Una semana después de despedir a "Don Giovanni" de la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife el proyecto operístico diseñado por Rosetta Cucchi ha ampliado su radio de acción. Esta producción -cien por cien tinerfeña- irá a Pamplona. La capital navarra se une a las localidades italianas de Luca, Módena y Piacenza. "Hoy tenemos menos dinero que ayer, pero hemos crecido porque se han cambiado las formas de afrontar las cosas", dice José Luis Rivero, director artístico del Auditorio de Tenerife, sobre las nuevas líneas de trabajo que se siguen en Ópera de Tenerife. "Somos deudores de los treinta y pico años de ópera que llegaron antes que el Auditorio de Tenerife", agradece Rivero.

La producción propia empieza a dar buenos resultados, ¿no?

Esa es una realidad asociada a la búsqueda de un nuevo modelo de gestión que había que ampliar más allá del mero hecho de la exhibición de un proyecto. Sería falso decir que esto solo se hace en Ópera de Tenerife y en el resto de las actividades no porque todo obedece a una tendencia de trabajo que se ha ido desarrollando desde el año 2003. Hemos acercado a Auditorio de Tenerife unas empresas que no tenían contacto con este tipo de experiencias culturales, pero que estaban perfectamente capacitadas para ofrecer respuestas a nuestras exigencias.

¿Ser dueños de esos proyectos les da más independencia?

Tener producciones nuestras nos permite generar una actividad económica que se amplía más allá de tres o cuatro funciones, es decir, que gestionar su traslado a otros espacios de exhibición nos proporciona unos ingresos que antes no existían... Construir los espectáculos de Auditorio de Tenerife nos permite tener cierta autonomía en un ciclo en el que la inversión de dinero público está más cuestionada; es obvio que la crisis ha reordenado las prioridades de la administración.

¿El público de Tenerife está preparado para asumir nuevos retos operísticos o hay que seguir confiando en un programa clásico?

Parte y parte... Yo no voy a plantear aquí que, de repente, hayamos descubierto la pólvora. Sí creo que existe un punto de inflexión en los últimos años que tiene que ver con la búsqueda de una nueva gestión... Yo no creo en esa teoría de tanto dinero me dan; tanto me gasto. Ese modelo ya está obsoleto y abocado a su desaparición. En el mundo de la ópera hay que moverse entre el difícil equilibrio de lo que el público conoce de la ópera y lo que la ópera puede aportar de novedoso.

Pero el giro que experimentó este género en la última década es algo muy evidente.

Yo siempre romperé una lanza en favor de todas las personas que estaban cerca de la ópera antes de empezar de acometer este nuevo modelo de gestión. Somos deudores de los treinta y pico años de ópera que llegaron antes que el Auditorio de Tenerife. No voy a decir si aquella fórmula era mejor o peor que la de ahora, simplemente, era distinta. En cualquier caso no sería justo olvidar la labor realizada por la Asociación Tinerfeña Amigos de la Ópera.

¿Dónde ha estado la clave para llegar a entender los pasos que se han dado?

Contar con un espacio como el Auditorio de Tenerife fue determinante. Sobre todo, porque hace diez años era impensable poder contratar a directores de escena o musicales del nivel de los que están viniendo en la actualidad.

¿Esa cuestión no está más vinculada con una mayor capacidad económica?

Ese es un argumento importante, pero no decisivo... O por lo menos no es el único a tener en cuenta. Hoy tenemos menos dinero que ayer, pero hemos crecido porque se han cambiado las formas de afrontar las cosas... Antes de que el Cabildo y el Auditorio tomaran el mando del proyecto Ópera de Tenerife la gran inversión se destinaba a la contratación del tenor o a la soprano de turno, o a los dos, y el resto no se cuidaba demasiado porque el presupuesto ya se había gastado. Eso hace tiempo que ya no es así. Cuando asumimos el reto de Ópera de Tenerife sabíamos que todo tenía que subir un escalón. Ya no solo era importante contar con buenos cantantes, sino que era necesario disponer de una directora de escena, de un director musical y de una orquesta que fueran capaces de elevar el proyecto a la vez. Hemos conseguido un crecer de forma homogénea.

¿Y en ese giro entra la capacidad de renovar la tradición?

Modernizar la ópera no significa programar títulos contemporáneos, que eso es algo que hemos hecho en varias ocasiones, por ejemplo, con David McVicar. Modernizar la ópera también es tener un nuevo enfoque o planteamiento de la historia que se nos ha contado siempre. Volver a representar a "Don Giovanni" o "Nabucco" no supone un gran inconveniente cuando tratas de buscar nuevas formas de presentar esas obras. Hay que buscar un equilibrio perfecto entre lo que se ha hecho siempre y lo que quieres hacer... La ópera está viva; no es un arte muerto que se repite de manera cíclica.

Tras un "Don Giovanni" tan innovador, y en función de las reacciones del público, ¿seguirán asumiendo riesgos?

A estas alturas de la película lo peor que nos puede pasar es que el público no quiera asumir esos riesgos. Una institución de creación cultural tiene la obligación de plantear riesgos a sus audiencias. La última palabra siempre la tienen ellos. Este "Don Giovanni" pudo gustar más o menos, pero no dejó indiferente a nadie.