A sus 76 años y con títulos legendarios a sus espaldas, Francis Ford Coppola podría vivir apaciblemente y sin sobresaltos, pero si algo ha caracterizado su recorrido vital es precisamente el meterse en proyectos imposibles para cualquier otro, de los que sale siempre herido pero no acabado. Así es el perfil del hombre que inauguró ayer el palmarés del Premio Princesa de Asturias de las Artes.

Su cabezonería ha permitido a los amantes del cine disfrutar de joyas como "Apocalypse Now", la trilogía de "El padrino" o las innovadoras "Rebeldes" y "La ley de la calle", títulos que han dado volumen al galardón anunciado en el día de ayer. Apasionado del cine desde niño, tuvo muy claro cuál era su camino y a él se dedicó con una pasión tan desbordante como su oronda figura, cultivada con mimo por su segundo gran amor, la gastronomía y los vinos, en los que invirtió las ganancias que no perdió con sus locuras cinematográficas.

"Apocalypse Now" y "Corazonada" son probablemente sus dos títulos más complejos en un cine que nunca se rindió a la facilidad ni a la sencillez y que no ha dejado de evolucionar en ningún título, por banal que parezca, con destellos permanentes de una genialidad difícil de encauzar. Una característica que comparte con otro genio del cine, Orson Welles, que ayer cumpliría cien años, con el se puede trazar un paralelismo en lo que a proyectos difíciles se refiere. Además, al comienzo de su carrera Welles quiso adaptar "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad, novela que Coppola trasladaría del Congo a Vietnam para rodar una epopeya íntima y grandiosa al mismo tiempo y que casi le costó al director su carrera y al protagonista, Martin Sheen, la vida.

Tres años de rodaje en Filipinas, un presupuesto que se multiplicó y que obligó a interrumpir en varias ocasiones la producción, unas duras condiciones que llevaron a Sheen a contraer la malaria y a sufrir un infarto y un actor aún más difícil que el director y su película, Marlon Brando. Brando, que interpretaba al coronel Kurtz, estuvo ebrio la mayor parte del rodaje y hacía tan poco caso a las directrices de Coppola, que este finalizó por darle por imposible y le permitió improvisar gran parte de sus diálogos. Al poco de comenzar la producción, arrancó también la temporada de lluvias en Filipinas, y en 1976 el tifón "Olga" arrasó parte de los decorados.

Coppola, que puso casi todo el dinero de su bolsillo y estuvo al borde de la bancarrota -el presupuesto se disparó a más de 30 millones de dólares, una cifra demencial para la época-, amenazó con suicidarse hasta en tres ocasiones y casi se divorcia de su esposa Eleanor, quien estuvo a su lado durante toda la producción. Pero, a pesar de esa tempestad, Coppola siguió atado al cine.