Acertar con un título no es una tarea sencilla. No lo es porque en el camino que hay que recorrer hasta tomar la decisión final se abren y cierran múltiples posibilidades. "Nómadas" es el encabezamiento de la aventura más fresca de la Orquesta de Timples de Canarias Timpluras. Benito Cabrera y su banda dio anoche en el teatro Leal lagunero una lección de versatilidad. Y es que contra el miedo a no innovar, bueno es sentir cómo un alma tan pequeña llega a lugares insospechados.

Timpluras es como una tienda de golosinas, es decir, entras, te enamoras de todas las "chuches" del expositor y al final aparece el desconsuelo del niño que busca estirar la rentabilidad de la moneda con la que saciar su dulce glotonería. Las canciones de "Nómadas" son así de golosas: cortas, directas y reparadoras. Además, como en las buenas boticas, tiene de todo. Un tanganillo por aquí, una polka por allá. Tradición y vanguardia comparten un universo al que nadie le debe poner muros.

Dice Cabrera que su intención no es ofensiva. ¿Cómo lo va a ser? Desde el patio de butacas del Leal no se percibe ni un milímetro de falta de respeto cuando los músicos de esta orquesta se arrancan con el "Sing, sing, sing". Blues, folk, jazz... El hormigueo que genera el roce de los dedos con las cuerdas es capaz de derribar cualquier prejuicio. La orquesta está afinada, arriesga con descaro en cada una de sus composiciones y, lo que es más importante, aún tiene un margen de mejora. Mientras "Nómadas" prosigue con su tránsito en dirección a mundos lejanos, hay una audiencia que disfruta con la idea de estar viviendo algo único: timples sin fronteras.