"Nueva York ya no es lo que era". Así de contundente se expresa José Manuel Ciria (Manchester, 1960) en la línea de salida de una entrevista que nace a unos doscientos metros de la desembocadura del barranco de Santos. No le molesta la etiqueta de ser el pintor español vivo más cotizado en Manhattan, aunque insiste en que el pulso del arte de vanguardia de 2015 lo marca Londres. "Berlín también se ha alejado de aquellos años de explosión cultural que logró atraer la atención de todo el mundo", precisa un investigador que tiene presencia en los cinco continentes a través de su obra. "Fauces", la exposición que el viernes se inauguró en la Sala B del TEA Tenerife Espacio de las Artes -se puede visitar hasta el próximo 18 de octubre- es José Manuel Ciria en estado puro. Su expresionismo abstracto estalla en la retina del espectador a través de un colorido que atrapa su curiosidad de principio a fin. "Yo no puedo pensar que mi obra es la leche; eso lo tendrán que decir otros", cuenta en los primeros trazos de una conversación distendida en la que el creador expresa sus quejas por el conservadurismo artístico que se ha instalado en la Gran Manzana. "Nueva York hace tiempo que no enseña lo que está ocurriendo hoy en el arte", censura un admirador confeso de Óscar Domínguez. "Me vuelve loco... Un genio del que ahora soy vecino", agradece porque "Fauces" linda puerta con puerta con la colección permanente del artista lagunero que se exhibe en el TEA.

Eso de "enseñar lo que está ocurriendo ahora en el arte...". Da la sensación de ser una frase muy bonita de cara a la galería, pero aplicarla es otra historia, ¿no?

Esa intención se ha perdido. El MoMA durante el siglo XX fue el buque insignia que capitaneó las apuestas artísticas de vanguardia. Eso fue un hecho decisivo para que Nueva York se convirtiera en la capital cultural del mundo, pero se dejaron robar la pelota por la dirección de la Tate Modern. Ocurrió no solo porque Londres tiene hoy una gran pujanza económica a nivel mundial, sino porque la Tate está enseñando cosas muy de ahora mismo. Ahí hay propuestas de artistas que están en el ecuador de su carrera y que aún no se sabe hasta dónde van a llegar, pero que están mostrando cosas que son nuevas, no planteamientos que el público ya tiene muy vistos, es decir, obras reelaboradas como las que muestra el MoMA.

¿Y José Manuel Ciria ya sabe a dónde va a llegar como artista?

Lo he dicho otras veces, pero esa es una realidad fácilmente comprobable. Si te crece demasiado la cabeza no avanzas ni un solo milímetro. Para mí lo mejor siempre está por llegar. Llevo toda la vida investigando, porque yo no me considero un pintor sino un investigador, y espero que un día de estos las musas me acompañen y haga algo que realmente valga la pena. Yo no puedo pensar que mi obra es la leche; eso lo tendrán que decir otros. Frente a eso, lo único que puedo hacer es perseguir otro cuadro, una serie más, el siguiente proceso de investigación... No me interesa recrearme en glorias pasadas. Cuando te dedicas a esto no puedes hacer caso ni de la crítica que realiza el pelota que aplaude tu obra, ni de aquellos comentarios que solo tratan de denostar todo lo que haces.

Si tuviera que poner en una balanza los aplausos y los palos que ha recibido, ¿hacia qué lado caería el mayor peso?

¿Sabe lo que ocurre? (hace una pausa para encender un cigarro). Todo está unido a un tema económico. Cuando había más dinero y medios se podía ejercer algún tipo de crítica negativa en el sentido de decir que esto o aquello era una auténtica mamarrachada, pero eso no se puede decir hoy porque los medios son más pequeños y los compromisos mayores, con lo cual al final todo el mundo es cojonudo.

¿Eso es admitir que la crítica ha dejado de ser libre o, como mal menor, que esta ha sido "secuestrada" por el hecho económico?

Hoy no existe una crítica feroz que diga que esto que me estás enseñando es una mierda por esto, esto y esto... Esa crítica no se ejerce ni aquí, ni en otros escenarios artísticos. Hoy casi todo es compadreo y frases azucaradas.

¿Pero esa ausencia de crítica solo está sujeta a unos intereses de tipo financieros o por lo general falta valentía paraponer a caer de un burro la obra de un creador?

Vivimos en un ciclo de pensamiento muy blando para la crítica... Tan blando, blando, blando, que creo que ha desaparecido. Esto no se arregla solo con una revolución política, que siempre viene bien menear un poquito la manta... Lo que nos hace falta para salir de esta crisis, y no hablo solo de factores económicos, es una revolución de pensamiento: hay que imaginar nuevas cosas y ser valientes para ir un poquito más allá. Creo que está a punto de ocurrir algo que transformará al mundo de la cultura. Esto se ha convertido en un adosamiento horroroso...

¿Realmente cree que estamos al borde de un cambio cultural?

Estoy convencido de ello, pero en esa transformación se necesita la participación de los políticos... Esta gente se tendrá que poner de acuerdo algún día, ¿no? No sé por qué las preocupaciones sociales no están capitaneadas por el Partido Popular. ¿Por qué tiene que ser la izquierda la que exclusivamente se preocupe de los asuntos sociales? Eso lo tienen que hacer por igual los grandes partidos. El estar jodidos y no tener dinero es algo que afecta a una gran mayoría de la sociedad y, por lo tanto, hay que buscar soluciones generales... El problema es que si se ponen de acuerdo se agotan los motivos por los que discutir y a lo mejor eso ya no interesa. Nos están vendiendo una moto sin ruedas. El hartazgo social no solo es culpa de la corrupción, que existe y mucha... La gente se cansa del postureo político porque tiene la impresión de que esto es un problema hipertextual, es decir, que ya lo ha vivido tantas veces que le da igual que pase otra vez. Hay que volver a pensar e intentar llegar un poco más allá. ¿Quién es el último filósofo? Si fue Wittgenstein habrá que considerar seriamente quién demonios aportó algo novedoso después de él.

¿Lo suyo fue un "exilio" artístico o pesaron otras cuestiones asociadas con el trato que se le da a la cultura en España?

Cuando decidí irme a Nueva York hace diez años estaba cansado de España y había una ciudad que me estaba reclamando. Lo digo abiertamente y sin ánimo de revancha: España es un país de zancadillas; en cuanto levantas la cabeza viene otro para aplastarte. Me tildan de artista comercial, pero mi obra no puede tener mayor acidez. El problema es que si el mercado reacciona y le gusta mi trabajo enseguida te tachan de pintar chorradas. Eso es inconcebible, pero ocurre. Somos un país pequeñito y la tarta que a repartir no es suficiente. Eso genera comportamientos mafiosos.

Y encima los celos son uno de los deportes nacionales, ¿no?

No tenga duda de que es así... Yo siempre pongo el ejemplo de los inquilinos de un edificio. En una comunidad siempre existe el gilipollas (con perdón) de turno que está en contra de todo, es decir, que si hay que hacer una reforma se niega y que se queja por todo. Pues bien, el hecho de que yo le de los buenos días para otros puede ser interpretado como una ofensa o una especie de alineamiento que no es tal. Eso simplemente es tener educación. En el mundo del arte funciona mucho la teoría de o estás conmigo o contra mí... Así son los mafiosos.

¿Hablando de vecinos, qué se siente al compartir edificio con Óscar Domínguez?

Me vuelve loco... Estar en la Sala B del TEA frente a Óscar Domínguez es un subidón difícil de explicar. Durante el montaje me pasaba más tiempo allí que en el espacio que asignaron a mis cuadros. A esos ya los tengo más que vistos...

¿Molesta la etiqueta de pintor comercial?

Me molesta inmensamente porque no todos los artistas que están en las galerías son fantásticos, sino que allí te puedes encontrar creadores extraordinarios y otros más flojos. Me parece estúpido que haya galeristas que presuman de sus autores y se dediquen a decir que el resto son una basura. En Nueva York, por ejemplo, eso no pasa. Allí los profesionales del arte saben valorar el arte y si tienen que recomendar a un autor con un buen trabajo en un negocio que no es el de él lo dicen y punto...

¿El José Manuel Ciria creador en Berlín, el que se instaló en Nueva York y el que ahora reside en Londres son distintos?

Intento que sea distinto. Cuando me marché a Nueva York busqué reinventarme, es decir, que si en un futuro un biógrafo se propone ver mi trabajo pueda distinguir que había un José Manuel Ciria en Berlín y otro en Nueva York. Luego, cuando me instalé en Londres hice lo mismo. Con Picasso, por ejemplo, existe el convencimiento de que cada vez que decidía cambiar de mujer su obra se transformaba. Yo no he cambiado tantas veces de señora, pero sí he buscado nuevos bríos o formas a través de esos cambios geográficos.

¿Cuántas puertas ha abierto por su curiosidad como investigador?

Muchas; muchas series que sí llegaron a fecundar y otras que no llegaron a buen puerto. Padezco de ambición, pero si cuando aún no tenía la formación suficiente apareció la primera plataforma conceptual, y a esa le siguió otra, al final te acabas preguntando por qué no vas a por trilogía y montas un tinglado de las proporciones de "La Guerra de las Galaxias".

¿Reconoce algún fracaso como artista?

Alguno no, muchísimos. Soy un artista muy exigente que necesita ser sorprendido por mis creaciones. Son ellas las que me tienen que satisfacer y provocar. Si lo que veo no es sobrecogedor no lo puedo mostrar. Eso sí, tampoco vivo con la presión de lo que vayan a pensar otros sobre mi pintura: no me importa si el espectador no es capaz de captar la emoción de uno de mis cuadros.