Una bandada de pájaros que vuelan en libertad, que han sido realizados con cerámica y cuya forma ha sido modelada basándose en vértebras reales de vaca, y alas de plomo, un sombrero cubierto de cera suspendido en el aire por un complejo mecanismo magnético y coronado por una vela encendida, y una pecera en cuyo interior se proyecta sobre un espejo un mar picado en pleno movimiento, colocada sobre un mueble color caoba, son las tres instalaciones que la artista gallega Pamen Pereira (El Ferrol, 1963) expone, en un ambiente claroscuro, hasta el 17 de octubre, en la galería Artizar de La Laguna, además de una pintura en formato mediano, en la que se representa una columna vertebral en la que germinan unas hojas pintadas con pan de oro.

Esta colección, que se titula "Tampoco el mar duerme II" (la primera se exhibió en Madrid), refleja la originalidad de la propuesta de esta polifacética artista cuyo producción deambula entre el dibujo, la pintura, la escultura, la instalación, la fotografía y el vídeo, según el soporte que le interese para materializar esas inquietudes plásticas que le surgen en la vida cotidiana, la propia y la de los demás.

"Casi toda mi obra parte de un sentimiento. Mi proceso de trabajo es pura experiencia vital y eso se va condensando de diferentes maneras, pero sí suele ser una obra muy íntima. Se podría decir que son episodios autobiográficos, aunque realmente no hablan solamente de mí. Es como que cada uno ve el mundo a través de sus ojos, lo cual no quiere decir que hable solo de lo que me pase a mí. Uno trata de condensar o destilar emociones que realmente las veo a través de mí, pero no son exclusivamente mías. Creo que mi obra primero es para sentir".

Pereira reconoce que su trabajo tiene muy presente a la naturaleza: "Realmente la naturaleza me da las claves de casi todo. Es la sabiduría llevada al extremo, la más profunda, pero todo es naturaleza al final".

Las piezas que exhibe en La Laguna siguen un objetivo que se marcó desde que empezó en el mundo del arte. "Lo que quiero es compartir emociones. No se trata de pensar, sino de compartir emociones. Creo que sí hay una pulsión vital que late debajo de las obras y eso es lo que se comparte independientemente de que se conozca o no la anécdota relacionada con lo que yo pueda contar sobre el mar encerrado en la pecera y las emociones más internas. A veces el fluido es el fluido de la vida".

En este sentido, se considera una alquimista porque le gusta experimentar, tratar de comprender y compartir con los demás el producto de esas indagaciones que se plantea en su trabajo "porque si no las compartes para qué te sirven".

Ella utiliza cualquier material que se le cruce en el camino para crear, "creo que me sirve casi todo. Puedo trabajar con pan, con chocolate o con huesos, o el pan de oro, que me atrae mucho, es el sol, la luz, el vacío, o con tecnología, como la última serie, como la pecera que es tecnología de última generación, pero no es la protagonista de la instalación, sino el conjunto. Es un recurso más. Lo mismo ocurre con el sombrero".

El equilibrio, la ecuanimidad de fuerzas, la naturaleza, la libertad y el dinamismo, entre otros conceptos, están muy presentes en las obras de esta artista que también juega con las metáforas, la filosofía, las emociones y lo que ella denomina "enfrentamiento de contrarios".

"Por ejemplo, en la instalación de los pájaros se pone en evidencia y se contrasta algo de lo que normalmente no somos conscientes, el aire, lo ligero, lo sutil, pero también el peso, la gravedad... Bajo una apariencia muy lúdica hay un dramatismo fuerte. Que unos huesos estén volando es una aparente contradicción, porque los huesos suelen estar ocultos debajo de la tierra, igual que las raíces, que utilizo mucho. Lo que está oculto lo hago visible (...). La realidad parece contundente, pero todo es tremendamente frágil. La solidez de nuestro propio cuerpo es solo aparente y toda la existencia es muy frágil", concluye la creadora gallega.