El encuadre, la manera de ver y enfocar, tanto la del ojo humano como la que es propia de la cámara, representa un fundamento a partir del cual construir, experimentar, modificar.., ya sea un proyecto personal como profesional.

Así concibe el ejercicio creativo Jairo López (Barlovento, La Palma, 1980). Este fin de semana se estrena en el Tenerife Espacio de las Artes (TEA), concretamente mañana, viernes, el sábado y domingo -con pases a las 19:00 y 21:30 horas- su largometraje "Jardín barroco", una cinta que viajará el lunes, día 15, para "aterrizar" en la sala de proyección Pier Paolo Pasolini, como obra seleccionada en el Film Art del Overlook Cinema Avvenire Film Festival de Roma.

Como estudiante de Historia del Arte en la Universidad de La Laguna, desde la ventana de una asignatura llamada Historia del Cine, Jairo abrió los ojos a un mundo por descubrir. En adelante, la película de su vida ha estado jalonada de cortos, aulas de cine, proyectos, experimentaciones y el ánimo colectivista del grupo Digital 104, un grupo creado en 2005 junto a María Eugenia Arteaga, Domingo González y Jonay García, con quienes ha mantenido una fructífera y continuada complicidad.

Fue en 2011, año florido para los proyectos del grupo, cuando el polifacético artista Roberto García de Mesa le planteó que la Sala Conca estaba despejando un espacio y que se había propuesto "ocuparlo" mediante un proceso creativo. Roberto necesitaba que alguien narrase aquella historia y fijó el objetivo en Jairo López. El arte visto desde el arte.

La acción que lleva al cineasta a intervenir en el espacio está inspirada en el título de un poemario de Roberto García titulado "El jardín barroco" y que por entonces no estaba publicado.

"El concepto de barroco está referido a esa época histórica que se corresponde con el desmoronamiento y la caída del imperio español, con la consiguiente crisis de ideas", señala Jairo, quien desde ahí sostiene que su propuesta establece "una equivalencia con la situación presente".

Y como historiador del arte eso le trajo a la mente "el claroscuro de las obras de Caravaggio, un efecto que se lograba porque rodábamos casi siempre de noche, con un solo foco, y utilizamos el recurso de las sombras".

Durante dos semanas permanecieron encerrados; un artista con el otro. "Yo observando y grabando; a veces hablábamos, otras muchas permanecíamos callados". Y tan pronto Roberto "se ponía a pintar lienzos, dibujos, como también escribía poemas, ya fuera en el suelo, en rollos de papel... Y acciones de arte performance".

Los diálogos son escasos. En algún momento, Roberto García pronuncia palabras, recita poemas... Aunque el silencio también habla. Jairo López afirma que "en aquel lugar se sentía la energía".

Desde la perspectiva del cineasta, este trabajo se enmarca en lo que considera un documental artístico. "Me lo planteé como un experimento, con el propósito de encuadrar y seguir lo que Roberto hacía, pasando de la cámara en mano, al trípode; del plano general al cerrado... Tomando decisiones de puesta en escena". Un diálogo.

Del radiocasette, otro elemento que participó como testigo de la experiencia, salieron sonidos minimalistas generadoras de ambientes que, salvo un tema, se ha mantenido, además de diferentes temas de música clásica.

"En el montaje se cribaron las imágenes, se pulieron", para dar como resultado 62 minutos de metraje, una película que Jairo López dice se adapta a "cualquier persona que sea sensible, que no se plantee únicamente el relato de una historia con exposición, nudo y desenlace".

Porque es posible sentir a partir de las imágenes y reflexionar desde el silencio.