El equipo formado por los arquitectos José María Martín (Arucas, 1986) y Ana Caracuel es uno de los siete premiados en el concurso internacional Archiprix por su proyecto "Red Meat", al que concurrieron en representación del centro en el que estudiaron, la Universidad Europea de Madrid.

Este certamen, en el que participaron 351 propuestas de 87 países, es convocado por una empresa holandesa entre alumnos de arquitectura de universidades de todo el mundo. Un jurado integrado por prestigiosos arquitectos internacionales seleccionó su idea, junto a otras seis de otras universidades.

"Red Meat" (Carne roja), que estaría ubicada entre Corea del Norte y China, según explicó José María Martín, parte de la idea de que "consideramos que había una especie de diferencias muy fuertes entre los grandes discursos ideológicos y los pequeños testimonios de las personas que son víctimas de esas grandes ideas. Intentamos contraponer dos realidades, la del concepto ideológico norcoreano y los testimonios que habían podido salir a occidente, y combinarlos en una especie de nueva realidad".

El objetivo de este certamen no es promover proyectos que se vayan a construir realmente, sino reconocer su singularidad y calidad con la idea de utilizarlos para generar un debate sobre por dónde van los derroteros de los nuevos profesionales de la arquitectura.

"Vimos que los proyectos más importantes que se están haciendo en Corea del Norte son los parques de atracciones dedicados al ocio. Uno va a ser más grande que Walt Disney y eso es muy significativo. Y el punto donde se produce la máxima exportación de trabajadores al resto del mundo también era un parque de atracciones. Como intentamos mezclar esa vertiente institucional y la de los testimonios construimos un parque de atracciones con muchos elementos independientes".

Este equipo de arquitectos emergentes tiene claro que su propuesta no se hará realidad. "Sería una desgracia humana que se construyera porque ahí estaba parte de la perversión de ese régimen, aunque también puede haber una arquitectura de los perdedores, de la desgracia. El proyecto puede ser real, pero no me gustaría que lo fuera, porque se ha introducido como ese virus en su concepción, que son los testimonios de las personas", matizó.

Martín&Caracuel, que ya ha realizado algunos locales comerciales y ahora tiene entre manos una nave industrial y la reforma de una vivienda, tiene muy claro que "la arquitectura debe representar a la sociedad que la produce (...). Aunque ya no ocurre, no nos sentimos identificados con la promoción inmobiliaria que se ha hecho, pero sí habla mucho de las circunstancias de otra época (...)".

"La arquitectura tiene una capacidad impresionante de modificar la manera en la que las personas se relacionan. En ese sentido, en nuestro estudio creemos que nuestra responsabilidad es esa. Nos parece que se ha perdido mucho la empatía con los materiales (...)".

También precisó que "intentamos generar espacios en los que la participación ciudadana sea posible, en los que la manera de relacionarse sea más abierta, por eso intentamos eliminar lo máximo posible las estancias cerradas. Tener la sensación de que en esos espacios puedan ocurrir más cosas que las que, en principio, el arquitecto había pensado, porque las cosas se construyen en el tiempo, pero tampoco somos talibanes en ese sentido", explicó.

Para estos arquitectos, los materiales son una herramienta que no tiene un valor en sí mismo, sino en cómo se usan. "Hay que ser muy sensibles al usar los materiales, porque transmiten unas emociones, tienen muchos matices y sutilezas. Mi generación tiene la responsabilidad de quitarse esos estereotipos de lo que son los materiales en sí mismos".

Martín confesó que su obra ideal sería construir una vivienda, porque "se puede innovar, modificar la forma en la que las personas se relacionan. Es la unidad de la arquitectura, del urbanismo, donde la arquitectura acaba siendo más humilde y, a la vez, más potente".