La artista noruega Marian Heyerdahl, hija del prestigioso explorador Thor Heyerdhal, tan vinculado a Tenerife, ha arribado a Santa Cruz con una nave cargada de un verdadero ejército de guerreras de terracota, mujeres y niños a tamaño natural, para reivindicar la paz en el mundo. Son sesenta y cinco piezas, con el título "La mujer de terracota", tres de las cuales realizadas en bronce, que se han inspirado en los miles de guerreros descubiertos en el mausoleo de Quin Shi Huang, conocido como conjunto escultórico de Xi´an, y que hasta el próximo 25 de julio permanecerán en la sala de exposiciones de la Fundación CajaCanarias en la capital.

Esta original colección, que fue presentada ayer por la propia artista, que estuvo acompañado por el presidente de la Fundación CajaCanarias, Alberto Delgado, es el trabajo de más de cuatro años de plena dedicación a esta loable empresa, que surgió cuando la escultora conoció el yacimiento de Xi''an y observó que la parte más vulnerable de las guerras, las mujeres y los niños, no estaba representada en aquel histórico conjunto. Por ese motivo, viajó a China, estudió cómo eran los guerreros y trabajó la terracota con los artesanos de la región para realizar esta colección, utilizando arcilla, agua y fuego.

"Me hubiera gustado que estas mujeres estuvieran con sus maridos en Xi''an para ver su sufrimiento. Cada niño y mujer en esta exposición tiene su propia voz y podrán dialogar con ellas", indicó la artista, quien aclaró que estuvo muy nerviosa cuando presentó la colección en China. "Estaba nerviosa ante la interpretación porque podría parecer una ofensa. Estaba preparada para llevármelas fuera de China, pero lo aceptaron. El papel protagonizado por las mujeres y los niños en la guerra llegó de lleno al pueblo chino y tuvo muy buena acogida en los medios".

Cuestionada sobre cómo había surgido esta iniciativa, que fue expuesta por primera vez en Pekín en 2007, señaló que desde pequeña vio con su padre las noticias sobre los problemas en el mundo que aún persisten, sobre todo para mujeres y niños de los que no habla nadie.

La exposición está repartida por tres espacios de la sala. La planta baja acoge una veintena de esculturas de mujeres, todas ellas en posición erguida, cada una con una peculiar expresión en la cara, algunas embarazadas, otra con un brazo amputado, o con flechas clavadas en su pecho, o con balas en una de sus manos. Son obras muy simbólicas cuyos títulos reflejan el mensaje que encierran, como "Los restos del dolor", en la que una mujer sostiene unas flechas de acero en sus manos manchadas de sangre, o "Víctimas", que muestra a una mujer que observa un gran cuenco oxidado en el suelo frente a ella del que sobresalen pequeñas cabezas de guerreros.

La misma filosofía de denuncia de los males provocados por las guerras prima en el segundo y tercer piso de la exposición, en las que se proyectan varios audiovisuales y se exhiben, en un ambiente de claroscuro, otras piezas significativas, como varias dedicadas a Frida Kahlo (un caballo inspirado en una de sus obras), o con ideas como "La Mujer bomba", "Ofrenda del bebé muerto", "En el nombre de dios" o "El grito silencioso", en una sala casi oscura, en la que justo se vislumbran los rostros de cuatro mujeres encerradas tras una verja metálica.