El cine nació como una atracción de feria y para gran parte del público sigue siendo una atracción de feria. Ver "Transformers: la era de la extinción" es como montar en una atracción de feria, un chute de adrenalina inicial que se desvanece efervescentemente. Tres personas disfrazadas de un robot y dos soldados amenizan los prolegómenos de la proyección auspiciada por Preestrenos Canarias y parte del público inmortaliza ese momento con sus móviles. Cualquier fórmula es válida para que las salas de cine se llenen, como fue el caso. Da gusto ver la sala repleta, aunque sea para ver cine de evasión. Previamente se proyectaron imágenes del rodaje de la cuarta entrega de la saga en cuestión que dan cuenta del despliegue de medios con el que ha contado esta superproducción. Cada película tiene su público. Si lo tuyo son las piruetas visuales, los espectaculares efectos especiales, las inverosímiles persecuciones de coches, los tiros a diestro y siniestro o los chistes fáciles, no lo dudes esta es tu película.

El largometraje comienza con un previo vistoso que muestra un verde y frondoso valle por el que corren despavoridos una manada de dinosaurios bombardeados por naves espaciales. Le suceden toda una amplia de gama de tipos de planos (panorámicas aéreas, contrapicados, planos detalles...), que dejan claro que han contado con un sinfín de cámaras que llegan a cualquier recoveco. Los primeros quince minutos son entretenidos e incluyen una curiosa escena en un desvencijado cine (a cuya entrada se puede leer el sintomático rótulo de "gracias por 79 grandes años", en alusión a la ingente cantidad de cines que han cerrado en los últimos tiempos, entre ellos el multicines Renoir-Price de la capital tinerfeña), en el que uno de los personajes pronuncia esta irónica frase: "El problema del cine de ahora es que las películas que se hacen son o segundas partes o precuelas". En realidad, esta película, sin pretenderlo, se constituye en una hipérbole de nuestra sociedad actual y conecta con aquel aforismo que enunció el filósofo Walter Benjamin: "La autoalienación de la Humanidad ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden".

"Transformers: la era de la extinción" es uno de los "blockbusters" del verano, junto con "El amanecer del planeta de los simios", convirtiéndose en la primera que ha logrado rebasar el billón de dólares en taquilla en 2014. Lo cual no es de extrañar ya que en los créditos de esta película de estudio figura Michael Bay, el cuarto director más taquillero de todos los tiempos. Sus filmes han recaudado 5.500 millones de dólares en todo el mundo. Su filmografía incluye "La roca" (1995), "Armageddon" (1998), "Pearl Harbor" (2001), "La isla" y las tres entregas anteriores de "Transformers", que han echo una caja de más de 2.600 millones de dólares. Sin embargo, Michael Bay no es Christopher Nolan, uno de los pocos directores que consigue rodar buen cine comercial en el Hollywood actual ("El Caballero Oscuro", Origen"), y que en noviembre estrenará "Interstellar".

La cuarta entrega de la saga, que visita China, alterna escenas trepidantes con otras secuencias de diálogos intrascendentes, trufados de frases lapidarias. Sus 165 minutos no son otra cosa que una sucesión de escenas grandilocuentes y palabrería hechida y patriotera. La banda sonora se limita a subrayar los momentos, impostadamente, sentimentales y los momentos épicos. Y la subtrama familiar, de padre joven viudo preocupado por adolescente turgente, es de folletín novelesco. En definitiva, solo funciona a ratos, destacando algunas secuencias como la de la nave nodriza absorbiendo todo el metal que está en su radio de acción o la persecución en el edificio de infraviviendas. Si lo que quieren ver es una buena película sobre la lucha entre humanos y alienígenas, mejor visionar "District 9" (2009).

En la faceta interpretativa poco que decir. El circunspecto Mark Wahlberg encarna a un inventor de andar por casa, que admira a Albert Einstein pero que es primo hermano del inventor de los "Gremlins" (1985). Una insípida Nicola Peltz ("Airbender, el último guerrero", 2010) se mete en la piel de una adolescente sobreprotegida. Lo que si concita la atención es ver a actores de postín como Kelsey Grammer (ostenta el récord de interpretar al personaje más longevo de la televisión en tres series diferentes: "Cheers", "Wings" y "Frasier") y Stanley Tucci ("Margin Call", 2011) en esta falla cinematográfica. Poderoso caballero es don Dinero.

Entre los ocho estrenos de la próxima semana nos encontramos que cinco no son estadounidenses, contradiciendo a los que dicen que solo se proyecta cine "Made in USA" en las salas de cine de exhibición españolas. La israelí "El congreso" llega con el marchamo de mejor película de animación europea del 2013. El artífice de "Vals con Bashir", Ari Foldman, aúna animación e imagen real para contar la dictadura de una farmacéutica. Cuenta en el reparto con Harvey Keitel y Paul Gimatti. Por su parte, Daniel Monzón y Luis Tosar vuelven a trabajar juntos en la cinta española "El niño", que se adentra en la ruta de la droga en la que se ha convertido el estrecho de Gibraltar. El argentino Daniel Burman regresa a la cartelera con "El misterio de la felicidad". 600.000 espectadores argentinos ya han visto esta cinta en la que uno de los personajes desaparece misteriosamente.

El filme francés "El secreto de Michel Houllebec", mejor guion en el Festival de Tribeca, se alimenta de la rumorología disparatada en torno a la desaparición de un célebre escritor. La canadiense "Amigos de más" es una comedia romántica protagonizada por Daniel Radcliffe (Harry Potter). De los tres títulos estadounidenses llama la atención "Earth to Echo", un híbrido entre "E.T." y "Chronicle". Los otros son "Las nuevas aventuras de la Caperucita Roja" y "En el ojo de la tormenta". El primero es animación dirigida a un público infantil, el segundo es cine catastrofista.