Cien años rodeado de facturas, de carteles que casi han fallecido por el empuje de las nuevas tecnologías, de tramas que en ocasiones rozaron unos tintes conspiratorios... El teatro Leal de La Laguna, que hoy festeja su primer centenario, tiene una biografía de novela; un libro que se empezó a escribir el 11 de septiembre de 1915. Muchos de esos recuerdos están recogidos en "La historia de una ciudad a través de su Teatro", una investigación que lleva la firma de Julio Torres Santos. "Como estas paredes son mudas, tengo la sensación de ser la voz del teatro Leal", relata un lagunero que el próximo lunes, coincidiendo con la celebración del día grande en la Ciudad de los Adelantados, añadirá un capítulo más a esta obra -el ciclo que se concentra desde su reinauguración tras la última gran reforma hasta la actualidad-; una extensión que saldrá a la venta a través de Amazon con el título "El teatro Leal testigo de cien años de historia".

Antonio Leal Martín -su imagen se puede ver a la derecha de este párrafo- es el gran impulsor del Leal; el primero de los tres propietarios que tuvo el teatro (los otros dos fueron Conchita Leal y Quintín Melo Benito) antes de que la corporación municipal que encabezaba el socialista Pedro González decidiera pagar 31 millones de pesetas por la compra de un espacio que no fue de la ciudadanía de Aguere hasta principios de los años 80. Pero ese Leal decrépito y saqueado por el olvido había perdido todo su "glamour". "Este es el gran templo de la cultura de La Laguna, un lugar en el que ocurrían cosas tan extraordinarias como la organización de un banquete proaliado para recaudar fondos a beneficio de los damnificados por la I Guerra Mundial", rescata Torres Santos sin perder de vista que casi cien años después vivimos en tiempo real un drama humanitario protagonizado por los miles de refugiados que huyen de los conflictos bélicos que abren en canal nuestros desayunos, sobremesas o cenas.

"Por aquel entonces se estaba dando muchísimo valor al concepto de paz", prosigue Julio Torres en referencia a una cita solidaria que terminó siendo la semilla de otra sociedad que está anudada al corazón de los laguneros. "Aquella noche el coro que actuó fue el de la Masa Coral, pero entre los asistentes se habló de la posibilidad de incorporarle la palabra paz... Aunque en su acta fundacional se refleja que todo empezó el 2 de febrero de 1919, aquel acto fue el origen del Orfeón La Paz", precisa el historiador. "Yo he tenido la oportunidad de escribir varios libros, pero ninguno me ha dado tantas satisfacciones como los cinco años que le dediqué a este proceso. Fue un proceso costoso y largo, pero bastante intenso", afirma sin resistirse a decir que "he visto tesis doctorales que no aguantaban ni un asalto y que estaban muy alejadas de las dificultades que entraña una misión de este calado", critica.

El teatro Leal, sobre todo, es una parte resolutoria del tejido social sobre el que descansan un sinfín de recuerdos generacionales. "Sus bailes, tanto los de Fin de Año como los que se organizaban coincidiendo con las fiestas de carnaval, tuvieron una gran importancia", recuerda Torres Santos. Las páginas de "La historia de una ciudad de su trabajo" están inundadas de imágenes coloreadas, de albaranes, de detalles pictóricos de una obra financiada por una familia que construyó una fortuna -el presupuesto para dar forma a un proyecto que generó una gran desconfianza y rivalidad entre San Cristóbal de La Laguna y Santa Cruz de Tenerife superó las cien mil pesetas de la época- con negocios derivados de la comercialización de café, caña de azúcar o tabaco.

"Rivero fue el primer gerente del Leal, una persona con unos amplios conocimientos cinematográficos -codirector con Romualdo García de Paredes de la película "El ladrón de los guantes blancos"- y de convicciones socialistas. De hecho, en 1920 se presentó a unas elecciones municipales que lógicamente no ganó. Siendo aún el responsable de los gastos del Leal, en 1935 se produjo un misterioso incidente en un baile de carnaval", desvela Torres sobre una reunión que acabó siendo mortal. "Rivero acudió a un encuentro con un tal Salazar que se celebró en el Hotel Aguere... Las crónicas cuentan que al segundo se le disparó accidentalmente el arma impactando el proyectil en Rivero. Eso es un caso que jamás se esclareció, pero todo parece indicar que nada fue tan fortuito: la bala entró por los testículos de Rivero y llegó hasta su corazón y, además, el dueño de la pistola era falangista".

Muchas de esas historias, concretamente las vinculadas con toda la contabilidad y la programación del Leal, estuvieron a punto de perderse para siempre al arrojar ese material a una hoguera que prendieron en una finca de La Matanza. "Eso ocurrió en los años 70, cuando el propietario del Leal era Quintín Melo Benito, pero tuve la suerte de conocer a un sobrino de Juan de la Cruz Martín, que había trabajado en la gerencia del teatro", avanza Torres Santos segundos antes de valorar como clave la mediación de Fidencia Iglesias, exconcejal del Ayuntamiento de La Laguna durante el periodo de gobierno de Ana Oramas.

"Los propietarios de esos documentos -en el libro editado en 2008 tiene un valor crucial el archivo personal de los herederos de Juan de la Cruz- entendieron que se estaba realizando un trabajo importante y facilitaron toda la información que le requerimos: por un lado conseguimos la pata asociada con los números y por el otro lo relacionado con la cartelería y recuerdos de los espectáculos que se programaban en el Leal". explica.

"Aparecieron recibos extendidos a nombre de López Ruiz -autor de ocho murales paisajísticos que rodean el patio de butacas-, y gracias a esos papeles se puede certificar que sus pinturas costaron alrededor de tres mil pesetas. Era un artista que solía pedir muchos adelantos y en las cajas de los herederos de Juan de la Cruz había copias de pago por valor de dos mil pesetas, mil, trescientas y doscientas cincuenta pesetas", certifica el impulsor de la proyección de fotografías que esta tarde-noche, a partir de las 20:00 horas, se llevará a cabo sobre la fachada del Hotel Aguere. "Hoy se van a ver imágenes que tienen un valor histórico. Una de ellas se tomó durante los actos de reinauguración del Leal tras la última gran obra (la reforma costó 9,2 millones de euros) y en la misma aparecen Adán Martín y Pedro Zerolo, gente que ya no está entre nosotros", concluye.