A sus 49 años (¡quién lo diría a la vista de tan espectacular físico!), y de ellos casi 22 como integrante del Circo del Sol, el artista estadounidense Mark Ward asegura que le apasiona su oficio, aunque reconoce que durante las giras alrededor del mundo suele echar de menos "mi casa; mi cama" (Ríe).

Antes de incorporarse a la "familia" de la compañía, este bailarín clásico y de jazz, que además toca el piano, formó parte del Ballet de Chicago, hizo de acróbata y participó en competiciones de gimnasia. Ahora, y tras 17 años representando "Quidam" (que precisamente termina ciclo el próximo mes de junio), Mark siente que "cada uno de los espectáculos va conmigo". El próximo mes de febrero celebra nada menos que sus 7.500 shows consecutivos pero, al menos de momento, no se plantea qué es lo que va a hacer en adelante.

Un curioso peinado del que sobresale un único mechón de pelo en medio de una calva, el maquillaje de fondo blanco y sombreados terrosos de su rostro que destacan sus ojos y una enorme sonrisa forman parte del atuendo con el que interpreta al singular maestro de ceremonias en "Quidam".

La caracterización facial le ocupa una hora y media de preparación, más treinta minutos para el moldeado y tratamiento de su pelo. Es el tiempo de su particular "calentamiento". Y aunque los movimientos corporales intervienen en la puesta en escena de su personaje, "las expresiones de mi rostro son el elemento más importante" y el espejo su gran aliado. De alguna manera, su presencia representa algo así como un paréntesis entre los números circenses, con unos "sketchs" en los que conjuga el lenguaje gestual con las maneras expansivas del conductor de un show televisivo.

Sobre el personaje que encarna explica que heredó el papel con el nombre de John, el anterior protagonista, pero su jefe no le compró esa idea, la del John Doe, y tuvo que adoptar su propia identidad, con la que ha evolucionado. Y así, Mark define a Mark como "un pibe atrapado en el cuerpo de un hombre", que se encarga de "compartir e introducir lo que se desarrolla en el show, lo que para mí significa romper el muro inicial". En gran medida, y como maestro de ceremonias, representa el enlace con el público, el nexo entre dos mundos, el vínculo entre dos planos que se encuentran desde la ficción y la realidad.

Pese a ser un espectáculo creado en 1996, "Quidam" mantiene actual y vivo su mensaje. Es el show más humano de cuantos interpreta Circo del Sol "porque toca la fibra sensible de la gente; se dirige al corazón de las personas", explica Mark. "No tiene edad" y narra la historia de una familia como muchas otras. "Los mensajes pasan por un filtro muy fino y lo que sucede no es imaginario; tiene que ver con la vida misma".

Y según explica, el espectáculo se adapta en cierta medida al lugar donde se exhibe. "Quizás en Tenerife las representaciones sean diferentes a las de Lisboa", intuye. En este sentido subraya que acercarse y adaptarse a las sensibilidades del público "representa mi fortaleza como artista. Por esa razón, el espectáculo es diferente en cada ciudad, en cada país".

A propósito, este maestro de ceremonias detalla los contrastes y diferencias que se dan entre los públicos. En el caso de los latinos, como los españoles, "transmiten pasión y un espíritu caliente; te da la impresión de que se van a subir al escenario para darte un abrazo", un comportamiento distinto al de los japoneses, más comedidos en sus expresiones. Pero, al final, siempre se queda con la impresión de que cada uno con su cultura y filosofía de la vida, "a todos les gusta el show".

Pero la sorpresa y la fantasía están ahí. "Cada noche y en cada ciudad surgen momentos que resultan mágicos. Cuando salgo al escenario no sé qué va a pasar". Y del cometido de su trabajo dice que "es dibujarle una sonrisa en la cara a la gente. Incluso a quienes entre el público se puedan sentir algo molestos, tal vez porque hubiera preferido haber asistido a un partido de fútbol en lugar de estar sentados en el pabellón viendo el espectáculo de Circo del Sol. Mi propósito es conseguir que estas personas cambien sus pensamientos, al menos un ligero gesto".

Pero más allá de estas cuestiones, Mark Ward concluye con una sonrisa: "Tenemos unas ganas enormes de llegar ala Isla para compartir el espectáculo con la gente".