Enrique Ordóñez, cuya profesión siempre estuvo relacionada con el mundo de la publicidad, es un amante empedernido de la fotografía desde hace ya muchas décadas, motivo por el que desde los años 70 se aventuró junto a su mujer a reunir una vasta colección de imágenes que se traduce en mil trescientas obras con cerca de dos mil piezas, que abarcan desde los años veinte del siglo pasado hasta la actualidad, ingente material que está depositado en el Tenerife Espacio de las Artes de Santa Cruz (TEA) durante un periodo de diez años. Parte de este material, englobado en la Colección Ordóñez-Falcón de Fotografía (COFF), integra la exposición "Al desnudo", que se desarrolla hasta el 18 de enero, en el citado centro museística tinerfeño.

Son casi un centenar de fotografías, tanto en blanco y negro como en color, y cuatro vídeos, realizados entre los años 1923 y 2004. Son trabajos de más de cincuenta consagrados autores cuyas miradas deambulan por diferentes territorios, desde los que reflejan la belleza, hasta los que tienen una visión surrealista, cómica, fetichista o como naturaleza muerta del desnudo. La nómina incluye nombres como Joan Fontcuberta, Paul Kooiker, Craigie Horsfiled, Man Ray, Rudolf Koppitz, Koos Breukel, Otho lloyd o Joel-Peter Witkin, entre otros.

Este experto en fotografía considera que el desnudo "es una forma de mirar y ser mirado sin ningún atributo que despiste. Lo que tiene de interesante es que habla de muchas formas de mirarse, no solo se proyecta sobre una imagen, sino que se reinterpreta continuamente. Un desnudo, que al fin y al cabo es la representación de un ser vivo, cuando lo positivas, cuando lo pasas a una copia, es realmente una naturaleza muerta. En ese aspecto, el desnudo tiene la capacidad de reinterpretarse. El desnudo es muy literario".

Ordóñez está muy satisfecho de su relación con el TEA y de la utilidad de su colección, con la que ya se han montado seis exposiciones con diferentes temáticas. Para él es muy importante que las obras del COFF se vean. "Poder sacar del fondo de la colección muchísimas imágenes que no se han visto. Es una colección viva que te permite combinar la forma de mirarla. Es como si tuvieses un gran ropero y te cambias de ropa cada día. Esa capacidad de tantas piezas te permite que el comisario pueda poner la mirada en algún elemento y poder resolverlo".

La colección COFF está estructurada en cuatro grandes bloques: retrato, paisaje, naturaleza muerta y desnudo. "Están muy bien representadas las vanguardias españolas, también las de entreguerras, y luego están los grandes maestros de los años 40 y 50, y todo lo que es la fotografía como arte contemporáneo. Hay que tener en cuenta que la fotografía representa el arte del siglo XX. La imagen es el lenguaje predominante en el siglo XX y lo sigue siendo en el XXI".

Con respecto a cómo se gestó la colección, Ordóñez reconoce que su mirada tiene un factor compositivo importante de diseñar espacios y colores. "Me gusta esa asociación de lenguajes. Como siempre he estado unido al tema de la publicidad he visto miles y miles de fotografías que tenían un fin. En un momento determinado pasé al otro lado de la mirada, empecé a mirar el objeto no como una utilidad para un fin, una campaña de publicidad o lo que sea, sino como objeto en sí mismo. Me encontré con cosas maravillosas que había tenido en mis manos. Mi mujer y yo empezamos con las colecciones de fotografía moderna y no coleccionando el siglo XIX. Al final, nos dimos cuenta de que había fotografías de 1870 que eran tan modernas como las actuales, y fotografías actuales que son clásicas (...). El vídeo también, porque desde mi punto de vista es fotografía por segundos".

También aclaró que el depósito de la COFF sigue aumentando con nuevas piezas, algunas de ellas expuestas en "Al desnudo", como unas "polaroids" del fotógrafo japonés Nabuyoshi Araki, o una serie de Engström. "La colección sigue ampliándose con piezas concretas que faltan. La fotografía es un árbol cuyas ramas son ilimitadas. Es un árbol que va creciendo".

Con respecto a las claves de todo el material que han reunido en la COFF, indicó que "la colección de alguién como nosotros nunca está racionalizada. Es cuestión de instinto. Es algo que te llama, creas un diálogo. Siempre digo que es una especie de cita a ciegas entre una obra y tu. Como decía el galerista Leo Castelli: se compra con el corazón y se paga con la cabeza. Por lo tanto, ese impulso que se hace es importante. Cuando estás metido el corazón va más acelerado. Quieres absorber todo. Luego hay una razón, las obras de repente empiezan a tener vasos comunicantes y eso es muy bonito. Es como si fueran las venas de un cuerpo".