Los que no hayan tenido la ocasión de cruzar una conversación con ella no se la imaginan esculpiendo un gran mural mientras suena Pink Floyd a todo trapo. "Seguro que a más de uno le puede parecer raro, pero aquello era muy estimulante", revela María Belén Morales en la línea de salida de una entrevista en la que repasa emociones que se amontonan en torno al homenaje que recibirá esta noche, a partir de las 20:00 horas, en la sede del Círculo de Bellas Artes de Tenerife. "Fue una sorpresa inesperada y la verdad es que estoy algo agitada: tranquila con lo que realicé a lo largo de estos 86 años, pero nerviosa por el hecho de que se hayan acordado de mí", confiesa una creadora que admite, con algún que otro matiz que explicaremos más adelante, que "el mayor error de mi vida ha sido entregarme a la escultura: ella me hace feliz, pero también es la responsable de mis trastornos de salud", puntualiza sin margen para el arrepentimiento.

Dice que no sabe precisar con una certeza absoluta el instante en el que la niña se convirtió en artista. "Disfrutaba dibujando en las clases que impartía don Pedro Guezala, pero el culpable de todo fue mi tío, don Enrique Cejas Zaldivar. Él me dejaba amasar los materiales y limpiar los moldes... Yo me hice escultora por él", ratifica una santacrucera que se siente tacorontera de adopción. "Algo extraño sucede cada vez que voy allí; es una sensación similar al descorche de una botella de espumoso. En cuanto le quitas el corcho todo es alegría y emoción", reconoce una artista que aguarda la concesión del primer premio Círculo Bellas Artes de Tenerife en su residencia santacrucera. "En Tacoronte tengo el taller y los amigos que me ayudan a dar forma a mis obras; aquí solo está mi cabeza y la mesa sobre la que plasmo mis bocetos", explica con una exquisita lucidez.

Morales cree que "la vida es trabajo, un vicio que no siempre han sabido interpretar algunas amigas... Más de una me ha llamado por teléfono para preguntarme: ¿Estás trabajando? No es fácil explicar que hacer un boceto, soñar con una obra o tomarme una pausa para pensar también es trabajo", aclara la autora de una obra que se extiende sin un principio y un final como si el espectador estuviera sobrevolando un páramo en el que no existen los bordes. "No me gusta volver la mirada atrás porque atrae a la nostalgia y eso no me deja soñar con el futuro", declara justo antes de aceptar una pena que no ha conseguido derrumbar a la creadora. "Lo que más me duele es no poder esculpir la madera... Me lo prohibieron tras sufrir un infarto, pero la obra continúa en mi cabeza para que otros la culminen por mí", agradece la miembro del grupo Nuestro Arte.

"Me duele no sentir el contacto de la gubia; ver cómo un tronco se convierte en lo que yo quiero. Esa ansiedad por trabajar hasta que aparecen las llagas en mis manos y entonces decido parar. Dejarlo unos minutos porque enseguida regreso a buscar esa veta", describe sin perder de vista el homenaje que le rinden hoy. "Cada vez que me avisan para una cosa como esta creo: ¿Me estarán matando ya? No, en mi mente siempre queda otra más", cuenta sin perder la sonrisa al rescatar un episodio de una gran exposición que se organizó hace unos años en el TEA Tenerife Espacio de las Artes. "A mi edad lo más sencillo es pensar que no me queda demasiado tiempo, pero yo no me resisto a pensar cómo será mi próxima exposición", añade un ser vitalista que aún acude a la fundición (Espacio Bronzo).

"Allí veo cómo van respirando los más jóvenes y percibo cosas que me resultan familiares... Me han salido muchos sobrinos (ríe) a los que no les digo nada porque a lo mejor es que he logrado crear escuela. No sé, prefiero pensar que la geometría es algo recurrente que se convierte en la opción favorita de muchos artistas".

La escultora santacrucera tiene claro que su vida artística sin geometría quedaría reducida al volumen. "Ese es el principio porque la forma vive dentro del artista hasta que se convierte en un objeto tridimensional", resume en el instante en el que revisamos un inventario escultórico inagotable. "A mis obras las quiero por igual porque todas son el resultado de la creación de un momento y, por lo tanto, cada una tiene sus sentimientos".

Teniendo en cuenta que ella es la primera en admitir que su lenguaje es difícil de entender porque siempre piensa en el futuro, María Belén Morales no consigue comprender cómo teniendo "las posibilidades que existen hoy en día, algunos artistas no son capaces de evolucionar. Si yo hubiera tenido estos medios habría hecho grandes cosas, pero el problema es que aún no se entiende el arte como algo global, no como una cosa que se hace solamente para Canarias sino que puede ser expuesto en Nueva York", censura sin ahorrarse un análisis repleto de experiencia. "Cada cual es libre de hacer lo que quiera, pero el artista está obligado a buscar su camino y debe mostrar una identidad propia... En ese sentido, me llama la atención que en el siglo XXI haya artistas que apuesten por fórmulas románticas o ancladas en la Edad Media".

La curiosidad ha sido el motor que ha movido la vida de María Belén Morales, la misma curiosidad que un día la llevó a ocupar un cargo político. "Llegué ilusionada y me marché no decepcionada, pero sí disgustada. ¿Sabe por qué?", pregunta la escultura. "Yo estaba en cultura y me llevaba bien con todos, pero un día me cansé de proponer cosas que más tarde el bando contrario, que ahora no voy a nombrar, me las vampirizaba para hacerlas suyas... Me agoté mostrando ideas que otros se apuntaban y un día dije: ¡basta!", concluye una mujer adelantada a su tiempo.

María Belén Morales

Escultora