Los usos y costumbres han cambiado radicalmente en los últimos años. La proporción de gasto en telefonía o electrónica se ha multiplicado mientras que otros consumos, como la alimentación y ropa, se han mantenido o decrecido. El efecto de la obsolescencia programada, una práctica comercial que diseña productos que dejan de funcionar tras un determinado tiempo, unido a los avances tecnológicos, que imponen una renovación de dispositivos cada pocos semestres, está haciendo que el tradicional hueco que ocupaba la yogurtera de los 80 arrinconada en un cajón esté ocupado por una lista creciente de PDAs, móviles, o portátiles.

Cada año los países desarrollados generan 50 millones de toneladas de residuos electrónicos. España no es diferente. Cada ciudadano genera al año 18 kilos de basura electrónica de media. Una cifra que podría crecer hasta los 24 kilos en el año 2017. Aunque los fabricantes y distribuidores están obligados por ley a recoger y tratar los productos puestos a la venta, el porcentaje de productos que se reciclan al año es muy inferior al esperado. Solo se recicla uno de cada tres móviles antiguos que se dejan de utilizar. No se les ofrece una segunda oportunidad en el mercado de segunda mano o destinan al reciclaje dónde podrían aportar 1,5 toneladas de cobre y evitar que los materiales tóxicos de los terminales acaben dañando el medio ambiente. De media cada español tiene cuatro móviles en sus cajones.

Los residuos electrónicos contienen metales preciosos en sus circuitos como oro o plata, junto a otras sustancias como plomo o tierras raras que por su escasez son valiosas para la industria. Sin embargo, en Europa apenas se recicla un 1% de los smartphone que quedan en desuso. Se envían a otros países ajenos a la legislación europea a pesar de que se prohibe la exportación si hay razones para creer que los residuos no van a ser gestionados de manera correcta. Lo cierto es que no es raro encontrar testimonios desde África, China, e India, entre otros países no desarrollados, que son auténticos vertederos electrónicos que tratan de forma inadecuada sus materiales como el cadmio o compuestos plásticos, que se incineran contaminando gravemente el ecosistema.

La directiva aprobada por los países miembros de la Unión Europea aspira a recuperar el 85% de los desechos electrónicos generados a partir de 2019. Hasta entonces los países desarrollados habrán generado 300 millones de toneladas de desechos que no serán tratados correctamente.

Vea en su móvil la información que ofrece el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente acerca del reciclaje de aparatos.

las claves

Tenerife cuenta con una planta de tratamiento de residuos eléctricos y electrónicos que descontamina el 99% de los gases de efecto invernadero. Los puestos de trabajo relacionados con el reciclaje crecen en España. Ecoenves ha generado hasta ahora más de 42.000. Representa oportunidades para el desarrollo de zonas deprimidas, tal es el caso de Nairobi donde se han creado plantas de procesado de residuos. Metales perjudiciales para el medio ambiente y la salud como el níquel, zinc, mercurio, coltán o arsénico se encuentran en la mayoría de estos dispositivos. Latinoamérica. Tan solo un tercio de sus países cuenta con una legislación específica que regula el tratamiento de los residuos electrónicos.