La percepción de la realidad no está reñida con el recitado de las eternas utopías. El cineasta David Baute representa un ejemplo de ese creador comprometido que sostiene un espíritu crítico e inconformista hacia las políticas culturales.
En su condición de director de MiradasDoc Market, este garachiquense reflexiona en voz alta y sin rehuir el primer plano.

¿Qué sensaciones le provoca el paso de una década?

El agradecimiento a esa gente que ha trabajado con esfuerzo y dedicación para conseguir que este festival se haya posicionado entre los más valorados a nivel europeo en cuanto a cine documental. Y destacar el hecho de contar con títulos destacados, presencia de productoras importantes o que a Guía de Isora se acerquen compradores y distribuidoras de nivel mundial. Otro detalle es el ambiente que genera el festival, con un público propio.

Y como telón de fondo, el propósito de asegurar su continuidad.

Es el capítulo más complejo. Hay que batallarlo un año tras otro. Todavía no existe una política cultural que planifique a futuro. Y esa incertidumbre de no disponer de un presupuesto consolidado y estar hasta última hora pendiente de lograr dinero provoca la pérdida de convocatorias europeas. Ese quizá sea el gran problema que tiene hoy MiradasDoc. Dependemos de cuestiones que no están en nuestra mano resolver.

¿Recuerda momentos críticos, de fundido en negro y sin aparente solución de continuidad?

Ha habido varios. En 2009 el festival estuvo a punto de clausurarse, y así se anunció. Las administraciones se echaron atrás, el Gobierno central y otras instituciones dejaron de apoyar. Al final la apuesta del ayuntamiento de Guía de Isora logró sacarlo adelante, con un gran sacrificio inversor, y hacer posible su supervivencia.

La inversión en cultura sigue dependiendo de las decisiones políticas y sus prioridades.

Es el hándicap de depender de unas instituciones públicas que a veces no tienen claro el valor de las cosas, porque no las conocen en profundidad, ni qué proyectos se deben consolidar.

A la cultura se la señala como producto subvencionado.

Dentro del audiovisual no existían ayudas. Aquí producíamos con el Gobierno de Canarias, hasta tal punto que generábamos cinco veces más en impuestos de lo que sumaban las ayudas. Al final subvencionábamos al Gobierno canario. Era el cuento al revés, aunque nunca lo llegaron a comprender. Esa ayuda de unos 600.000 euros suponía reactivar a unas 40 productoras que podían lanzarse a buscar apoyos para financiar sus proyectos. Al eliminarse desapareció la pequeña industria audiovisual. Ahora creo que se está retomando y en este sentido MiradasDoc supone un acceso a productoras, distribuidoras y canales que apoyan el documental, de modo que las productoras vuelven a tener vías de financiación.

Y programar cultura desde la periferia tiene mucho de heroico.

El Puerto de la Cruz con Mueca, Los Silos con el Festival de Cuentos o Garachico con el de Cine Medioambiental o la Danza son junto a MiradasDoc ejemplos evidentes. Existen muchas ganas de hacer cosas más allá de Santa Cruz y La Laguna. Hasta el público parece responder mejor y ciertos artistas prefieren escenarios fuera del área metropolitana.

¿Echa en falta un proyecto cultural insular, descentralizado?

Creo que el Cabildo debería repartir la oferta cultural en toda la Isla y no concentrarla en las grandes ciudades. Se debe admitir el valor de los municipios pequeños para levantar propuestas y además con la dignidad que lo hacen.

Y cuando enfoca en el tiempo, ¿reconoce puntos de inflexión?

Hay películas que han representado un punto de inflexión, como “Tzvetanka” (2013), la historia de Bulgaria a través de la vida de una mujer, moviéndose entre el documental y la ficción, un género que empezamos a programar más asiduamente. También “N: the madness of reason” (2014), la rara obsesión de Raymond Borremans, quien cambió África por Europa a mitad del siglo XX. Hasta entonces programábamos un documental más clásico, ortodoxo y desde ese momento surgieron contenidos más poéticos y dimos un giro.

¿MiradasDoc ha cambiado la forma de ver el documental?

Y no solo por el público, sino por directores, productoras y estudiantes. En diez años hemos pasado de ser tres documentalistas a unos cincuenta, gracias a MiradasDoc y un círculo curioso que iniciaron los alumnos que acudían al festival, que más tarde regresan como autores de proyectos.