El arte siempre ha tenido en lo cruel unos de sus leitmotiv favoritos, un vínculo que el protagonista de la novela gráfica "Yo, asesino", del premio Nacional de Cómic 2010 Antonio Altarriba y el dibujante Keko, lleva al paroxismo al cruzar la línea y convertirse en un "psicokiller" de fines estéticos.

Altarriba dejó con el paso cambiado al editor francés -con quien publicó la premiada "El arte de volar"- cuando le planteó una oscura historia sobre un catedrático obsesionado con la muerte y el dolor, capaz de transformar el último suspiro de sus víctimas en una "performance" sublime, ha explicado el guionista.

Una imaginería, la del asesino en serie, muy alejada de su anterior novela, donde narraba, con cierto sabor a recuperación de la memoria histórica, la vida de su padre durante la posguerra.

"Quería una historia de menor implicación afectiva porque ''El arte de volar'' fue muy duro para mí", comenta el escritor, que se decantó por hurgar en las ficciones sobre "psicokillers" que han proliferado en cine, televisión e incluso la literatura, aunque su punto de vista iba a ser diferente.

"El asesino en serie suele encarnar el mal absoluto. Es una forma de situar el mal dentro del ser humano, en la que nosotros quedamos al margen: es un transtornado, no es uno de los nuestros. Esa visión consoladora me parecía echar balones fuera, como si fuera algo con lo que la gente común no tuviéramos nada que ver", revela el autor.

La elección del título resulta ya toda una "autoinculpación, un acercamiento a la pulsión criminal" que esta novela gráfica, que narra una voz interior, explora a través de un catedrático de arte de la Universidad del País Vasco en Vitoria, ciudad en la que Altarriba (Zaragoza, 1952), profesor de literatura francesa, vive desde hace 40 años.

Para "Yo, asesino" (que Norma publica ahora en España), el guionista tenía claro que quería como dibujante a Keko (Madrid, 1963) -reconocido por sus ambientes en blanco y negro, y por trabajos como "La protectora" o "4 Botas"-.

Enrique Rodríguez, al que Keko crea casi a imagen y semejanza del propio Altarriba, es un profesor que elige a su primera víctima por un afán vengador: un pintor sin escrúpulos que abandona sus lienzos taurinos tradicionales para pasarse a la moda del "action painting" y a quien "ajusticia" de forma sangrienta por su impostura.

"Es un ser racional, con sentimientos, que permite interrogarnos sobre nosotros mismos", comenta el guionista sobre su personaje, que luego opta por aplicar la "radicalidad de sus acciones artísticas" en víctimas anónimas, casuales, sin conexiones emotivas.

De forma paralela a ese reguero de crímenes, "Yo, asesino" ofrece una subtrama igualmente violenta, el terrorismo latente de ETA y sus secuelas en un ámbito tan endogámico como el universitario, que el escritor vivió en su propia carne.

"Cuando algún alumno es detenido por formar parte de ETA, te dices: ''joder, a estos chavales a los que estás formando, alguien, por otro lado, les está inculcando supuestas razones para matar''. Para mí, tan culpable es el que aprieta el gatillo como quien mete en la cabeza otros argumentos para poner una bomba o pegarle un tiro a una persona, para que le resulte, no sé si fácil, pero sí justificable", critica el guionista.

Altarriba le planteó el proyecto a Keko, al que conocía de algún "sarao comiquero", a principios de 2013. Durante año y medio han trabajado compenetradamente y con alguna aportación del editor, que propuso que al atmosférico blanco y negro de las viñetas se le añadiera el rojo, no sólo para mostrar, "sin abusar", la inevitable sangre, sino también la psicología del criminal.

"Al principio me dijo que era un ''thriller'' pero luego fui comprobando que era bastante más que eso", revela Keko, cuyos dibujos aparecen combinados en las viñetas con las reproducciones de algunos cuadros de la historia del arte donde crueldad y dolor están presentes.