El fotógrafo Manu Brabo reconoce que el asesinato de su compañero James Foley, con el que compartió cautiverio en las revueltas de Libia y coberturas en la guerra civil de Siria, le impactó de tal modo, que le ha llevado a replantearse muchas cosas: "Estuve meses sin hacer una foto".

"Lo llevé mal, muy mal", confiesa en una entrevista el reportero asturiano, que a sus 34 años ha cubierto conflictos como las revueltas en Egipto y Palestina, la caída de Gadafi en Libia, la guerra civil en Ucrania o la batalla de Aleppo, en Siria.

Su trabajo en ese último país le ha marcado, no solo porque le valió un Pulitzer (un premio que solo ha ganado otro español, el fotógrafo Javier Bauluz, por sus imágenes del genocidio de Ruanda), sino porque en su primera experiencia en el país tuvo como compañero a Foley, el reportero estadounidense al que decapitó el Estado Islámico el 19 de agosto, después de año y medio de secuestro.

"Estuve sin hacer fotos hasta diciembre. Estaba triste, jodido. Me planteé mil cosas, si esto merece la pena, si no, o qué carajo estábamos haciendo en Siria, si te van a cortar la cabeza y no le importa a nadie", rememora Brabo en Las Palmas de Gran Canaria, donde esta semana imparte dos talleres de fotoperiodismo.

El fotógrafo asturiano también se acordó durante esos momentos de los días que estuvo cautivo en Libia con Foley y Clare Morgana Gillis. "Gracias a Dios en Libia nos cogieron en un momento en el que quedaba un poco de humanidad en aquella historia. Luego, en Siria, la cosa se complicó de una manera espectacular para los periodistas y casi para cualquier persona librepensante", apunta.

"He visto a mucha gente radicalizarse, gente buena, chavales que cuando me fui en diciembre eran encantadores y cuando regresé a finales de enero están metidos en un batallón islamista radical. ¿Qué les vas a decir? Son cosas que te duelen", relata.

Brabo admite que la experiencia del último año le ha "envejecido", le ha hecho darse cuenta "de las locuras" que ha cometido. "Pero, al final, este trabajo solo lo puedes hacer allí".

De momento, acaba de regresar de una nueva cobertura en uno de los países más peligrosos del mundo sin guerra de por medio, El Salvador, donde la violencia de las bandas se ha cobrado la vida de más de 1.200 personas en los dos últimos meses (mayo y junio).

El mismo reportero que otras veces no dudó en sumarse a una columna de milicianos camino del frente en Libia o en Siria confiesa que, esta vez, ha tomado fotos "desde el lado oficial, con Policía y el Ejército, porque el acceso a las maras está imposible".

"Desde que se rompió la tregua que había hasta el año pasado, el acceso a las maras está... no voy a decir que imposible, porque existió esa posibilidad, pero hay que ser muy, muy valiente. Y ahora mismo yo no soy tan valiente. No me da ninguna seguridad esa gente, no hay un objetivo político detrás, no hay nada que les pueda retener. Allí la vida vale verga, como dicen ellos", apunta.

Aunque agencias de primer nivel mundial, como AP, recurren regularmente a él para coberturas en zonas de conflicto, Manu Brabo sigue siendo "freelance" -"Al final, he hecho de la necesidad virtud, porque encontrar alguien que te ponga un contrato encima de la mesa está muy complicado"- y, a estas alturas de su carrera, del Pulitzer solo espera que le permita afianzarse, "porque el mercado es muy competitivo y cada año entra mucha gente nueva".

Y también permanece fiel a un modo de trabajo que en el que no tienen cabida los teleobjetivos, porque no van con su estilo y porque confiesa que es "muy malo" manejando el zoom.

"Para qué voy a hacer fotos con una lente que no sé utilizar bien. Además, a mí me gusta estar encima de la historia. Las lentes que uso me obligan a trabajar a una distancia en la que me puedo empapar de la historia. Y, a veces, estar tan encima me ha servido para ganarme el respeto de los que están allí", explica.

Brabo reside en Italia la mayor parte del tiempo que su trabajo le deja libre, pero no es ajeno a la polémica abierta en España con la Ley de Seguridad Ciudadana y las limitaciones que ha impuesto al trabajo de los periodistas en determinadas circunstancias.

El reportero no entiende que ahora se adopten medidas supuestamente destinadas a proteger la identidad de los policías que no se pusieron en práctica durante las décadas en las que el país sufrió una "verdadera amenaza para el Estado", el terrorismo de ETA.

"Damos pasos atrás, pero también creo que no puede ser que seamos solo los periodistas los que lo digamos. Es el ciudadano normal el que tiene derecho a una información libre y profunda y, si no es el ciudadano el que sale a la calle a demandar que podamos trabajar, no tiene sentido que nosotros protestemos", opina.