Desde estas páginas no construimos edificios, pero intentamos ayudar a reconstruir la profesión del arquitecto, maltrecha por la crisis económica, a pensarla, a dotarla de lo que hoy tanto necesita, análisis, reflexión y diálogo con otras disciplinas.

Inspirada por el blog iam-architect que publicó recientemente las razones para adorar trabajar con arquitectos y, siguiendo su ejemplo, me propongo reflexionar sobre las razones por las que Tenerife necesita buenos arquitectos.

Obsérvese que no digo arquitectos a secas, sino buenos arquitectos, porque en la arquitectura ocurre lo mismo que en otras profesiones: los hay mejores y los hay peores.

Les invito a cambiar de actitud, especialmente a los políticos que están en activo.

En la actual situación de crisis los arquitectos han sido puestos en entredicho en general, cuando deberíamos aprender a distinguir entre los aciertos y los errores del pasado. No toda la arquitectura ha sido mala. La vida en las ciudades crece actualmente a velocidad vertiginosa en todo el mundo, mientras tanto en Tenerife seguimos soñando con vivir todos en el campo, con tener jardín, etc. Los buenos arquitectos han cuestionado ese modelo de urbanismo de la ciudad que se expande hacia la periferia porque ni hace ciudad ni hace campo y es energéticamente insostenible. Frente a este modelo de las casitas terreras que se va expandiendo por toda la isla está la idea de la ciudad compacta, la clásica ciudad mediterránea, más acertada, pues son ciudades más eficaces en lo económico, más estimulantes cultural y socialmente y más gratificantes afectivamente. Pero normalmente no les hacemos caso. ¿Por qué?

Les invito a cambiar de actitud, especialmente a los políticos que están en activo, pues deben aprender a mirar los aciertos del pasado, y aprender por ejemplo de las ciudades europeas, donde casos como el Plan Cerdá de Barcelona concibió una ciudad con medidas humanas, con variedad de usos y con todo al alcance de cualquier ciudadano. Les invito a volver a aprender cosas que hemos olvidado: recuperar la sensatez a la hora de decidir cada paso que damos construyendo o destruyendo la isla.

Aquí van mis 7 razones

Los buenos arquitectos son grandes pensadores. Sus ideales más grandes suelen ser globales, están abiertos a otras disciplinas y tratan de crear algo más que la suma de las partes.

Los buenos arquitectos tienen visión global. Los arquitectos tienden a tener una visión abierta del mundo, y no sólo perspectiva local. Estudian las culturas y épocas del lugar, reuniendo una cantidad impresionante de información antes de intervenir en él. Van mucho más allá de su especialidad.

Los buenos arquitectos son de mente abierta. Nunca he oído hablar de un arquitecto despreciar un nuevo material de construcción o una idea nueva con un "aquí siempre lo hemos hecho así" o "como estos ya han hecho algo así en otro lado pues lo copiamos", sino que están abiertos a nuevas posibilidades.

Los buenos arquitectos aprecian la atención al detalle. Saben crear planes y edificios enteros, pero no dejan de saborear la arquitectura en cada pequeño detalle que los ciudadanos van a disfrutar.

Los buenos arquitectos tienen sentido del humor. Seamos realistas, hoy por hoy es necesario un sólido sentido del humor en la industria de la construcción. Todos los buenos arquitectos que he conocido ha tenido un agudo sentido del humor.

Los buenos arquitectos son idealistas. Sí, hay arquitectos que diseñan solamente para los ricos, pero la mayoría de los arquitectos sienten que todo el mundo merece una gran arquitectura. Su idealismo inspira sus proyectos públicos.

Los buenos arquitectos tienen estilo. Mezclan con destreza la claridad formal, la función y la necesidad con lo existente, con la historia aportando de belleza y emoción.