Hace dos semanas estrenó en la capital de España y en el teatro Guimerá santacrucero "La batalla", pieza dirigida y protagonizada por la actriz Aranza Coello y en la que también participan Pilar Duque e Irene Maquieira, que acaba de ser recompensada con el Premio Especial José María Rodero en el Certamen Nacional de Directores de Escena celebrado en Torrejón. "El reto es abrir nuevas fronteras para mostrar teatro", precisa la componente de Burka Teatro.

¿Esperaba sumar un premio de esta dimensión para una obra tan joven?

Para nada... Esto ha sido una vorágine brutal que ha coincidido con la presentación de "La batalla". Seleccionaron cincuenta y pico títulos y estar entre los tres elegidos ya era un triunfo. En la lista de nominados había directores que tienen una enorme trayectoria nacional y esta es una cita con mucha tradición.

Aranza Coello sabe lo que es ganar varios Réplica, pero un reconocimiento de esta dimensión amplifica su trabajo, ¿no?

Para mí los premios son un reconocimiento al trabajo; no los veo como algo personal... Mentiría si dijera que esto no es un gran espaldarazo. Los premios son el mejor aval a la hora de mostrar lo que haces a la gente que no te conoce. El espectáculo que ganó aquí el año pasado fue Premio Revelación en los Max, es decir, que es una cita referencial para los profesionales del teatro.

¿Pero en una sociedad donde los resultados habitualmente están por delante de otros elementos que tienen más importancia a la hora de planificar una producción ganar un festival de este calado es una garantía?

Indudablemente eso siempre ayuda... Todo está siendo tan vertiginoso que no logramos asimilar el estado de felicidad y gratitud que estamos viviendo: el estreno de Madrid, la presentación en el Guimerá, este premio... Todo se ha dado de una manera fortuita, pero estamos encantados y sorprendidos porque normalmente no se suele premiar a una producción tan reciente.

Hace unos días le vaticinaba una larga vida a "La batalla", un recorrido que se puede ampliar a raíz de este galardón. ¿Espera que sea tan longeva como "La gata sobre el tejado de zinc"?

Yo espero que así sea, aunque hay matices que diferencian a esas dos obras porque "La batalla" tiene una autoría propia. Con este proyecto se abren otras puertas que conducen directamente a los espectadores al teatro contemporáneo.

¿Apostar por esa contemporaneidad implica asumir nuevos riesgos?

Cuando en mi cabeza empezó a fraguarse la pieza no dudé a la hora de dotarla de un contenido escénico que estuviera ligado con el mundo de la danza. Llevo años metida en una dinámica de trabajo en la que la coreografía tiene un rol muy importante y desde el principio tuve claro que había partes del guion que se adaptaban bastante bien a este lenguaje. Incluir la danza en "La batalla" se convirtió en un proceso inevitable porque había escenas que no podían ser descritas a través del teatro más convencional. El movimiento, o los sentimientos gestuales, era un lecho emocional imprescindible a la hora de llevar al público el contenido de la obra. La única manera que conocía de enseñar esos matices era a través de la danza. Evidentemente esto no es danza, pero el movimiento está muy presente a lo largo de "La batalla". En cualquier caso, lo que sí queríamos evitar es que fuera un añadido o un apósito sino que la danza se integrara como un elemento más de la trama.

¿Tantas buenas críticas, halagos o incluso premios le hacen pensar que está en un buen ciclo creativo?

En el teatro siempre hay rachas de viento que soplan en contra... Esas no desaparecen ni siquiera cuando todo parece que marcha a favor de corriente. Es verdad que fruto de una larga trayectoria, o incluso cierta madurez artística, en estos momentos estamos obteniendo unos resultados que en el pasado parecían bastante lejanos. Si a ese crecimiento artístico le sumamos el hecho de que en los últimos años he decidido arriesgar por un nuevo lenguaje creativo, son los días como este los que compensan todos los sacrificios personales y los que se realizaron desde Burka Teatro para tener una mayor incidencia. La autoría, dramaturgia y dirección era algo que había rozado en los últimos años, pero que me ocasionaba miedo o respeto. Sabía que este proyecto requería de una dosis de atrevimiento importante para sacarlo adelante.

Abreu, Tabares, Burka Teatro... ¿No sé cómo lo vera usted, pero da la impresión de que la creatividad con sello canario pasa por un buen momento?

Está más viva que nunca y, además, nos hemos liberados de unos anclajes que en el pasado nos hizo más conservadores.

¿Esa condición de nómada del mundo de la cultura es vital para ampliar fronteras?

Los que en su momento tomaron la decisión de salir abrieron un camino que sigue marcado no solo en el mundo del teatro, sino en otras facetas como el cine, la literatura, la danza... La globalización está permitiendo que se puedan crear productos culturales muy interesantes de Canarias al mundo, es decir, que todo el proceso se supervise en las islas antes de mostrarlo en la Península. Hemos tomado conciencia de que las cosas que hacemos en el Archipiélago tienen el mismo valor que las que vienen de fuera.

¿Y esas nuevas exigencias les obliga a mostrar proyectos que tengan una calidad por encima de la media, es decir, que haya que rozar la perfección?

Ese riesgo es algo que está presente en todo lo que hacemos. Esto es un no parar. Este viernes estamos en Adeje, luego estreno en Madrid y vuelvo a finales de mes a La Laguna con las rutas teatralizadas de Burka Teatro.