Hay quien desde pequeño se inclina por darle patadas a un balón; están los coleccionistas de cualquier cosa; esos otros empedernidos aficionados a la lectura o la música y aquellos que se sienten atraídos por todo lo que desprenda sabor a cocina. Este es el caso de Francisco Relea Lleó (Icod de Los Vinos, 1971), copropietario y "alma mater" del Kazan, restaurante japonés que el pasado 19 de noviembre alcanzaba el sueño de brillar en el firmamento de los mejores con el reconocimiento de la estrella Michelin que otorga la famosa guía roja.

"Hemos conseguido premios, como los soles Repsol, y galardones a nivel local, pero representa un privilegio ser el primer restaurante de Santa Cruz de Tenerife que ha logrado la mayor distinción gastronómica", dice Francisco.

Conoció la noticia mientras cubría una guardia médica. Tras sujetarse el corazón -se le salía por la boca- dispuso de un instante de soledad "en el que reflexionas contigo mismo", explica. Quince horas después lo celebraba con su equipo y el pasado lunes, con el ritmo aún acelerado, hablaba de "compartirlo con los seres queridos, con la ciudad, con compañeros del gremio...", pero insistía en mantener "la cabeza fría y los pies en el suelo".

Sobre todo, destaca que Kazan representa algo más que la figura de un jefe de cocina al uso; "supone el triunfo del trabajo en equipo y el concepto de un método en común".

Todo se ha construido en base a una filosofía que empezó a escribirse cuando, con 17 años de edad, a finales de la década de los 80, Fran Relea se despidió del domicilio familiar para iniciar sus estudios de Medicina: el comienzo de un proyecto personal.

"Mi primer contacto con la cocina japonesa tuvo lugar en Madrid y la experiencia resultó espantosa". Había acudido con un amigo a un "japo", en la trasera de la Carrera de San Jerónimo, la carta estaba en idioma nipón, no sabían qué pedir y los propietarios ni los orientaron. "Comimos al azar y salimos de allí a mandarnos un bocadillo de calamares".

Pasados los años, a punto de finalizar la carrera y de viaje por EEUU, percibió "la proliferación" de la gastronomía japonesa en restaurantes, supermercados, sushiman... "Y me llamó la atención", recuerda. Fue entonces cuando asegura que cruzó una línea imaginaria, la del visionario, y entendió que aquella ola oriental llegaría a Europa. Y así fue, quince o veinte años después.

Pero el punto de inflexión se produjo cuando en el año 2000, de vacaciones con su mujer y su hija por la costa oeste norteamericana, "el cocinero de un sushibar en Santa Bárbara, un japonés, nos ofreció erizo de mar y nos enseñó un libro que había escrito sobre ese producto". Animado por cuatro copas de sake le aseguró a su mujer que de vuelta a Tenerife iba a montar un japonés. Y así fue. "Se lo planteé a Carlos Sánchez, mi socio, y nos pusimos en marcha. Empezamos a trabajar la idea y mientras él se encargó de los aspectos de gestión, yo me dediqué a desarrollar el plano conceptual".

De ahí surgió, hace una década, el restaurante Maguro (lomo de atún en lengua nipona), un latin sushi que fue abriendo boca entre la clientela de la capital y la Isla.

El momento crucial de ese viaje hacia la bóveda de las estrellas tiene un hito: el año 2008. "Decidí realizar un viaje a Japón con el propósito de conocer qué era lo que nos faltaba para acercarnos a la máxima fidelidad", subraya Francisco. Y a la ampliación de ese horizonte se sumó el conocimiento directo de las cocinas de los grandes restaurantes japoneses en Inglaterra o EEUU, "y leer mucho; consultar... Y sacar ideas".

Así, en verano de 2008 comenzaron a masticar el proyecto y Kazan abrió a final de junio de 2009.

Y a partir del logotipo que representa una gota de vino que circunda el perfil del Teide se ha ido construyendo una filosofía singular, "la de un restaurante de alta cocina con calidad de primera en materia prima, en un espacio más confortable e íntimo y desde una perspectiva de japonés con presentación, enfoque y técnicas originales del país oriental, pero incorporando la chispa de toque occidental y nikkei", precisa.

Esta aventura ha significado que todas las personas ligadas al proyecto "hayan aportado sus ideas y trabajo, comprometidos y con apetito por hacer bien las cosas". Y la suma de las virtudes individuales ha desembocado , "sin esperarlo", en la estrella Michelin.

Francisco Relea asegura que "a corto plazo no nos planteamos ningún proyecto de expansión" y también entiende que "el menú no tiene por qué encarecerse". Eso sí, intuye que con el brillo del preciado galardón "ahora vendrá al restaurante un nuevo espectro de cliente, llamado por la curiosidad que representa el premio".

Y comenzando a digerir la historiar, este alma de "japo" con "estrella" nacido en Icod mantiene los latidos de su corazón y el pulso vital en unas constantes óptimas y reales. ¡Arigato, Kazan!