Admite haber sido un "freganchín" detrás de la barra del bar que gestionaba su padre en el muelle capitalino. "La Marquesina" me dijo que se llamaba el negocio en el que alimentó su curiosidad periodística Cirilo Leal Mújica, escritor, periodista, psicólogo y autor de uno de los capítulos más significativos del libro "Enigmas y tesoros en Canarias. El misterio de Cabeza de Perro" (Herques).

Escribir de un pirata supone realizar un ejercicio de equilibrismo importante para que la trama no termine cayendo por el abismo en el que mueren las leyendas. Cirilo Leal usó como punto de partida una investigación de Manuel de Paz Sánchez, catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna, para apuntalar la cronología de un bandido cuya existencia ha sido solapada por las andanzas de Amaro Pargo.

"El grado de confusión era de tal magnitud que muchas veces se creía que estaban buscando el tesoro de Cabeza de Perro cuando en realidad la pista que se rastreaba estaba vinculada con los objetos de valor que ocultó Amaro Pargo... La realidad", prosigue Leal Mújica, es que "ese tesoro se ha buscado tanto o más que el agua en nuestras galerías", remarcó justo antes de adentrase en un capítulo que se aferra a la crónica negra de este país. El legado de "Cabeza de Perro" residió durante años en una nebulosa que estaba a caballo entre la leyenda y la historia. "Manuel de Paz consigue fijar un marco cronológico entre el nacimiento y la muerte de un personaje que propició un legado -la publicación de "Sor Milagros o Secretos de Cuba: novela histórica contemporánea ilustrada" (Aurelio Pérez Zamora - 1897) fue determinante- que tuvo una larga vigencia durante años", reconoce un autor que tira de una entrevista a una mujer que se había desplazado desde El Rosario para asistir a la ejecución del despiadado "Cabeza de Perro" en los alrededores del Castillo Negro de la capital tinerfeña. "Ahí se juntó la leyenda, el rigor académico y un testimonio, al parecer real, para ampliar el caudal de historias mágicas de Canarias.

Cirilo Leal enfoca su testimonio entre los desechos que se amontonaban en el Lazareto, un mundo marginal habitado por indigentes, cambulloneros, gentes de dudosa reputación, pobres diablos... Entre residuos y seres que emergían de un submundo que se adaptaba a la perfección en los patrones que defendía Luis Buñuel, el escritor santacrucero elaboró un guion para Radiotelevisión Española en Canarias que giraba alrededor de esos desheredados. "Grabamos en formato cine y se hicieron entrevistas que estaban llenas de una humanidad extrema; testimonios sinceros de una realidad atroz".

Toledo, víctima mortal de la narración que aporta Leal Mújica a una obra prologada por el tinerfeño Alberto Vázquez-Figueroa, era un asiduo de "La Marquesina". "Yo lo escuchaba hablar en el bar de mi padre", rememora sobre unos testimonios que aumentaban de intensidad a medida que se les iba calentando el pico. "La obsesión de encontrar el tesoro de Cabeza de Perro en Los Llanos era una realidad innegable que fluía en aquellas cabezas hasta provocar unas alucinaciones que morían con unas borracheras y disputas que no solo eran dialécticas".

Un equipo de RTVE en Canarias grabó el día a día en una zona que ya resultaba incómoda para el crecimiento de la ciudad en dirección a Cabo-Llanos. "Toledo fue uno de los que habló y también le cogimos algunos planos a su amigo Sandokán (personaje de la famosa serie de piratas), un par de vagabundos que rastreaban de punta a punta aquel lazareto", rememora sobre un trabajo que se culminó con una pequeña gratificación a algunas de las personas que prestaron una mayor colaboración. "A Toledo, creo, que se le dieron 200 pesetas".

El trabajo se montó y emitió al cabo de un tiempo. "Nos enteramos del crimen días más tarde... Ahí empezó otra leyenda asociada con Cabeza de Perro y unas frases malinterpretadas por un joven que creyó que Toledo había encontrado el famoso tesoro", afirma Cirilo Leal en una fase de la entrevista en la que aparece un final digno de "La Comunidad", la comedia de suspense de Álex de la Iglesia en la que un vecindario suspira por los millones de un difunto.

"La popular apuntaba que directamente a la teoría de que Toledo había vendido unas monedas del tesoro de Cabeza de Perro, con las que obtuvo un dinero para invertir en bebidas", transmite el psicólogo según una creencia que nada tenía que ver con la realidad. "Lo normal es que aquella compra se hiciera con la gratificación que se ganó por ofrecer sus comentarios para la realización del documental", especula Cirilo Leal sobre una víctima inocente. "Sea como sea, lo que no pasó fue el hallazgo de joyas, monedas y objetos valiosos por parte del fallecido", argumenta el tinerfeño.