Su rostro se ha colado a través de los televisores de millones de hogares españoles durante más de cinco décadas y, por tanto, acumula experiencias de todas las formas y colores. Rosa María Calaf (1945) desveló recientemente con EL DÍA las sensaciones de compartir páginas con Ángeles Caso, Almudena Grandes, Carmen Posadas y Mara Torres en "Vidas en progreso", un libro impulsado por la ONG "Paz y Desarrollo" en el que se exalta el papel de la mujer.

¿Un periodista, a pesar de estar retirado, jamás se aleja del todo de esta profesión?

No. Eso sería como jubilarme de la vida y aún no me he planteado esa posibilidad. El periodismo que yo entiendo es aquel que disfruto día a día prestando atención a las cosas que ocurren a mi alrededor e intentando servir de puente entre lo que le sucede a unas personas y cómo lo puedo contar. El periodismo no es una profesión, es el convencimiento de una pasión que ha crecido en tu interior.

¿Ha habido muchos momentos para el arrepentimiento por haber elegido este oficio?

Eso es algo que he pensado en muchas ocasiones, pero jamás he sido capaz de tirar la toalla... Yo hice Derecho, pero empecé periodismo porque mi deseo era hacer carrera diplomática. A pesar de todos los sitios en los que he estado y tener claro que la vida de un diplomático no es tan dura como la de un periodista nunca caí en la tentación de renunciar al placer de informar.

¿Y días en los que una tragedia acabó devorando a la reportera?

De esos sí que hubo bastantes... Sobre todo, en una última etapa en la que casi siempre tenía que dar testimonios relacionados con la guerra o catástrofes naturales. Una gran parte de la humanidad vive sin saber si hoy podrá comer y formar parte de esa realidad es duro. Esas situaciones no son fáciles de contar, pero tampoco conllevan un gran misterio. Entre otras cosas porque nadie me obligó a ir a esos lugares; fui yo la que decidió estar allí.

A veces le he escuchado hablar del "factor suerte", pero supongo que hace falta algo más que eso para resistir durante tantos años en primera línea, ¿no?

Todos los seres humanos queremos dejar este mundo mejor de lo que lo hemos encontrado y nos desvivimos por conseguir cosas que no siempre están a nuestro alcance. Lo que pasa es que unos deciden ir por el camino más legal, otros esperan a ver si la fortuna les sorprende sin tener que realizar un gran esfuerzo y una minoría elige actuar al margen de la ley. En mí caso me he ido alimentando de la curiosidad de las personas que me paran en el supermercado o en la cola de un cine para interesarse si realmente fue tan duro como yo lo conté.

¿Qué le ha quitado el ejercicio del periodismo?

Esa pregunta siempre me causa la misma reacción: este oficio no me ha quitado nada; ni siquiera la familia que decidí que no quería formar. No sé si es un pensamiento demasiado egoísta, pero siempre tuve claro que mi misión en esta vida era dedicarme a mi trabajo. No sé si eso es lo que hay que hacer, pero fue mi decisión.

¿Nunca fue tentada por la idea de formar una familia?

Escuché voces que me decían que iba a echar de menos no formarla, pero yo tengo una familia maravillosa: unos padres magníficos, un hermano estupendo, sobrinos y un compañero que lleva a mi lado más de 40 años. La parte emocional afectiva que debe acompañar a los seres humanos no tiene que pasar necesariamente por el hecho de formar tu propia familia. Solo hay que analizar el desastre que familias que existen a nuestro alrededor para entender que eso no es así.

¿Encontrar a una mujer en los años 70 dando noticias en televisión era algo poco habitual?

Sí que lo era. Sobre todo, en las noticias internacionales porque sabe mal que lo diga yo, pero no era lo habitual que una mujer ejerciera de locutora y leyera las noticias que escribían otros. Entonces la gran mayoría de los españoles prefería ver a una mujer realizando labores de azafata de un concurso que oír a otra opinando sobre temas que a muchos les quedaba muy lejos. En ese sentido me siento doblemente afortunada. Primero por tener unos padres que entendieron que yo iba por otro camino distinto al de otras chicas y, sobre todo, por trabajar en sitios en los que los hombres que ocupaban las jerarquías nunca me trataron de cortar el paso. Incluso hubo unos cuantos que me facilitaron mucho las cosas para que yo pudiera cumplir mi sueño.

Esta actividad laboral requiere de una "musculatura" especial para no desfallecer con el primer tropiezo. ¿Eso lo aprendió o también venía con el equipamiento de serie de Rosa María Calaf?

Las mujeres también somos muy resistentes (ríe). Es verdad que tenemos algo menos resistencia física, pero el gran error es creer esas diferencias laborales que se generan entre el hombre y la mujer. Pensar que somos diferentes, incompatibles y excluyente es lo que causa ese pensamiento de que si uno sube el otro baja. Nadie es perfecto y, por lo tanto, hay que buscar puntos de conexión complementarios entre personas de distinto sexo que sean útiles para ejecutar lo mejor posible un trabajo.

Por último, imagino que habrá tenido la ocasión de vivir muchos ciclos periodísticos convulsos y ciclos apocalípticos. ¿Recuerda un periodo tan negativo como este?

Me resulta complicado recordar uno, pero hay que partir de la base de que esta profesión no está pensada para ganar dinero; aquí los millonarios no estarían cómodos. El periodismo de hoy se ha mercantilizado hasta perder de vista su verdadero objetivo, que no es otro que informar. Eso son los efectos de una sociedad individualista en la que todo tiene un precio y nada tiene valor: el sinónimo de éxito en esta "selva" es poseer la mayor cantidad de bienes materiales, no ser persona.