Genaro Arteaga, director de la Escuela de Baile Español y Flamenco de Tenerife, llevaba meses maquinando traerla a la Isla para que diera unas clases magistrales -empezaron ayer y finalizan mañana- en el centro en el que él imparte un arte en el que creció La Farruca. "Amo a la gente que ama el flamenco, y Genaro es un amante de esta cultura", comenta la bailaora.

"Ella me bautizó chirriclo y un día le dije: ¡Farruca vente ''pa'' mi tierra!", revela Genaro Arteaga antes de que La Farruca explicara el porqué de este sobrenombre. "En mi cultura un chirriclo es un pollo y la forma que tiene Genaro de bailar, al colocar la garganta, guarda un parecido razonable", comenta la madre de Farruquito. "Yo y mi hermana, La Faraona, le hemos dado clases y las dos creemos que cuando su cuello tira para arriba parece un pollito".

Desde agosto de 2013 se está gestando una visita -La Farruca no había visitado con anterioridad Tenerife- que Arteaga certificó con esta frase. "Tu chirriclo quiere que vengas a impartir unas clases a su escuela", precisa sobre una experiencia de la que se aprovecharán dos grupos de trabajo. "Uno tiene unos conocimientos del flamenco más trabajados, pero los dos van a disfrutar con sus explicaciones porque La Farruca es una de las grandes", agradece su anfitrión.

"No hacía falta que nadie dijera hace unos años que el flamenco era Patrimonio de la Humanidad, ya lo era mucho antes de que nos contaran esta mentira... El flamenco siempre fue grande sin este reconocimiento", argumenta La Farruca en un instante de la conversación en el que se abre el debate entre las formas clásicas y las fusiones más vanguardistas. "El flamenco debería tener un gran sitio y, a lo mejor, solo tiene medio sitio porque muchos aún no son capaces de rendirse a su belleza. Lo de la línea clásica o más moderna es un debate que no hace daño porque lo importante es que se hable del flamenco", afirma.

La Farruca es consciente de lo que cuesta posicionar en este país un género artístico que se valora más en otras partes del mundo: "En Nueva York, ciudad a la que voy a volver en febrero, he vivido una pasión por el flamenco que me cuesta sentir en España... Yo he visto cómo la gente que hacía una cola se volvía triste a casa sin poder entrar a mi espectáculo porque no había podido comprar una entrada", pone como ejemplo de la estancia que completó en octubre -con nueve actuaciones- en la Gran Manzana. "Yo cuando doy clases de baile en España tengo más alumnas de fuera que de aquí... Puede que nos cueste valorar el flamenco porque es algo que es nuestro y no le damos el valor que tiene".

La bailaora dice que "más de un día me vino una niña a la escuela para ver cuánto le costaban unas clases y se marchaba a casa. Al día siguiente regresaba y me decía que si podía quedarse a ver; quédate pero ponte unos zapatos y baila, le decía porque intuía que esa chiquilla no podía pagar la matrícula", revela en un punto de la entrevista en la que la creadora abre dos vías para explicar lo que hace: "Hay gente que ve el flamenco como un artículo de lujo o una diversión, y otros como La Farruca o el chirriclo que viven de él... Eso son los que han nacido sabiendo y se han preocupado por continuar aprendiendo", incide.

Sobre las piezas que componen un "puzzle" de flamenco la artista encargada de impartir estas clases magistrales en Tenerife declara que "yo no bailo si no escucho las cuerdas de una guitarra y un cantador no canta si no tiene a nadie que baile... El flamenco necesita varios tornillos para que todo funcione bien. Si perdemos uno de esos tornillos no se puede armar un buen espectáculo", asevera un talento que, a pesar de la falta de un reconocimiento mayor en el ámbito cultural español, considera que este modelo artístico ya ha conquistado los grandes centros de exhibición de las artes escénicas que hay repartidos por este país.

"Cada vez nos tienen más respeto y, por lo tanto, los lugares en los que actuamos son más importantes, pero necesitamos que nos dejen hacer algo más", reclama en el instante en el que comenta una anécdota reciente. "Yo estoy muy contenta porque el otro día a la una y veinte de la madrugada mi hijo El Carpeta me pegó un grito para decirme que estaba saliendo en la tele... Yo le respondí: ¿Chiquillo, en qué canal? Algo sí que se está moviendo porque lo que no era normal es lo que pasaba hasta hace nada. ¿Si en este país hay 60 o 70 canales de televisión nacionales por qué ni uno solo apuesta por el flamenco?", critica La Farruca.