La historia no es nueva y desgraciadamente se repite, en muchos casos sin la presencia de testigos capaces de descubrir el "atentado". Sucedió hace unos días y en esta ocasión el azar quiso que un ciudadano concienciado, defensor del rico patrimonio arqueológico legado por los antiguos pobladores de las Islas, cayera en la cuenta de la presencia de una pala mecánica en una estación rupestre del barrio de El Chorrillo, en Santa Cruz, realizando tareas de desmonte del terreno.

Máximo Hernández (S/C de Tenerife, 1974) oficia de transportista, pero su pasión por la arqueología y el mundo de los antiguos lo ha llevado a cultivar durante décadas esta disciplina como un convencido autodidacta.

"Vivo cerca de la zona y una tarde, hace unos días, cuando regresaba a mi casa después de finalizar la jornada laboral, me encontré con la imagen de una pala en un solar declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 2003. Además, tengo entendido que en este lugar se había proyectado crear un parque, que nunca se hizo realidad", explica.

Su reacción fue inmediata. Tras consultar con un amigo arqueólogo se puso en contacto con la Unidad de Patrimonio del Cabildo de Tenerife, "que actuó con rapidez, personándose en el lugar y paralizando los trabajos", una circunstancia similar a la que le ocurrió el pasado mes de noviembre, cuando denunciaba otra actuación irregular, en esta oportunidad en el polígono de La Campana, donde se localiza una zona de alto valor arqueológico conocida como Lomo Gordo. "Allí las máquinas también trabajaban con total impunidad junto a un yacimiento arqueológico", señala.

En opinión de Máximo "existe una gran desorganización entre administraciones. Las obras son competencia municipal, pero debe analizarse su afección sobre los valores patrimoniales que existen en el lugar de la intervención".

Pero además de la responsabilidad administrativa, este ciudadano se refiere a la falta de "conciencia social a nivel de la sociedad civil", un factor que considera imprescindible para evitar "la lamentable imagen de yacimientos expoliados, cubiertos de pintadas, destruidos...".

Este amateur de la arqueología estima necesario "difundir y crear valores que generen respeto" y lamenta que no exista una adecuada difusión de los trabajos de investigación, "porque el contenido de las publicaciones apenas llega a una sociedad que, además, tampoco se preocupa por instruirse".

A este panorama se añade que los expertos y estudiosos no son partidarios de dar a conocer la localización de los yacimientos, para de esta manera evitar el expolio, si bien en opinión de Máximo, que entiende esta postura, "tanto secretismo alrededor de los yacimientos acaso resulta exagerado".

Tampoco existe un referente, un parque temático donde mostrar de manera didáctica y expositiva la naturaleza de la sociedad aborigen. "Estoy convencido de que existe un perfil de turista que reclama conocer rasgos de la cultura de los antiguos y no solo discoteca y playa".

Y Máximo Hernández desprende la sensación de que, "desde hace años, el patrimonio arqueológico de Tenerife se ha desvalorizado" en comparación con otras islas, y se refiere a las estaciones de cazoletas y canales que "abren un mundo nuevo para la investigación y el conocimiento".