A vista de pájaro uno otea el panorama que le rodea. Unas veces el panorama es aburrido y no tiene nada de interés. Pero otras veces es colorista, hay una magia, hay algo en el ambiente que te cautiva. Y existe una tercera opción. Cuando estás frente a un escenario y sabes que ahí, en unos minutos, estarán Ale Acosta y Cristina Manjón, alias "Nita", en dos palabras Fuel Fandango. En esa tercera situación, el panorama se carga de energía. Se vuelve frenético, loco, como si estuvieras dentro de un videoclip de esos en que la orden principal es que la gente tiene que bailar de manera enfervorizada y como un poseso. Lo vives a cámara lenta, está pasando y tú estás dentro de el.

Puro fuego, sí. Digamos que ésa es la resaca que tengo del conciertazo que se pegaron este pasado viernes en la Sala The Paper Club en lo que está siendo el cierre de la Gira Mundial Trece Lunas, a falta de tres conciertos más.

En realidad tengo varias imágenes en la cabeza y pocos datos, porque a pesar de que me lanzaba de vez en cuando mensajes del tipo, "María, apúntate algo", "Coge los datos", era imposible no perderse en la exaltación colectiva, el fandango propio, las poses, la música electrónica, la enorme complicidad entre ellos, la de ellos con sus músicos, la de ellos con nosotros -el público- y así dejarte llevar por la masa que acompañaba brincando y bailando sin parar; envueltos todos en ese in crescendo de las canciones que Fuel Fandango tiene como religión; una técnica que practican en casi todos sus temas y es la base de su éxito.

Tras esas entradas litúrgicas de Nita, acaparadoras por cierto de todas las miradas del público y las cámaras de los dispositivos, el sonido va subiendo como si de una montaña rusa se tratara, va subiendo va subiendo, se va apoderando de tu cuerpo hasta que llegas al subidón arriba del todo, al clímax, y no tienes más remedio que entregarte por completo a tus cómplices esa noche, los mismos que disfrutan lo que tú.

Todo empezaba bastante tarde, sobre las doce menos cuarto tras los teloneros, el grupo O''Hara & The Southfish (aprobadísimos por cierto), cuando veíamos a los asistentes colocando los micros de los protagonistas indiscutibles. Leve mirada a los micros y ya compruebas que el espectáculo no es cualquiera, que todo está medido y encajado en esa estética barroco ecléctica pero con un marcadísimo sabor hispano (siempre presente en alguno de los elementos de Nita). Toda esa mezcolanza es lo que les ha aportado tanta mediatez y un estilo tan de marca que solo consiguen unos pocos privilegiados. El de ella, rodeado de rosas. El de Ale camuflado por las plumas de un sugerente pavo real con los colores más característicos de la cola replegada, que es además la imagen de portada del último discazo, Trece Lunas.

De repente, aparecía Ale Acosta a su mesa de mezclas y con la guitarra al cuello, y por detrás ese cuerpecillo, que no alcanza los 50 kilos, ataviada en esta ocasión como de Fiesta Nacional. Traje ajustadísimo de color granate con unos encajes en oro en mangas y hombros, que aparte de quedarle como un guante sumado al peinado castizo y toreril, dejaba al descubierto todos sus movimientos, unas piernas que se han recorrido medio mundo y cómo es ella es la primera que disfruta con su música en su habitual pose lateral, y la que hace que saltemos cuando tenemos que hacerlo. Absolutamente controladora de su público.

¿Me preguntas qué tiene Fuel Fandango? Pues diría que buena parte de ese éxito es sencillamente un directo tan potente como el de Paper o el del día anterior en Jameos del Agua, lugares ambos que no han podido contar con una mejor reapertura. Ahí, en esos directos, es donde se han jalonado la legión de seguidores que suspiran por su música, esa mezcla asombrosa con la contundencia del rock, la energía de la música de baile, el carácter del flamenco y la accesibilidad del pop y que les ha llevado por todo el mundo.

Ella, claramente procedente del mundo del flamenco y la copla, una especie de Niña Pastori en versión ultra moderna y vanguardista, y él, de la música de baile y el pulso electrónico bailable con el sentimiento flamenco, sumando a todo ello la energía rockera que han imbricado al Trece Lunas.

Otro dato importante. Conciertos de un ritmo vertiginoso. Apenas pierden unos segundos en agradecer que estemos allí y poquito más. Ellos tocan. Hablan muy poco. Lo de tocar lo hacen con una fuerza, una energía y un entusiasmo de alucinar, la misma que cuando Nita coge las baquetas y mete a todo Dios en ese bombeo, ese sonidazo que tiene las puertas abiertas de par en par en medio planeta. Han pisado ya tantas ciudades mundiales que pierdo la cuenta: París, Bruselas, Amsterdam, Rotterdam, Hannover, La Habana, Texas, Chicago, Washington, Nueva York, Beijing, y países como Mozambique, Alemania, Argelia, Dubai, Rumanía o la India.

Se acaba la gira mundial Trece Lunas y se abre una nueva etapa para pensar en el futuro, en nuevos proyectos y para celebrar el éxito de una pareja bien avenida que dio sus primeros pasos en 2009 y que cinco años después puede decir con la boca llena que ha hecho bailar a medio mundo. No extraña entonces que en sus planes inmediatos figuren como prioridades seguir pensando en su expansión internacional y preparar el tercer álbum de su carrera, previsto en principio para otoño de 2015. Para esos nos citaron desde el escenario. "Vendremos prontito y con nuevo disco", dijo Nita una sola vez.

Resumiendo. Un concierto de Fuel Fandango sabe a poco. Es eufórico de principio a fin, de hecho mi única pega es que tras la petición de un bis atronador solo ofrecieron dos temas más. Aunque es hasta comprensible. Y es que esta gente lleva más de un año metidos en un avión, rulando en gira mundial y no están para ofrecer mucho más. Entraron de nuevo al escenario y lo advirtieron como disculpándose, "un tema más y nos vemos para la próxima con disco nuevo". Ahora, lo hicieron por todo alto, primero con "Shiny Soul" (no podía faltar) y finalmente con uno de esos temas que van creciendo como la espuma de una cerveza mal tirada. Nita se guardaba lo mejor, sentada en un lateral del escenario mientras Ale hacía de las suyas con sus sonidos. La música se adueñó de las paredes del Paper hasta que ella, baquetas en mano, finalizó el tema de manera grandiosa. No se podía pedir más. Final de bestia. Energía en estado puro.

Ofrecimiento 100% en la duración del concierto pero medidísimo. Yo convencida de que la gente hubiera brincado con diez temas más.

¿Una nota? ¡Un 12!