La entrada a golpe de timbal con un gran coro derrochando voz anunciaba con "Fortuna, imperatrix mundi" el ritmo frenético de la vigésimo segunda edición del Concierto de Navidad de Tenerife, una composición de Carl Orff que entre música y letras pegadizas reivindica sexo, alcohol, juegos de azar, los lazos del destino, la mirada de la diosa fortuna..., una respuesta de los antisistema de la época frente a los poderosos.

La Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST), con su titular Michal Nesterowicz a la batuta, representó el papel que le reservaba la partitura, sin opacar al conjunto vocal -formado por el Coro de la Ópera de Tenerife y el Coro Polifónico de la Universidad de la ULL, que se reencontraba con la OST- ni tampoco a los solistas y con una cuerda de percusión que desde los momentos de júbilo a los compases de la melancolía asumió su protagonismo sonoro.

El barítono Augusto Brito, que rompió a cantar con "Omnia sol temperat", ganó en cuerpo con "Ecce gratum" y asomó gestualidad cuando de la primavera pasó a los tiempos de "In Taverna" y se convirtió en un convincente rey de los borrachos.

Al tenor Agustín Prunell-Friend, que mostró su dominio del papel, el compositor le reserva una intervención escueta, un par de estrofas, pero en falsete y con la obligación de mostrarse como un ser angustiado, porque no es una persona sino un cisne. Y así se mostró.

El coro, por su parte, había mantenido hasta entonces una casi permanente presencia con primacía de las voces masculinas.

Con la entrada del "Cour d''amours" el elemento femenino se reivindica y es entonces cuando la voz de la soprano polaca Ivonnna Sobotka desprende su coloratura, que comienza en "In trutina", continúa en el diálogo en el barítono y la orquesta marcando un stacatto y se hace sublime en los agudos de "Dulcissime", esos registros siempre especiales que agradan al auditorio.

Una ovación tan habitual como esperada y a continuación las propinas de la noche, con la interpretación del villancico "White Christmas" a cargo de la OST; la soprano entonando el "Noche de paz" en su versión original en alemán y, finalmente, el popular villancico "Una sobre el mismo mar", composición de Benito Cabrera, en las voces de la soprano Alicia Jerez y el tenor Sebastián Pulido acompañados por la OST y los coros, y el latido emocional del público.

La OST tuvo su particular momento de gloria con la "Marcha Radetzky", de Johan Strauss Jr., el "coro" de palmas de los espectadores y un guiño del director Neesterowicz, quien detuvo el compás, se volvió hacia el auditorio y reanudó la marcha para poner punto y final a otro Concierto de Navidad al aire libre, acaso el único instante de encuentro abierto entre el puerto y la ciudad.

Ciertamente no dejan de escucharse las voces que consideran que "Carmina Burana" representa una de las piezas musicales más vulgares del pasado siglo, un paradigma de lo superficial. Más allá de esa reflexión basta considerar el Concierto de Año Nuevo en Viena, donde cada edición interesa más que el programa la figura del director que se pone al frente de la orquesta.

Con todo, la música es siempre un regalo.