Han tenido que pasar varios días para decidirme a escribir "algo" sobre el fallecimiento de Gabriel García Márquez. Pueden creerme si les digo que no me siento con méritos suficientes para juzgar la obra que nos deja. Si acaso opinar sobre ella, decir simplemente si me gusta o no, pero nunca analizarla como podría hacerlo cualquier crítico ducho en la materia. La crítica, sea literaria, pictórica o musical, está revestida de un lenguaje especial para cada caso. No es lo mismo decir que una obra literaria es interesante que catalogarla como soberbia; o alabar en un cuadro el tratamiento de los claroscuros que mencionar el deslumbrante efecto que el conjunto causa en el espectador, o bien ponderar el ritmo ajustado de una pieza musical que destacar su fuerza, su melodía, capaz de transportarnos a un mundo irreal. Saben ellos, a los críticos me refiero, utilizar los adjetivos apropiados para cada caso, procurando en la medida de lo posible no herir la susceptibilidad del autor en cuestión, sabiendo, en muchos casos por propia experiencia, lo que cuesta ''parir'' una obra.

A pesar de estas consideraciones, con la mayor humildad, creo que debo expresar públicamente lo que las novelas de Gabo han significado en mi producción literaria. Recuerdo que hace ya muchos años cayó en mis manos un artículo del insigne escritor español Francisco Ayala en el que señalaba que "toda novela, por muchas prestidigitaciones a que se la quiera someter, tiene -y es inevitable que lo tenga- un argumento; argumento que consiste en acciones humanas desplegadas -como tales acciones- en un decurso temporal. Podrá estar disimulado, camuflado, diluido cuando se quiera el esqueleto argumental que constituye elemento narrativo, para producir lo que suele denominarse una novela poemática donde los hechos se reducen a servir de soporte a desarrollos líricos; pero aún así reducidos al mínimo indispensable, este mínimo no puede faltar si de novela ha de hablarse". Y continúa diciendo el autor de "El jardín de las delicias" que "la cuestión está en no rebuscar técnicas inusitadas o sorprendentes, sino en atinar con aquellas capaces de dar expresión cabal del mundo que el escritor desea comunicar a sus eventuales lectores. Inútil será en definitiva que se empeñe en sacar ventaja de artificios que él supone nuevos para fabricar unas obras literarias capaces acaso de llamar la atención por el momento a un público mistificado, pero cuya deleznable materia no resistirá el paso de los años".

Transcrito lo anterior, viniendo de quien viene, parece claro que García Márquez siguió -con toda seguridad sin conocerla- la receta del maestro Ayala, pues entre los muchos logros literarios del colombiano hay que destacar sobre todo la solidez de sus argumentos, verdaderas obras maestras que conducen al lector por caminos comprensibles, sin elucubraciones que le hacen perder el meollo de la trama, todo ello con un lenguaje sencillo al alcance de cualquiera que posea una mediana cultura y quiera penetrar en ese "realismo mágico", un concepto cuya única condición es -él mismo lo definió así- "que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico".

Ese es, pues, mi homenaje al gran escritor, cuya meridiana claridad en el planteamiento de sus novelas me ha servido de norte y guía cuando me llega la hora de emborronar cuartillas con las ideas que se me ocurren.

Carmen Balcells, la agente literaria de García Márquez, decía al conocer la muerte del escritor que este pasaría a la historia como el creador de un estilo literario, el gabismo, que ya es practicado por muchos de sus seguidores. En definitiva, claridad en el hilo argumental, fantasía en su desarrollo cuando la situación lo permita, personajes que se identifiquen con lo descrito sin excesivas descripciones sicológicas y, sobre todo, una prosa al alcance de todos. Esto, a primera vista, no parece muy difícil -y en verdad no lo es-, solo que para lograrlo es indispensable dominar el lenguaje como él, utilizando las palabras justas, ni una más; quizá una evidencia de su pasado periodístico.

Respecto a esto último me gustaría sugerir a mis lectores la lectura de "Noticias de un secuestro", uno de sus libros menos conocido, una crónica basada en un hecho real -el secuestro en Colombia de Maruja Pachón- que optimiza ese género literario llevándolo hasta límites difíciles de igualar.

En fin, se ha muerto un gran escritor. Para conocerlo como hombre, sugiero igualmente la lectura de la carta que dejó para ser leída tras su muerte. Vale la pena, no solo leerla sino seguir el mensaje que contiene.