El cantante británico Benjamin Clementine considera que "internet acabará por desmoronarse, y cuando eso ocurra, será una pena, pero eso salvará a los humanos y los devolverá a donde todo comenzó, a la naturaleza".

El artista, de origen ghanés y afincado en Francia, actúa hoy por primera vez en España en el festival La Mar de Músicas de Cartagena, donde ofrecerá un concierto en la antigua Catedral para llevar "a la gente, al viento y a los colibríes españoles todo el corazón, sin esperar nada a cambio".

Así lo indica en una entrevista concedida a EFE con motivo del concierto, el único que ofrecerá en España esta temporada, en la que asegura que prefiere "el bolígrafo a las nuevas tecnologías".

Con solo 24 años, Clementine se ha abierto un hueco en la escena musical británica y francesa, y muchos lo consideran ya un nuevo "soulman", una idea que él descarta. "Si tuviera el pelo rubio, nadie me consideraría un ''soulman''", dice.

"Mis influencias musicales parten principalmente de la música clásica y del rock, de artistas como Anthony and The Johsons, Erick Satie y Nina Simone", añade.

Fue haciendo versiones de esos artistas en el metro de París cuando lo fichó un colaborador del sello independiente francés Ekleroschock y lo lanzó a la fama, aunque asegura que su vida no ha cambiado, solo las cosas que le rodean.

"La experiencia me dice que aún sigo atrapado en esa caja de piedra", la "box of stone" de la que hablan sus canciones, plagadas de sentimientos de soledad y de un profundo malestar interno.

Aunque sus comienzos fueron difíciles, rozando la mendicidad, no quiere dar especial relevancia a esa circunstancia porque, en su opinión, "todo el mundo tiene una vida difícil hasta el día de su muerte".

"Yo he luchado por alcanzar el éxito y puede que esté empezando a tener el reconocimiento que merezco", apunta, tras lo que destaca que la clave está en "practicar, practicar y practicar, ser egoísta y dedicar todo el tiempo posible a hacer lo que uno ama, porque es lo que te salvará cuando no quede nada más".

En cualquier caso, asegura que no se siente diferente a otros artistas, ni tiene tampoco interés en que lo comparen con nadie, puesto que su carta de presentación es la "honestidad" de sus letras.

Gracias a ellas, según dice logra conectar con el público, porque están compuestas en base a experiencias vitales y "la gente no quiere sentir que está sola atravesando las situaciones que le tocan vivir en cada momento".

Tampoco le ha hecho falta para ganarse el respeto de sus seguidores acompañarse por más instrumentos que su piano, porque, a su juicio, lo importante es "tocar con el corazón, darlo todo sin esperar nada y creer en lo que dices, porque eso te hace creíble", considera.

Sobre el mundo de la música, opina que los excesivos precios y costos están llevando a un "colapso" de ese negocio.

"La semana pasada, en el Montrue Jazz Festival, las entradas para ver a Stevie Wonder costaban 400 euros. Eso, simplemente, no es aceptable", considera en ese sentido.

A pesar de todo, afirma que su máxima es "no abandonar", porque, en su opinión, la música es similar a una relación amorosa.

"Si amas a alguien de verdad, nunca lo abandonarás. Si lo abandonas, es porque nunca lo quisiste por encima de todo, esa es mi filosofía", asegura, a la vez que estima que tampoco hay que comprometerse demasiado ni escuchar los consejos de todo el mundo, sino rodearse de aquello que entiendes hacia lo cual se dirige tu camino.