"Cuando era jovencita creía que este sería un sueño imposible", confiesa la soprano Yolanda Auyanet en el arranque de una entrevista que madura en uno de los ángulos más elevados de la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. Más abajo, sobre el escenario, una cuadrilla de operarios encaja las piezas del decorado de la ópera que se representará los días 24, 26 y 28 de noviembre en esta capital. "Leonora es un personaje que te puede consagrar", vaticina una cantante que se declara enemiga de las prisas.

¿Interpretar este rol es un síntoma de madurez?

Es una gran responsabilidad... Esa madurez mental tiene que ir acompañada de un crecimiento de la voz. Yo nunca fui una soprano ligera, aunque durante años sí que interpreté este tipo de repertorios porque tenía cierta facilidad con los agudos y sobreagudos. Siempre me he sentido más cómodo en la zona lírica y ahí fue donde consolidé mi carrera antes de decidir dar un nuevo paso.

Tener el aplomo necesario para no correr es vital para consolidarse en la escena operística, ¿no?

Las prisas no son buenas en la vida y ese vértigo no solo se percibe en el mundo de la ópera. El problema nace en el momento en el que un programador oye una voz interesante y pone sobre la mesa un contrato con el propósito de que esa persona cante algo para lo que aún no está capacitada. A veces funciona, pero el riesgo de quemar todo tu futuro es alto.

¿Si falla eso se puede convertir en su defunción artística?

Cuando eres joven crees que te puedes comer el mundo, y sí que te lo comes hasta que caes en la cuenta de que el físico no te acompaña. Los años pasan factura y si no hay una base técnica y no tienes los pies en el suelo, es muy fácil darte un buen porrazo.

¿Leonora era su mayor reto operístico?

Era un deseo, pero también lo fue Violetta ("La Traviata"). Son dos papeles complejos que exigen muchísimo el primer al último acto. Leonora requiere bastantes cambios psicológicos y un gran fraseo. Es un rol más lineal, pero muy contundente desde el principio. Esa fuerza aumenta en el último acto.

¿Se siente correspondida por el público del Auditorio?

No tengo quejas de él... Las veces que he actuado allí o en otros espacios de Tenerife me sentí arropada y querida. Supongo que yo también he tenido que poner algo de mi parte. Si yo doy; ellos me dan.

¿Sin restarle ni un solo mérito a su trayectoria, ni a la de Raquel Lojendio o Nancy Herrera, da la impresión de que los tenores se llevan más protagonismo?

El que el mundo de los tenores es más espectacular; ellos son un mundo (sonríe)... Canarias siempre ha dado voces destacadas que acometieron repertorios complicados, pero en el caso de los tenores está el añadido de lo que hizo Kraus... Él puso el listón demasiado alto y parece que existe una lupa sobre los tenores canarios para ver hasta dónde pueden llegar.

¿Cree que hay gente que aún ve la ópera como algo elitista?

No solo la ópera, sino la cultura en general... Si todas las medidas que se están tomando para que el público venga al teatro son efectivas -anuncios en los medios de comunicación, en las redes sociales o en el Tranvía- no podemos renunciar a ellas. A pesar de la crisis, hay programadores que están trabajando intensamente con el objetivo de que se cambie esa idea elitista que se ha instalado en torno a la ópera o la cultura.

¿Desde dentro se perciben los esfuerzos realizados para renovar la audiencia de este género?

Sí que sentimos que se está trabajando para crear ese público más joven, pero en la sociedad hay un gran desconocimiento en torno a la lírica. No estoy de acuerdo con la idea de que haya que ejecutar ideas estrambóticas para captar el interés de unos espectadores a cualquier precio.

¿No le gustan los riesgos escénicos?

No me gustan si no son respetuosos con el libreto y la música, pero cuando existe un hilo conductor con sentido no es malo tener cierto atrevimiento.

Usted participó en un "Don Giovanni" que estaba ambientado en un garito de Nueva York y en el que los personajes viajaban en un taxi de color amarillo.

Si la historia es fiel a la idea original ese riesgo está controlado. El problema surge cuando el propósito de generar un escándalo se pone por delante de la ópera. Ahí es cuando la audiencia rechaza de pleno esas revoluciones. Lo ideal es buscar un equilibrio entre lo que es novedoso y la tradición. Si lo que se pretende es ser esnob lo más recomendable es apostar por una ópera contemporánea, pero estos encargos no se suelen programar de forma regular. No digo que no se hagan, sino que lo habitual es apostar por otros títulos que tienen una mayor profundidad histórica.

Después de estrenar hace un mes este papel en Toulon, ¿qué retos se ha fijado para el futuro?

¡Virgencita, virgencita que me quede como estoy...! Las prisas no me gustan, pero estoy incorporando otros roles. ¿Retos? Voy a hacer Norma, pero nunca me voy a fijar una competencia con la Norma de Callas. Sería una insensata si me propusiera estar a ese nivel. Los proyectos se deben trabajar con tranquilidad y ahora mismo estoy centrada en Leonora. Voy a seguir apostando por ejecutar un repertorio mozartiano, porque creo que es muy saludable para mí, pero las etapas hay que ir superándolas con naturalidad.

¿Estar en el reparto que abre la Temporada de Ópera del Auditorio de Tenerife viene con una presión añadida?

Abrir una temporada de ópera es algo muy solemne, pero soy una mujer a la que no le gusta añadir más presión a su trabajo. Cuando todo está bajo control, la diferencia entre la primera o tercera función no se nota. Un día de estreno no me genera una tensión especial.