La riqueza de sonidos existentes en el mundo, aunque algunos están en peligro de extinción, es la base con la que trabaja el artista Atilio Doreste (Gran Canaria, 1964), quien desde hace años construye un Mapa Sonoro de Canarias a partir de los estudios del paisaje sonoro que realiza en la tierra que habita.

Este creador plástico, fotógrafo y fonografista participó recientemente en el proyecto "Velocidad del sonido" (Speed of sound), junto a otros seis artistas, en Palermo, en donde presentó su visión artística del barranco de Ruiz (Tenerife). Se trata de una obra fonográfica y fotográfica basada en la propagación del sonido con la influencia de los diversos elementos topográficos que definen el espacio "fotografiado" acústicamente, además de imágenes del lugar donde se realizó la grabación.

Este artista multidisciplinar, que procede del mundo de la pintura, indicó que últimamente trabajo el tema de la fonografía. "La fonografía es algo parecido a la fotografía, pero aplicada al sonido. La fonografía no solo incide en la parte de la investigación del patrimonio de sonidos que se extinguen o que están en peligro de extinción, sino también en la búsqueda de sonidos con los que luego se puede hacer una obra derivada, componer".

El proceso seguido en la captación de la "atmósfera sonora" de los espacios que se eligen (consultar el Mapa Sonoro de Canarias en internet) parte de un trabajo de grabaciones de campo. Luego se pasa a una fase de composición, "hay músicos que la utilizan para la composición de música electroacústica, pero los artistas lo hacemos más desde una óptica visual". Por último, hay una tercera etapa, "la escucha, que puede estar repartida en un espacio por monitores. Es lo que se hizo en Palermo, por ejemplo", comentó.

La realidad indica que al escuchar unos sonidos la mente recrea qué o quién los emite, según la percepción de cada individuo, y que pueden ser manipulados si la audición se complementa con imágenes, esculturas u otros elementos. La historia demuestra que el arte sonoro está relacionado con el arte conceptual, el minimalismo o el teatro experimental.

Este profesor de pintura y escultura de la Universidad de La Laguna reconoció que sus investigaciones en el campo del arte sonoro se inscriben "en lo que se define como arte, natura y paisaje. Hay una vertiente que es más de la naturaleza, que nunca vas a encontrarla pura, porque si prestas atención al sonido está todo contaminado. En toda Canarias no puedes encontrar un paisaje limpio de sonidos, porque el sonido no llama a tu puerta para entrar".

Cuando este artista recorre un espacio va descubriendo su lado sonoro, pero atendiendo al valor expresivo, no al icónico. "No hay que entenderlo desde el punto de vista de esto es un pajarito de tal especie. Lo que haces es escucharlo de una manera pura y a partir de ahí haces tu deriva. Vas recogiendo sonidos para luego poder componer una obra. También lo que hacemos son intervenciones en el espacio. Eso está muy ligado al land art, pero en este caso te queda el registro, el documento sonoro (...). El arte sonoro es cuando quitas la imagen. El valor es como cuando escuchas la radio, que no ves".

Lo que sí está claro, desde su punto de vista, es que los grandes cambios (climático, devastación de las selvas...) hacen que el mundo se esté volviendo cada vez más silencioso a nivel acústico, y que el ruido de la ciudad solape al de la naturaleza.

Con el paso del tiempo solo quedarán los registros de algunos sonidos realizados por estos captores de fonografías, sobre todo los relacionados con la naturaleza y las especies que desaparecen. "Los sonidos de nuestra civilización son muy similares, pero si haces un recorrido pormenorizado de los lugares te das cuenta de que no son los mismos, las diferentes formas de hablar, los transportes, una madre que llama a un niño...".