Sesenta y cinco esculturas de terracota a tamaño natural de mujeres y niños con rasgos orientales tratan de reflejar y denunciar el sufrimiento que padece el indefenso ser humano en las diferentes guerras que azotan el mundo. Este es el principal objetivo de la exposición "La mujer de terracota", de la artista noruega Marian Heyerdahl, que se desarrolla hasta el 25 de julio, en la sala de la Fundación CajaCanarias en Santa Cruz de Tenerife, donde ya ha sido visitada por más de cuatro mil quinientas personas.

Este peculiar muestra, para cuya realización la autora se inspiró en el famoso ejército descubierto en el mausoleo del emperador Qui Shi Huang (258-210 A.C.), formado por miles de guerreros de terracota, es el resultado de cuatro años de intenso trabajo que la autora desarrolló en la región china de Xian, con las mismas técnicas y materiales (agua, barro y fuego) que utilizaron los autores de aquellos soldados creados para defender a su señor en el más allá, tarea para la que la artista noruega contó con la colaboración de artesanos del lugar.

El origen de este "ejército de paz" surgió cuando la escultora vio el yacimiento de Xian y observó que en aquel ejército de aspecto pétreo no estaban representados ni las mujeres ni los niños. "Me gustaría no haber hecho esta instalación, pero a día de hoy, 2015, hay mucho sufrimiento en el mundo y la muestra tiene su sentido. Cada niño y mujer en esta exposición tiene su propia voz", comentó Heyerdahl.

Todas las esculturas tiene su personalidad y cada una de ellas encierra un mensaje muy directo, lleno de dolor, con una expresión trágica en su caras que denotan sufrimiento, impotencia, hastío, incomprensión, aflicción, tormento... Cada una de las figuras, erguidas y pintadas con diversos colores (negro, rojo y gris), tiene su propia voz, refrendada por los títulos que acompañan a cada una de ellas, "La mujer bomba", "Los restos del dolor", "Ofrenda del bebé muerto" o "El grito silencioso", y los distintos objetos que tienen en su manos o sus cuerpos.

Esta exposición produce una extraña sensación de tristeza por la dureza que transmiten sus semblantes. Algunas de las mujeres están embarazados, o con algún miembro amputado, o con flechas de acero clavadas en su cuerpo, o encerradas tras una verja metálica, o con una jaula bajo su vientre, o niños con juguetes con bombas en su interior. Son figuras muy simbólicas que describen la maldad a la que puede llegar el ser humano. También hay varias obras dedicadas a Frida Kahlo. "Es una referencia porque ha plasmado en su obra su propio sufrimiento".

El proceso de elaboración de esta colección, que se expuso por primera vez en Pekín en 2007, llevó cuatro años. "No seguidos, sino por periodos de varios meses, pero en definitiva fueron tres años en Xian y el último en mi estudio, dando forma al discurso artístico de cada figura, con los objetos, los colores, el significado de cada talla... Cada soldado del ejército de Xian representa a una persona, en esta muestra ocurre lo mismo".

La primera vez que esta artista visitó el yacimiento del ejército de terracota fue un 1 de enero, después del año nuevo chino. "No había nadie, yo sola ante el ejército. Ahí dejé volar la imaginación y no solo veía el ejército, sino también a los escultores poniéndoles rostros a cada uno de los trabajadores. No veía ese ejército como soldados, sino como gente normal que estaba posando para los escultores y aquello empezó a dar ideas".

Esta escultora no tuvo la suerte de contar con muchas modelos para copiar la fisonomía de sus caras, ni tampoco pudo hacer un castin para ello. "Tenía una talla de tamaño original de un guerrero, entonces lo que tenía que hacer era esculpir las facciones del rostro femenino. En China trabajaba en una fábrica, no era un estudio con todas sus comodidades. Trabajaba en el suelo, a medio oscuras, y les pedía a las mujeres que se asomaran o me fijaba en sus caras en los restaurantes, y entonces poder tallar esas facciones".

Hubo momentos en los que Heyerdahl se lo pasó muy mal por los temores que tenía. "Al principio estaba muy intrigada por saber cómo reaccionaría el pueblo chino, porque podían interpretarlo como una ofensa. Estaba trabajando en una fábrica y le pregunté a su director qué pensaba de mi trabajo, y con señas me dijo más o menos. Al ser una artista occidental tenía dudas sobre como podría hacer las figuras sin conocer el arte chino. Entonces empecé con un pequeño busto, y sonrió. Interpreté que le gusto. Luego hice una segunda talla con un pecho mayor y me dijo que no. Nos reímos. Vi que aceptaba el trabajo (...). Yo no quería que saliera en prensa todavía, pero vino un fotógrafo y la primera talla salió en la portada del periódico más importante de Xian. Después vinieron tres periodistas de la televisión, de la prensa, de la radio... Al final, en poco tiempo, era noticia en todo el país. Aquello era el ejército de la paz. Fue tan sonado que el Gobierno terminó aceptando la idea, que era lo que más me preocupaba".