Por la escena de su vida entran y salen personajes sin parar; unos gesticulan y otros declaman ideas. Mientras tanto, sobre su mesa de trabajo descansan proyectos, algunos todavía en el rol de secundarios y otros perfilando los últimos rasgos de carácter y dispuestos a emanciparse del autor.

Antonio Tabares (Santa Cruz de La Palma, 1973) ha "sobrevivido" a la ceremonia de los Premios Max a las Artes Escénicas, celebrada el pasado lunes, 18 de mayo, en la Sala BARTS de Barcelona, a la que acudió en un papel protagonista: nominado a la mejor autoría teatral por su obra "La punta del iceberg" (2011).

"La sensación que tengo ahora mismo", y habla desde el reposo de la Isla, "es la de que hubiera pasado mucho tiempo". A pesar de haber transcurrido cinco días en tiempo de reloj, los Max le quedan muy lejos y ya solo tiene cabeza y ojos " para lo que espera sobre mi mesa de trabajo", donde acompasa el libreto para una ópera de Alberto Roque y revisa un texto conjunto con Irma Correa y José Padilla.

El escenario de la gala de los Max lo define como "el día de Fin de Año para la gente del teatro", porque tras ese decorado "el resto del año no hay gala, ni nominación, ni manzana que valga".

A su juicio, estos actos representan algo así como un premio que se regala el sector "en la idea de darnos ánimo mutuamente, recordarnos que no estamos solos en este oficio tan singular, que la unión hace la fuerza...".

Con todo, Antonio Tabares entiende que "no deja de ser algo hasta anecdótico, porque el día a día de las artes escénicas tiene poco que ver con una fantástica representación de entrega de premios y sí en cambio con un trabajo colectivo de búsqueda, de lucha y desafíos, errores, sinsabores y descarnada supervivencia".

No obstante, reconoce que la ceremonia la vivió "con una mezcla de emoción y nervios, sensaciones contagiosas, y sobre todo con mucha ilusión sabiendo que desde Canarias, sobre todo en La Palma, había gente que estaba muy pendiente del resultado".

Del tono crítico que mostraron algunos artistas durante la ceremonia, Tabares subraya que "los cómicos siempre se han caracterizado por su reivindicación frente al poder. Siempre ha habido un tono de conciencia crítica muy fuerte".

En su caso, y no tiene que ver con el natural palmero, prefiere volcar su desencanto, "esa inadaptación que parece inherente a la gente del teatro", dice, a través de la escritura. "Las situaciones que me desconciertan o me provocan un ánimo de protesta las canalizo desde el lenguaje y la representación teatral".

Lo cierto es que esta nominación lo sitúa ante un nuevo escenario. "Parece que estés obligado a repetir y si lo próximo que estrenas no resulta nominado, alguien podría entenderlo como una decepción".

Tabares reflexiona y cree que con el paso del tiempo podrá valorar en su verdadera dimensión este episodio, mientras vive "en la esperanza de que un autor canario alcance el galardón de un Max".