El brasileño Sebastiao Salgado (1944) sigue siendo un peculiar cazador de increíbles imágenes. ste Premio Príncipe de Asturias 1988, máximo exponente de la fotografía documental, sigue siendo un soberbio dueño de la luz, de esa claridad que nos atrapa el recuerdo, tras visionar, con tanto sosiego como sorpresa, esas casi trescientas imágenes que, en blanco y negro, hemos admirado en el spacio Cultural CajaCanarias -enhorabuena para Andrés Orozco y Natalia Aznárez- que, como viene siendo habitual, ha instalado esta exposición de forma magistral donde la nitidez, el espacio y la quietud componen una trilogía muy adecuada para contemplar esta galería de maravillas donde el artista, con su viajera Leica, intentó, y lo ha conseguido plenamente, "hacer un homenaje al esplendor de la Naturaleza". Y lo hace, insistimos, en blanco y negro, como es norma en él, porque, dice, "no sé hacer fotos en color y porque para eso están todas las gamas del gris, que pueden sustituir a los colores".

ste fiel notario de perpetuar iconos actuales, que a principios de este año expuso idénticas imágenes en el mismísimo Natural History Museum, de Londres, cota que calibra su obra.

ste hombre-cámara, seguimos, tuvo que experimentar un entusiasmo muy especial cuando al viajar a pie, en embarcaciones, avionetas o globos y mientras, absorto, fotografiaba los icebergs del Antártico, las gargantas del Gran Cañón o los glaciares de Alaska, se dio cuenta de que iba contemplando un mundo que no había cambiado en milenios.

n esta magnífica muestra se nos expone la belleza de territorios que aún hoy, y pese a todo, permanecen intactos, alérgicos y distantes de la agresiva industrialización; podemos apreciar, con todo lujo de detalles, parcelas aún no contaminadas por el hombre; podemos extasiarnos con naturalezas limpias y sinceras a través del objetivo de Sebastiao -de carrera tardía y autodidacta-; aquellos lugares llenos de magia donde la huella del ser humano no ha sido sinónimo de destrucción.

n esta exposición, que el artista bautizó "Génesis", se demuestra, una vez más, que una fotografía es algo más que una mirada interesada, porque entre otros detalles, se ha hecho de lo efímero algo eterno para nuestras miradas. Detengámonos, por ejemplo, en la tribu de los zoe, aislada en lo más profundo de la selva amazónica; en la neolítica etnia korowi, de Papúa Occidental; en los nómadas ganaderos dinka de Sudán; en esos enigmáticos e insólitos bosques de baobabs en Madagascar; sigamos deambulando entre aquella polvorienta manada de búfalos, en Zambia; o entre aquellas numerosísimas colonias de pingüinos, ubicados en la isla Sandwich, que nos incita a preguntar: ¿dónde se situó nuestro personaje para captar tan espléndida panorámica?, interrogante que también aflora al contemplar aquel grupo e lobos marinos de las islas Malvinas, recostados en ciclópeos bancales.

n esta encomiable colección de imágenes, Sebastiao nos muestra la naturaleza y los pueblos indígenas con una sobrecogedora belleza; y la fuerza que transmiten las instantáneas de los animales salvajes son dignas de admiración, como podemos atestiguarlo en los caimanes yacaré o en los jaguares del Brasil, entre otras.

stoy de acuerdo con Miguel González, director de la agencia Contacto y representante en spaña del fotógrafo comentado, del que conoce a la perfección su sobresaliente trayectoria, cuando manifiesta que ha buscado en esta serie "la naturaleza en su estado absolutamente primigenio, puesto que se enfrenta a ésta, a los espacios preservados todavía de la agresión humana".

Ahora, en Génesis -épica expedición de ocho años para redescubrir montañas, desiertos, océanos, animales y pueblos, que han eludido la impronta de la sociedad moderna-, hora, decíamos, el artista da un cambio radical a su producción si tenemos en cuenta sus dos anteriores exposiciones, "La mano del Hombre" y "Éxodo", que, en su tiempo, conocimos y admiramos, pero que entonces no pudimos reflejar, como aficionados del arte fotográfico, nuestro reconocimiento y nuestro tributo, que ahora plasmamos ante una exposición tan enriquecedora como evocadora y sensible y de la que en resumen, nos quedamos con la atinada sinopsis de la esposa del expositor, Lélia Wanicks: "stas fotografías en blanco y negro son el testimonio de una larga coexistencia del hombre con la Naturaleza, y una oda visual a un mundo que debemos proteger".