Durante años fue la voz de España que informaba de los asuntos del Vaticano (TVE y Cadena COPE) y en su última aventura literaria, entre otras cosas, escribió que "Juan Pablo II comía a diario ajos manchegos". "Este libro era una deuda que tenía pendiente con él", señala sobre el contenido de las páginas de "Juan Pablo II: Recuerdos de la vida de un santo", un libro que presentó en la reciente feria del libro que se instaló en el García Sanabría de la capital tinerfeña.

¿Por qué eligió a Karol Wojtyla como eje principal de esta obra?

Porque durante su papado viví muchos recuerdos que no caben en la frialdad de una crónica de un minuto y medio... Era algo que le debía y que escribí antes de que lo hicieran santo.

¿Fue un papa especial?

Para mí y para muchas personas. Fue un papa que marcó a los que eran muy jóvenes, porque su pontificado duró 27 años, y a los que eran más talluditos. El solo hecho de haber conseguido que tiraran el muro de Berlín ya es un hito para la historia. Gorbachov, por ejemplo, no tuvo problemas para reconocer que Juan Pablo II fue uno de los culpables a la hora de acelerar esa decisión. Fue un huracán que removió los cimientos del mundo.

¿Sería capaz de revelar alguna intimidad confesada por el religioso polaco?

Una vez se acercó por sorpresa y me contó que tenía que agradecerme que hubiera conseguido que los españoles le quisieran un poquito más.

Muchos quieren ver en el papa Francisco a un gran reformista; un hombre que ha tomado grandes decisiones en poco tiempo.

Su hecho más importante hasta el momento ha sido dar esperanza al mundo en un momento en el que todos estamos desilusionados y tristes. El papa Francisco es una brisa de esperanza en medio de un escenario dantesco marcado por la corrupción, el paro, la guerra... Está predicando con su ejemplo para convertirse en una especie de Francisco de Asís del siglo XXI. No sería justa si no dijera que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI le araron muy bien el camino. Si Juan Pablo II fue un huracán, el papa Francisco solo es una brisa.

¿El Vaticano es un terreno abonado para las conjuras?

A los cardenales no les gusta que los comparen con ministros, pero esa realidad no se puede obviar. A los ministros del papa no les gusta salir en la tele, odian las entrevistas y no quieren estar bajo una lupa de forma permanente. Los políticos quieren lucirse y ganar unas elecciones; ellos solo se quieren ganarse el cielo.

¿Pero al final acaban apareciendo en los medios de comunicación, en novelas, en películas...?

Esos muros están cargados de prudencia; de un no querer contar nada que envuelve muchos misterios. El Vaticano es un universo apasionante para los escritores. Sobre todo, para los que les gustan las tramas y las operaciones al más puro estilo 007.

¿La historia de los papas, no obstante, está repleta de complots?

Eso es cierto. Si alguien se lee la historia de todos los papados se puede quedar tururú... Como en todas las boticas que se precien, en Roma ha habido papas santísimos y otros menos santos (ríe).

¿Hay algún fundamento a la hora de pensar que Bergoglio se está ganando enemistades internas?

Él es un hombre inteligente y tiene bastante claro que en Roma no existe la unanimidad. Bergoglio sabe que todos sus ministros no repiten amén al final de sus frases, pero es muy listo. Por lo general las reformas no gustan, pero no gustan en el Vaticano ni en la Casa Blanca. El primero en pedir cambios en la curia no fue él, sino Benedicto XVI. Ratzinger se comió muchos marrones, pero no se equivoquen, Francisco no es un hombre blando. ¡Tiene mano dura!

¿Cuál fue su día más difícil en el Vaticano?

El más complicado, sin duda, el atentado en la Plaza de San Pedro. Nadie podía imaginar entonces que a un hombre desarmado que predicaba la paz pudiera sufrir aquella atrocidad. Aquel día el terrorismo se coló en la Ciudad del Vaticano de la mano de Ali Agca.

¿Y el más feliz?

El más extraordinario coincidió con la entrada de Mijail Gorbachov, cuando aún era el presidente de la Unión Soviética, en el palacio apostólico. Fue algo histórico...

¿Nunca logró hablar con Mehmet Ali Agca?

Cubrí las informaciones desde el momento en el que se produjo el atentado y durante los tres juicios que se celebraron, pero siempre se preocuparon por mantenerlo dentro de una "jaula" de cristal.

¿Cree que fue utilizado como "cabeza de turco" en aquel atentado?

Ali Agca no es un loco; se hizo pasar por un loco para no revelar la verdad del atentado. Lo que no se atrevió a contar jamás es que detrás de esa conspiración estaba la Unión Soviética. Divagaba con aquellos delirios en los que se creía Jesuscristo y el secreto de Fátima. ¡Boberías; simples patrañas!

¿Habló en alguna ocasión con Juan Pablo II sobre aquel encuentro en la cárcel entre el terrorista y su víctima?

Lo que quiso Juan Pablo II fue llevarle el perdón personalmente: A mi hermano, el agresor, quiero decir que le he perdonado.

"Muy pocos tienen la cabeza de Benedicto"

Paloma Gómez Borrero siempre ha confesado su admiración por Juan Pablo II. El vínculo que se creó durante 27 años se rompió poco antes del nombramiento del cardenal Joseph Aloisius Ratzinger como su sucesor. "Muy pocos tienen la cabeza de Benedicto XVI", cuenta la madrileña sobre un periodo de difícil convivencia en San Pedro. "Yo espero que escriba y que cuando muera nos deje toda su sabiduría plasmada en un gran libro. Benedicto es el gran pensador de la Iglesia; sus escritos son una sinfonía teológica".

"Su valentía y humildad para dar un paso a un costado es un ejemplo no solo para el cristianismo, sino para el mundo. En el mundo de la política no hay demasiados ejemplos en este sentido, ¿no?", se cuestiona la nieta de un famoso general de las tropas isabelonas que tuvo un gran protagonismo durante las Guerras Carlistas. "Hay méritos que ahora le atribuyen a Francisco, pero que son conquistas realizadas por él. El que ordenó a tres cardenales para que se comportaran como auténticos agentes 007 y descubrieran lo que estaba pasando en el Vaticano fue Ratzinger, el que sentó a obispos en el banco de la justicia por los escándalos de pedofía fue Ratzinger, el que dio la cara cuando estalló el "vatileaks" fue Ratzinger, el que pidió perdón públicamente fue Ratzinger...", enumeró la periodista antes de revelar algunas claves para entender cómo hay que tratar las informaciones en la Roma más apostólica. "Allí hay que saber interpretar los silencios, tener buenas fuentes y manejarse con prudencia y discrección", recomendó.