Ya solo quedan tres días para contemplar la exposición "Sorolla, el color del mar", que se desarrolla en la sala del Espacio Cultural de CajaCanarias en Santa Cruz de Tenerife, donde se reúnen más de sesenta obras del pintor valenciano (1863 - 1923), uno de los maestros del impresionismo español, colección procedente del Museo Sorolla de Madrid.

Esta propuesta pictórica ha sido visitada por más de doce mil personas, muchos de ellas escolares, que han conocido "in situ" algunos aspectos del quehacer de este artista cuyos gustos estéticos le inclinaron a inscribirse en el impresionismo, tendencia que le sirvió para plasmar sus evocaciones de una serie de motivos marinos en los que demostró su dominio de las transparencias y de los reflejos: niños desnudos jugando entre las olas, mujeres al borde del mar faenando, pescando o paseando con su niño, entre otros.

El conjunto de cuadros que se muestran en Santa Cruz, que están complementados con varias vitrinas en las que se exhiben algunos de los pinceles y una paleta que utilizó el pintor, y algunas cartas en las que solicitaba los colores que necesitaba, además de un estudio de pigmentos, sigue más o menos un orden cronológico de su producción y de la evolución de su lenguaje plástico que, al parecer, tenía cierta influencia de la fotografía, de la que aprendió algunos recursos técnicos que aplicó a sus propuestas.

La exposición, en la que destacan media docena de telas muy significativas entre la vasta producción del artista, cifrada en cuatro mil cuadros y apuntes, además de más de ocho mil dibujos, ha sido estructurada en tres apartados centrales en torno a los que se han distribuido la colección: "El espectáculo incesante. Agua", "Las horas del azul" y "De la naturaleza a la pintura". En todas las series que realizó demostró su fidelidad a la pintura al aire libre, además de abordar en sus lienzos una temática sencilla, casi anecdótica.

El periplo comienza con un "Autorretrato con fondo de mar", datado en 1909, curioso porque el artista normalmente en los varios que pintó se ubicó en el estudio, rodeado de lienzos y bastidores. De hecho adquirió un gran renombre en este género, entre los que destaca el que hizo de Miguel de Unamuno y de Aureliano de Beruete, con quien estuvo en Toledo y de quien aprendió la utilización de los tintes malvas, muy presentes a partir de entonces en sus composiciones repletas de luminosidad.

De su primera etapa cabe señalar una "Marina" de 1880 y "Mar de tormenta", de 1899, ejemplos de un periodo condicionado por el academicismo, en el que seguía los presupuestos del realismo. Poco después la luz se hizo una compañera inseparable de Joaquín Sorolla, que comienza a salir a pintar al aire libre, con el motivo delante y con la luz cambiante del sol en cada momento del día que incide directamente en su paleta.

Otra pieza muy importante es la titulada "Saliendo del baño" (1915), en la que la figura empieza a tener un protagonismo especial en sus propuestas. Esta obra la pintó durante una "escapada" que hizo de Nueva York a España cuando estaba decorando la biblioteca de la Hispanic Society of America, donde plasmó su peculiar visión de todos los rincones de la España de su época.

También son muy significativos los titulados "El balandrino" (1909) , "Nadadores. Jávea" (1905), "Muchacho a la orilla del mar" (1904) o la serie "Rompeolas de San Sebastián" (1917), media docena de versiones de un tema ajeno a su estilo habitual, serie en la que describe una inmediatez basada en la síntesis de la forma y el color, y en las que el dibujo empieza a ser sustituido por manchas más sueltas y espontáneas.

A pesar de que a Sorolla se le tilda casi siempre de maestro de la luz mediterránea, con reproducciones de parajes de Valencia, Mallorca o Jávea (Alicante), también sintió la llamada del Cantábrico, en donde inmortalizó la playa y puerto de San Sebastián, Guetaria, Zarauz, Pasajes y la ciudad francesa de Biarritz. Muchas de estas telas se pueden contemplar ahora en Santa Cruz.

Por último, merece la pena ver la larga veintena de apuntes, estudios y bocetos de marinas y otros motivos que integran la exposición de CajaCanarias, realizados al óleo sobre papel y cartón, muchas de ellas verdaderas pinturas, en las que adelantó algunas de sus obras maestras.