Si hubiera que buscarle un referente en el mundo del tenis sería Roger Federer. Si hubiera que encontrar un ejemplo parecido en el deporte rey habría encajado con el perfil de Messi. Si hubiera que fusionar su música con un talento literario, quizás, un ejemplo válido podría ser Cortázar.

José Antonio Ramos se fue "cocinando" los temas de "Very JAR", un disco en el que se concentra toda la magia de un creador irrepetible. Ni mejor, ni peor que otros compañeros de profesión, simplemente, diferente. Si hubiera que comparar su música con algún hecho extraordinario nos referiríamos a él como una especie de Harry Potter del timple.

Sin alejarse jamás de sus raíces isleñas, el gran logro de Ramos fue crear puentes rítmicos entre lo de aquí y lo de fuera, es decir, construyó un mundo sin barreras en el que lo canario podía convivir con el flamenco, el jazz o los sonidos puntuagudos de la Galicia ancestral. De alguna manera, abrió una vereda por la que transitó sin miedo a una caída.

Siete años sin él es un castigo imperdonable cuando recuperas los sonidos de un instrumento que abrazaba con su cuerpo de titán atlántico; como uno de esos dioses clásicos cuyos rostros jóvenes y risueños jalonan los libros de historia. Todo empezó siendo algo "Más que un sueño" y se diluyó como uno de esos colosos que devoran a sus hijos por amor. José Antonio Ramos estará por siempre en ese olimpo inalcanzable.