Una mañana de buceo desordenado por la red me llamó la atención una frase suya en la que se definía como una prostituta. "Soy una puta, cobro a cambio de placer", leí en la web de musicopolis.es cuando mi cerebro aún no se había contaminado con alguna metedura de pata de Mariló o una de esas noticias radiofónicas que te sacan los ojos de las cuencas. Esa frase es muy suya: Iván Ferreiro (1970) en estado puro. Y es que el gallego regresa a San Cristóbal de La Laguna -si hacemos caso a las veces que ha actuado en ella debe ser casi, casi su ciudad fetiche en este archipiélago- para dar un concierto esta noche, a partir de las 21:00 horas, en el Aguere Espacio Cultural. Mañana repite función de la mano de Búho Producciones en el teatro San Ignacio de Loyola de Las Palmas.

Ferreiro es un cantante atípico; un tipo que ha crecido en plena crisis -su agenda está llena de conciertos que lo llevan de lado a lado de la Península y, en ocasiones como la de este fin de semana, a las dos capitales canarias- con un sonido indie-pop que hasta hace nada pasaba desapercibido en medio de un gran circo comercial que no se molestaba en mirar de reojo a los artistas que trataban de incorporarse a la autovía de la música nacional a través de unas carreteras secundarias. "Val Miñor-Madrid. Historia y cronología del mundo" confirmó lo que era una certeza. Este expirata es muy bueno.

Reducir los espacios de exposición y dejar al personal con hambre es la estrategia que más repite un intérprete que sigue añadiendo piezas a su causa. Más de tres años tardó en montar un universo en el que hay mucho del pasado y una clara pretensión de lo que quiere hacer en el futuro: el vigués está en uno de esos ciclos dulces en el que se alinean en un mismo punto madurez, talento personal y unas historias que hay que oír para disfrutar del placer de esos licores de nombres impronunciables que son tan buenos o más que los etiquetas rojas, negras, verdes o el color que ustedes le quieran poner.