La visita a este local no está directamente relacionada con el hecho de que el crítico del diario ABC y autor del blog "Salsa de Chiles", Carlos Maribona, haya incluido La Posada del Pez entre las referencias de su post titulado "Tenerife: cinco restaurantes y dos mercados".

El reputado gastrónomo -gran enamorado de las Islas y sus quesos- tuvo ocasión de acercarse al coqueto local del barrio pesquero de San Andrés aprovechando su presencia en la Isla, en calidad de presidente del jurado del X Concurso Regional de Cocineros de Canarias que se celebró, a finales del pasado marzo, dentro del programa del I Salón Gastronómico.

Un día antes, de la mano de Toño Armas (El Gusto por El Vino), La Posada del Pez se había convertido en el escenario donde se ofrecía una cata de los excelsos vinos de la bodega Belondrade.

Y ya por entonces, la mano del chef gallego Carlos Villar en los fogones y las exquisitas maneras en sala de su mujer, la barcelonesa Silvia Puertas, habían provocado comentarios, desde el encanto a la sorpresa.

Hace unos días, ya sin tantos formalismos ni siquiera preparativos previos, la vuelta al lugar descubre que se mantienen, y con sólido criterio, aquellas sensaciones: buena cocina y eficaz servicio.

El resultado destaca desde el carácter y la estampa de un producto que se refleja en la misma entrada, en el expositor donde reposa un rodaballo salvaje y un cherne negro. Es día de mariscos- llegados de Marín (Pontevedra)- y unas veces se encuentran navajas o bien longueirones, como merluza, berberechos...

Como recibimiento, la sonrisa fresca de Silvia y ya acomodados, Fran se acerca para ofrecer panes hechos en la casa: jengibre, tomate, naranja, espelta, centeno...

No es mala fórmula dejarse llevar por las sugerencias, que cambian a diario, y también por el vino: un ribeiro, El Paraguas 2013, de un ph equilibrado.

La secuencia de platos confirma, de una parte, la excelente calidad del producto y, de otra, algo también importante, como un tratamiento adecuado: salmón marinado con miel de palma y mostaza antigua (un carrusel de sensaciones en boca); ceviche de cherne negro, con un sabroso punto picante que se hace persistente; salpicón de merluza con papa violette (un juego para la vista); habitas baby con morcilla ibérica y carabinero, una antesala de la papa de cerdo con longueirón (navaja), esas experimentaciones mar y tierra que tanto gustan al chef.

La cosa es acercarse a San Andrés y en la subida a Taganana parar y descubrir la Posada del Pez, sentarse a disfrutar ... ¡Ah!, desde la ventana se ve la mar.