En "Todas las personas que mueren de amor", la novela que le acaba de dar el Premio Benito Pérez Armas que convoca la Fundación CajaCanarias, escribe de un tipo, un auténtico fantasma, que fallece siete veces; un récord que no tiene a tiro ni el mismísimo James Bond. En medio de una escenografía claustrofóbica emerge la figura de Víctor Álamo de la Rosa (1969), para muchos herreño de cuna, aunque en realidad su partida de nacimiento esté registrada en Santa Cruz de Tenerife. "Mi madre no quiso dar a luz en El Hierro", comenta el escritor hijo de una tinerfeña y de un lugareño de la que él convirtió en su isla menor.

Dos décadas y medias de experiencias literarias almacena en sus alforjas de escritor un narrador que no se muerde la lengua cuando le preguntan sobre la existencia de fantasmas en el mundo de la creación literaria. "¿Fantasmas? Hay a mansalva. De hecho, creo, que llegó el momento de denunciar a los que se presentan como escritores y solo son un fraude", añadiendo que "cualquiera no puede ponerse el marchamo de escritor, ya que este es un oficio sacrificado. En ese sentido, yo defiendo la idea de que el escritor debe reivindicarse como artista porque no es un tipo que haga churros".

"Todas las personas que mueren de amor" es la séptima novela de un creador que cerró su vínculo narrativo con la que en su día fue conocida como la Isla del Meridiano con la publicación de "Isla nada". "Después de muchos años de convivencia en ese espacio quise buscar un final evanescente en el que casi desaparece ese paisaje telúrico y volcánico; un adiós con un sello de Faulkner u Onetti", dice antes de acceder a los pasillos del hospital en el que se desarrolla la trama la obra que acaban de premiar. "Mientras la escribía tenía la sensación de estar visitando una exposición... Recorría con palabras los colores de las pinturas y esos espacios blancos que se abren en la pared entre cuadro y cuadro", compara un novelista que persigue la existencia de una simbiosis perfecta entre el fondo y la forma de una historia. "Solamente hay que publicar lo que es un buen artefacto literario", recomienda Álamo de la Rosa. "Lo que no sirve o no es capaz de transmitir emociones hay que tirarlo a la basura", confiesa un profesional de la escritura que confiesa haber arrojado a una papelera más de un manuscrito. "Siempre pongo como ejemplo El Quijote (1605) porque si por algo tuvo una trascendencia especial esa obra fue por el riesgo de ir contracorriente. Quizás, esa fue la razón por la que otros autores no lograron hacer sombra a Cervantes. No es que no hubiera otros escritores, es que estaban haciendo historias de caballeros convencionales que no oportaban nada debido a su ausencia de originalidad, es decir, lo mismo que ocurre hoy".

Álamo de la Rosa hace dos guiños a "Fetasa" (Isaac de Vega) y al "Don de vorace" (Félix Francisco Casanova) en una novela con la que espera estirar su proyección nacional. "Me he acostumbrado a vender mis libros a buenas editoriales y espero que Todas las personas que mueren de amor siga ese camino, es decir, que CajaCanarias proyecte esta obra en las Islas y que se logre ampliar su radio de acción a la Península", declara antes de abordar un asunto que no le pilla por sorpresa. Y es que el tinerfeño no rehúye hablar de la posibilidad de conquistar en un futuro el Premio Canarias de Literatura.

"Claro que me gustaría ganarlo. Decir lo contrario me convertiría en un hipócrita, pero antes que yo se lo merecen otros... Elsa López, por ejemplo, acumula más méritos. Ese es un reconocimiento que tardan en dar y, por lo tanto, hay elevar la voz para que las cosas se hagan mejor, para que su cuantía económica aumente y para que esté en poder del galardonado antes de que este se encuentre a las puertas de la muerte. Sí. No es bueno que el autor esté casi moribundo para que le concedan el Premio Canarias de Literatura", censura un ciudadano que reclama más tiempo para leer.

"En España nadie vive de la escritura; hay que vender millones de libros para no tener que buscarse otros ingresos", afirma un filólogo que laboralmente está ligado al mundo de la comunicación. "Al Víctor Álamo de la Rosa que no escribe novelas le gusta montar en moto, disfrutar de un buen vasito de vino y aprovechar los momentos familiares. Sobre todo, ahora que tengo un hijo de 3 años que ha sido una inspiración para mí. No solo por los desvelos nocturnos que me llevaron a la escritura, sino por esos monstruos que forman parte de su imaginación y que en algunos casos he reclutado para mis historias", revela.

A lo que tampoco renuncia, por ahora, Víctor Álamo de la Rosa es a ser hijo adoptivo de El Hierro. "Si me lo ofrecen lo cojo encantado. ¡Habrá que dejárselo caer al presidente del Cabildo!", avanza con una sonrisa en su rostro. "Una parte de mi memoria está en El Pinar. Allí he pasado una buena parte de mi vida y no hay un año en el que no vaya a una isla en la que me siento como en casa", agradece antes de dar, por supuesto, un pequeño tirón de orejas a los gestores culturales de este país. "El artista en España está jodido. No solo por un IVA abusivo que está matando a la cultura... También por una piratería atroz que en muchos casos hace que el artista trabaje por amor al arte y luche como un jabato para salir del hoyo. No se olviden. La cultura es lo que nos aleja del simio", avisa.