Dicen que su primer largometraje emite unas señales que indican que detrás de la cámara hay un buen contador de historias, un cineasta que siente una atracción especial por crear películas de carne y hueso. Eso es lo que se van a encontrar hoy, a las 20:00 horas, los espectadores que acudan a los Multicines Monopol de la capital grancanaria a ver "Slimane". "Soy realista; mi cine nace en una pequeña productora de La Camella. Yo no puedo contar las historias que se cuentan en Hollywood", dice el aronero José Alayón.

¿Está contento con el resultado de su primer largometraje?

"Slimane" ha sido una especie de casualidad; una película que surgió a partir de las ganas de hacer un tipo de cine que vaya cambiando constantemente, no de trabajar con un guion cerrado y no salirme de él hasta el final de la historia. Cuando conocí a Slimane, el chico marroquí de 18 años que acababa de salir de un centro de menores, alteré la idea original para dar forma a una historia que tenía un gran potencial social. Yo no sabía la película que quería hacer, pero intuía que en ella tenía que tener una gran base el naturalismo. Me gustó la idea de que el espectador pudiera dudar dónde se movía la película, es decir, qué parte era verdad y dónde estaban las posibles mentiras.

¿Pero es la película con la que soñó debutar en este formato de gran cine?

Yo estoy muy agradecido. Sobre todo, porque antes de empezar a grabar hay que recorrer caminos más tortuosos que tienen que ver con la financiación -el presupuesto de "Slimane" superó por poco los 200 mil euros- y cómo se materializa la idea original. En mi caso ese peregrinar se remonta a los años 2004 o 2005. No creo en el cineasta al que se le ocurre una idea magnífica y que tiene la película completamente cerrada antes de acabar de escribir el guion. A mi me gusta afrontar un rodaje que va en busca de la película. En ese sentido, "Slimane" sí que es la película que yo me quería encontrar. No creo en el cine que da respuestas a los espectadores; mi cine tiene que generar preguntas. En "Slimane" nos acostumbramos a trabajar a partir de la improvisación.

¿El hecho de modificar el guion sobre la marcha no implica asumir demasiados riesgos?

Pero ese tipo de riesgos hay que saber cuándo hay que tomarlos. Hubo días en los que llegamos al lugar en el que tenía que ocurrir algo y, de repente, decidíamos irnos a otro sitio. A veces, incluso, los protagonistas no venían al rodaje. Lo que trato de explicar es que no existe una fórmula cerrada; existe una forma de trabajo a partir de la cual podemos introducir una serie de cambios en base a las más de 70 horas de filmación en torno a "Slimane".

¿Qué recorrido ha tenido o le espera a "Slimane"?

Ya hubo una "world premiere" en Dubai, estuvimos en otra cita "online" de Madrid que se llama "Márgenes", en el Cine Víctor... Existen varias pistas de exposición ya cerradas, aunque el único que podemos decir por el momento es el Festival Internacional de Cine de Murcia (IBAFF).

La industria del audiovisual en Canarias vive dos realidades bien distintas; por un lado se están realizando muchos trabajos de calidad y por el otro comienzan a fallar los canales de financiación. ¿Hay riesgo de retroceder a unos esquemas de trabajo que se usaron en el pasado?

El buen momento de talento, de energía, de jóvenes que salen para mostrar su cortometraje se contrapone con los reajustes económicos o la paralización de las ayudas a la gente que está haciendo cine en canarias. Si hoy tenemos una generación importante de realizadores es gracias al gran trabajo desarrollado en Formación Profesional y, sobre todo, por las partidas económicas que se estaban dando hace dos o tres años. "Slimane", por ejemplo, es fruto de una de esas ayudas para desarrollar un guion. Es una lástima que esas semillas que se plantaron ahora las estén dejando secar. Todo eso del cine a coste cero o de pequeño presupuesto está muy bien, pero para que se afiancen las estructuras de la industria audiovisual en Canarias es necesario asumir una serie de compromisos... Lo de las ventajas fiscales, por ejemplo, no funciona con un cine de este tamaño.

¿Tiene claro el tipo de cine que quiere hacer o en ese apartado hay también margen para improvisar?

Eso es algo que un director casi nunca tiene excesivamente claro (sonríe). No creo que exista en el mundo un solo profesional que no haya tenido que cambiar alguna vez sus planteamientos originales. Sé que quiero hacer un cine que genere preguntas en lugar de dar respuestas. Quiero estar en un cine mucho más real, que no esté acartonado y que se aleje del cine que ya he visto... La empresa en la que trabajo está en un modesto barrio de Arona y sabemos cuáles son nuestros límites. Soy realista; mi cine nace en una pequeña productora de La Camella. Yo no puedo contar las historias que se cuentan en Hollywood.

¿Cuáles son sus sensaciones una vez el público se enfrenta a este filme?

Igual no me van a creer, pero mi mayor preocupación era ver las reacciones que tenían los chicos que participaron en el rodaje... Esta historia no es muy convencional, requiere que haya una complicidad con el espectador. Aquí no hay un relato directo en torno a un joven que está buscando legalizar su situación en un país con la obtención de unos papeles. Esto es casi un cine de retrato en el que te tienes que enamorar del protagonista y jugar con la propuesta que realiza el director. El cine tiene algo que es muy potente que tiene que ver con el compromiso que debes cerrar con la persona que sientas en una sala a oscuras delante de una gran pantalla.

¿Hay otros frentes abiertos en los que se pueda ver el sello?

Sí... Hay muchos. Son proyectos chiquitos, pero que nos están dando buenos resultados. Como coproductora participamos en la grabación en Cuba ("Hotel nueva isla") que acaba de tener una gran acogida en el Festival de Róterdam. Fue un rodaje pequeñito -que se cerró en seis meses- que hicimos en un hotel de La Habana que se estaba cayendo a trozos, y cuyo único inquilino es un anciano que se niega a irse... Esa historia irá a tres o cuatro citas internacionales y las primeras críticas son muy favorables.