La artista Amparo Sard (Palma de Mallorca, 1973), uno de los máximos exponentes del arte español de su generación, presenta una parte de su última serie "Sombras", en la galería Artizar de La Laguna, hasta el 30 de mayo, mientras la otra se muestra en la galería Brawin Lee de Nueva York.

Hace ya muchos años que esta original artista eligió los alfileres en vez del pincel o el lápiz para dar rienda suelta a esos impulsos vitales que definen su trabajo, en el que juega con los huecos perforados en el papel o el cartón.

Esta creadora, cuya obra forma parte de las colecciones del MoMa y del Guggenheim de Nueva York, entre otros museos, presenta en Tenerife dos piezas de gran formato, varias de mediano, una docena a tamaño DIN A 3 y un vídeo. Simultáneamente desarrolla otra individual en el Museo de Arte Contemporáneo de Roma.

Sard, que ya participó hace años en una colectiva en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz, a la que invitaron sus colegas tinerfeños Martín&Sicilia, cuyo trabajo admira, tiende a analizar en su obra la condición humana, que desde su punto de vista deambula entre la duda y la angustia, entre lo físico y lo anímico.

"La novedad es que como estoy tratando el tema de las sombras como una metáfora, de las sombras que llevamos dentro de nuestras cabezas, aquí aparecen dentro de paisajes. Lo que sucede en los cuadros es que las sombras que deberían ser inmateriales, en realidad es una pasta negra que lo único que aporta es materialidad al cuadro. Trabajo haciendo perforaciones en el papel y en realidad no hay nada de materia. Los agujeros van creando una realidad en esta exposición. La diferencia que encontramos es esa capa negra, que es caucho mezclado con sílice. Lo que intentaba era dar esa viscosidad y esa presencia que se superpone a la otra realidad, la que está hecha con los agujeros".

Han pasado ya varias décadas desde que Sard decidió decantarse por este técnica y cargarse de paciencia para agujerear los miles de puntos que describe en los bocetos en los que plasma la idea sobre lo que quiere reflexionar en sus dibujos con materia.

"Para mi es como dibujar con un lápiz (...) Exige esfuerzo, sobre todo las obras de gran formato. En los pequeños utilizo una aguja que está preparada anatómicamente para poder pasar mucho tiempo haciendo agujeros. Con los grandes utilizo una máquina para perforar cartones. Más que esfuerzo físico exige paciencia. Lo que me lleva más trabajo es sacar las ideas, luego el resto es mecánico".

Con respecto al "contenido" de la serie que presenta en Artizar es muy clara. "Mi trabajo habla del yo frente al mundo, de esa línea de comodidad que te separa del resto del mundo. Siempre hay ese espacio. Pongo un ejemplo, a veces hay gente que se pone a hablar contigo y de repente se acerca demasiado, y entonces damos un pasito para atrás porque te descoloca. Esto habla de ese límite, de esa fina línea, de esos miedos, esas sombras que a veces tenemos en la cabeza que siempre es una misma realidad y los miedos hacen que cojan más importancia".

En este sentido, lo que más le preocupa de la condición humana es "saber dónde estamos, dónde nos situamos, de los miedos, de las indecisiones. A veces lo que hago es forzar un poco esa angustia que te crea la inseguridad con el resto del mundo. Muchas veces presento en mi trabajo un insecto, que es una mosca, porque lo que buscaba era un efecto que fuera un poco desagradable. Entonces las moscas representan en realidad a la gente, ese control de la gente hacia uno. No control, sino el hecho de que estás mirando y te hace reaccionar, a lo mejor, de otra forma diferente a la que desearías".

La ironía también es una aliada de esta artista, cuya obra sigue tres pasos. "La técnica, lo primero que uno ve. El segundo son esas metáforas, esas historias que sí pueden contener ironía. A mí lo que me interesa es el tercer paso, cuando jugamos con ese lenguaje, esa angustia, ese punto de siniestro en contraste con elementos de la obra, esas imágenes subliminales que te llevan a otro estado".