El escritor, poeta, ensayista y periodista gallego Manuel Rivas (La Coruña, 1957) es un intelectual ecológico, amante de la naturaleza humana y sus entresijos existenciales, al que no le gusta contaminar las palabras que utiliza en sus obras. De hablar pausado, muy reflexivo y tendente a ratificar sus afirmaciones con referencias a otros escritores, filósofos y gente sencilla, este laureado creador participó en uno de los encuentros del Foro Enciende la Tierra promovido por CajaCanarias, en concreto en el titulado "Reeducar al ciudadano", junto al doctor en Filología Hispánica de la Universidad de La Laguna Juan José Delgado.

Este premiado escritor, que también impartió una conferencia en la capital palmera, ha escrito una veintena de obras en narrativa, además de una decena de poemarios y otros tantos ensayos. Dos de sus obras, "La lengua de las mariposas" y "El lápiz del carpintero" fueron llevadas al cine por José Luis Cuerda y Antón Reixa, respectivamente.

Rivas define el territorio literario en el que se mueve su obra como "una literatura vagabunda. Cuando digo vagabunda la define mucho la manera de desplazarse, el propio viaje literario, el modo de andar. Es como un tipo de fado que va por libre. Digamos que, de pronto, aparece en la ruta. Lo digo en el sentido de que no podría ponerle una etiqueta. No podría identificarme generacionalmente de una manera fácil. Me siento más compañero de esa literatura vagabunda. Me siento cerca de la Generación del 27, de los surrealistas, de la búsqueda latinoamericana cuando todavía no era un boom. Te hablo de Rulfo o Jacques Roumain. Lo digo a modo de marcas topográficas, en el sentido de que no necesariamente uno entiende por vanguardia lo último".

Este premio Nacional de Narrativa en 1996, entre otros muchos galardones, considera que una de las claves de su obra es que hay una estrecha "relación de la memoria humana y la de la tierra. Mi último libro, que se titula Las voces bajas, es un intento de literatura que presta mucha atención a los murmullos. Digamos que las voces bajas serían aquellos seres que no quieren dominar las voces de la gente corriente que normalmente no tiene voz, pero también lo que podríamos llamar los muertos inquietos, es decir la memoria que todavía no ha podido decidir".

"La idea sería una conexión entre la memoria humana y la memoria de la tierra. También la memoria del cuerpo y la memoria del lenguaje. Establecer una íntima relación entre las palabras y, digamos, lo que reflejan. También lleva tatuada la historia de quien las usa, entonces cuando escribo es un asunto fundamental qué y cómo contarlo. A veces son las palabras las que te conducen a la historia. No son precisamente una herramienta, un útil para escribir, un recurso, sino que son una parte íntima del propio contar".

Él asegura que "tengo una idea podríamos decir ecológica de escribir de una forma en la que participe tanto el hemisferio de la razón como el de la emoción y de las sensaciones. Tengo necesidad de escribir de tal forma que participen todos los sentidos. Un escribir que sienta y piensa al mismo tiempo. Para mí es importante la manera de contar la que me va a permitir realmente que exista la historia".

"Hay una diferencia que establecía Sartre entre la prosa, en la que las palabras están al servicio del texto, y la poesía, en la que sería el texto el que estaría al servicio de las palabras. Creo que toda la literatura, toda la prosa, tiene que ser poética. Al escribir es muy importante la estética de la nave y, a veces, hay palabras que echan humo. Todas tienen que estar en vilo, disponibles, pero todas tienen que levitar".

Con respecto a los valores que defienden los personajes que pueblan sus historias, utiliza un símil del boxeo. "Dentro de la novela, como dentro de uno mismo cuando escribes, hay un pugilato, como un combate de boxeo; y como ocurre a veces con los boxeadores que pelean, hay momentos en los que para sostenerse ellos mismos se abrazan. Entonces no creo que sea tarea cuando escribes de darle un empujón a uno u a otro púgil. Lo importante es reflejar esa lucha entre el bien y el mal. Está en el interior de cada uno y en el interior de cada personaje. Cada personaje puede manifestarse de forma imprevisible. Creo que parte de la tarea de la literatura es desvelar, pero también revelar, decir lo que no se puede decir, dar lo que no se puede ver, pero también de alguna forma enigmatizar".

Manuel Rivas, socio fundador de Greenpeace en España y de la plataforma ciudadana Nunca Mais cuando se originó el desastre del "Prestige", es un escritor comprometido y considera que su papel es sobre todo "escuchar. Es la primera herramienta que tenemos. Por eso hablo de las voces bajas. Son las voces de la gente corriente, que no tiene la oportunidad de expresarse en la historia oficial, digamos. También hablaba de los muertos, de los emigrantes, de los animales. De alguna forma tienes que tratar de escuchar todas las voces, todos los murmullos".

Él tiene muy claro que el "primer compromiso del escritor es escribir. Es un compromiso con el sentido de las palabras, un compromiso podríamos decir ecológico, pero no pensando tanto en la acción ecológica, sino pensado en que escribir también es una acción ecológica, porque en este mundo que hablamos tanto de contaminación y de polución, las que más sufren de intoxicación en forma de manipulación, de robo de sentido, son justamente las palabras".

Desde su punto de vista, "las palabras son las primeras que detectan la contaminación, pero esto también se produce en el mundo del lenguaje. Justamente en la literatura es necesario un trabajo ecológico de recuperar, de proteger el sentido de las palabras porque están siendo sometidas. El escribir es el primer compromiso, pero también tiene una subordinada, que es todo lo que escribes compromete. Por lo tanto está comprometido todo aquel que escribe, pero comprometido es todo, incluso el no escribir, el silencio".

Manuel

Rivas

escritor, poeta y ensayista