El director iraní Jafar Panahi se convirtió hoy en aspirante "en ausencia" al Oso de la Berlinale con la proyección de "Taxi", un filme rodado por el cineasta pese a estar inhabilitado por el régimen de Teherán y que tampoco pudo acudir a defender personalmente, por no autorizársele a salir del país.

"Soy un cineasta. No puedo hacer otra cosa que películas", indicó Panahi, a través de un comunicado difundido por la dirección de la Berlinale coincidiendo con el estreno de ese filme, uno de los 19 incluidos en la sección a concurso de este festival.

"Expresarme a través del cine es mi vida. Nada podrá impedirme seguir siendo un cineasta", proseguía el texto publicado por la Berlinale, que no incluyó conferencia de prensa alguna tras la presentación de la película en el pase para los medios.

Pese a esa ausencia física, Panahi brilló en la pantalla en el papel de taxista que interpreta en la película, diseñada como un "falso reality" con los pasajeros que suben y bajan de su vehículo, a modo de mosaico para retratar la sociedad iraní actual.

Panahi es el amable taxista, pero también el director al que alguno de los pasajeros "descubre" sin dificultad, y hace discurrir así por su automóvil a todo aquel que le parece relevante para su retrato, incluida la abogada defensora de activistas y críticos al régimen.

Especial relevancia tiene en su film la teórica sobrina del director, una muchacha en edad escolar que también quiere hacer su propio cortometraje y que intenta seguir las instrucciones manipuladoras de su maestra, entre ellas la regla de la autocensura.

El filme deja en el aire si se trata de pasajeros reales o actores, aunque a media película apenas nadie en la sala puede creer que todo sea casual y acabe decantándose por ver en él un guión, construido para que todo encaje.

Panahi, viejo conocido del festival, regresó así "en ausencia" a Berlín, la misma situación que se vivió dos años atrás, entonces en su función de miembro del jurado, lo que se representó a través de una silla vacía.

El realizador iraní fue condenado en 2010 a seis años de cárcel y 20 de inhabilitación profesional, así como a la prohibición estricta de salir del país.

La pena de prisión no se ha ejecutado a la práctica, sino que disfruta de una especie de libertad vigilada, lo que le permite saltarse también la prohibición a ejercer como cineasta y exhibir sus filmes, al menos en el extranjero.

Su participación en esta 65 edición de la Berlinale sigue a las de 2011, en que estuvo en la sección oficial con "Offside", mientras que en 2013 lo hizo con "Courtain Close", asimismo rodada burlando la prohibición, en ese momento más estricta que ahora.