se formó artísticamente en Vitoria, Madrid, Barcelona, Roma y Tenerife, ciudad esta última en la que ha pintado numerosos retratos y ha impartido clases particulares a varias generaciones de artistas.

La poética de este honesto creador se caracteriza por saber reproducir la luz que envuelven los objetos que dibuja con el pincel, frutas, vajillas, botellas con agua o vino, panes, cestas y otros elementos que configuran sus originales bodegones, "naturalezas muertas" que son casi réplicas de esas realidades que le inquietan plásticamente. Dispone con sabiduría los colores que le pide lo que va a "retratar", normalmente creaciones basadas en lo cotidiano.

El resultado final de sus trabajos demuestra que antes ha tenido que desarrollar un meticuloso proceso, haber madurado la idea en su mente, componer la obra en el lienzo, aplicar la técnica con la que va a ejecutar la obra y dibujarla. Le gusta utilizar colores puros y pintar al natural, tanto en los desnudos como en los retratos, más de un millar a lo largo de su dilatada trayectoria, además de inclinarse por la pincelada ancha y suelta, características que definen su estilo.

Ramón Alonso, que considera que "el noventa y nueve por ciento del arte abstracto es una tomadura de pelo", salvo pocas excepciones, explica que los retratos de las personas los empieza por la cabeza, aunque todo tiene su dificultad.

"Voy adaptando el triángulo de los ojos, aunque todo es difícil. Siempre depende del modelo. Es muy importante sacarle la expresión a lo que se va a retratar. Es la base de un retrato bien hecho. La expresión es lo que da el parecido a lo retratado, bien sea una persona, una fruta. Expresión hay también en una manzana, en todo hay expresión, es lo importante", matiza.