Desde que por los años 50 comenzó el desarrollo del turismo de masas en todo el mundo, al que siguió luego el gran boom del transporte aéreo y luego el urbanístico, hasta nuestros días en que ya hemos sobrepasado el millar de millones de turistas que se mueven anualmente a lo largo y ancho del mundo, hemos visto pasar ante nuestros ojos numerosas tipologías de Resort turístico, caracterizadas la mayoría de ellas por la homogeneidad falta de originalidad, así como por el desprecio al entorno natural que tenían al lado.

Ese desprecio se ha vuelto un problema ecológico que los hoteleros inteligentes comienzan a entender pero que por desgracia para nosotros no termina de llegar a Canarias. Pero si la utopía de un turismo más integrado con la naturaleza, más respetuoso con el lugar en el que se asienta, ha sido posible en otros lugares del planeta, entonces también es posible aquí.

Muchos pensarán que para conseguir esa utopía no podemos hacer nada, no está en nuestras manos como ciudadanos, ya que depende de los empresarios hacer el hotel que quieran y si les gusta tal lo que diseñan hasta ahora y además esos resorts son perfectas máquinas de hacer dinero ¿por qué van a cambiar?

Esto es cierto, pero no es lo único que se puede hacer. Los políticos (los alcaldes y los presidentes y consejeros de Cabildo sobre todo) podrían hacer mucho más que lo que hacen, para lo cuál tendrían que empezar por reconocer que no tienen mucha idea de cuál es el mejor diseño para un resort turístico para su propia isla (a la vista de los resultados de los 10 últimos años) y que ante eso lo mejor que pueden hacer es aprender, estudiar qué es lo más innovador, y ético, sostenible y acertado que ya se ha llevado a cabo en otros lugares, y luego, sin copiar -porque no se puede copiar cuando uno pretende adaptarse al especial paisaje de cada una de nuestras islas-, tratar de convencer a los hoteleros de que es posible hacerlo mucho mejor por el mismo dinero y que incluso, solo con ese diseño respetuoso pueden ganar mucho más y durante más tiempo. Esta es, ante todo, una cuestión de enorme calado cultural que debe empezar por querer aprender uno mismo que "sobre gusto sí que hay mucho escrito" y hay gente con gusto y gente sin él. Ese don del gusto, cuanto más desarrollado se tiene y cuanto más se ha estudiado y comprendido y practicado, se puede desarrollar hasta ser capaces de distinguir los detalles -infinitos a veces- de un resort bueno o de un resort malo.

Por tanto, si nuestros políticos realmente adoran el ondulante mar azul que nos baña (como dicen), si adoran las serpenteantes y doradas dunas de Fuerteventura, y los sorprendentes, por su diversidad, tonos de verde de la isla de Tenerife, los paisajes exóticos de las islas, etc. , entonces tienen que demostrar ese amor no permitiendo que se construya ni un solo resort más que no esté a la altura de las islas y a la altura del desafío medioambiental. Tienen que demostrar que la vida de los César Manrique de estas islas que lucharon por llamar su atención no fue en vano, que no vivieron ni murieron sin dejar huella. Y tienen que entender que una arquitectura verdadera es aquella que funciona como una prolongación del paisaje natural que nos rodea y, que sin destrozarlo ni expoliarlo consigue una vida mejor para los seres humanos.

Aunque me pesa, pues no tengo nada en contra de la cadena hotelera Meliá, debo poner un ejemplo para que se entienda mejor lo que quiero decir. El nuevo resort constituido por el Gran Meliá Palacio de Isora es el ejemplo perfecto de una fabulosa máquina de confort y de hacer dinero que, sin embargo, desprecia por completo el lugar, el paisaje, en el que se ha situado. El paisaje circundante al hotel es infinitamente mejor que el resort en sí mismo, y es ese paisaje el que le otorga gran parte de su valor ¿no debería también Meliá pensar en el atractivo que ellos pueden aportar con un mejor diseño al paisaje en el que se insertan? No es que sea especialmente feo, no lo es, es exactamente igual que los demás, tanto que daría lo mismo que en lugar de en Tenerife estuviera en la República Dominicana o en Cancún ya que por ningún lado se adivina ni un pizca de la identidad del lugar donde está. En ningún lado hay siquiera un guiño al paisaje que le rodea. Por contra, la obra pública que le rodea, con sus piscinas naturales adaptadas al ser humano de manera respetuosa, con sus playas y sus paseos de los colores del paisaje es, sin duda, de mucho más alto nivel. ¿Por qué los mismos políticos que se preocuparon por hacer bien la parte pública no se preocuparon porque Meliá hiciera algo diferente, eco, y más adaptado al paisaje de Guía de Isora? Sirva este ejemplo simplemente como lo que es, un ejemplo, pues lo mismo podría decirse de casi todas las cadenas hoteleras dedicadas a los resorts de sol y playa.

Mi esperanza, y creo que puede ser la esperanza de todos los que admiramos el paisaje en el que vivimos, es que hay otros ejemplos que espero que sean los que guían el diseño de los resorts del futuro. Me quedo con esta parte positiva de la industria turística, la que se preocupa por el paisaje, por la sostenibilidad de cada lugar, donde cada forma tiene un sentido profundamente estudiado, por la belleza y por todo cuanto le rodea. Me quedo con tres hoteles realmente ejemplares en cuanto a su integración con el paisaje: el hotel Fasano Punta del Este, en Brasil, el hotel The Alila Cha Am en Tailandia, y el Ubud Hanging Gardens, en Bali.

Innovador, ético y sostenible

Los políticos locales e insulares deben aprender, estudiar qué es lo más innovador, y ético, sostenible y acertado para conseguir para el turismo una arquitectura verdadera, que es aquella que funciona como una prolongación del paisaje natural que nos rodea y, que sin destrozarlo ni expoliarlo consigue una vida mejor para los seres humanos.