La figura de Amaro Rodríguez Felipe (1678-1747), popularmente conocido como Amaro Pargo, ha estado sujeta a la fabulación, la ficción y hasta el uso en un videojuego, envuelta su vida en un halo de misterio sobre la existencia de un tesoro que, aseguran, permanece escondido en algún lugar, además de su pretendida relación amorosa y fervorosa con la Siervita incorrupta.

El catedrático de la Universidad de La Laguna Manuel de Paz Sánchez y el investigador y bibliotecario Daniel García Pulido, desde el análisis riguroso de las fuentes y la constatación documental, han puesto en su lugar y tiempo histórico a este singular personaje, demostrando que Amaro Rodríguez Felipe era un capitán "corso", es decir, un pirata al servicio de la Corona española, y en ningún caso un comerciante que disponía de naves armadas.

Así se desprende de una serie de documentos hasta ahora inéditos que certifican "de manera rotunda" esta condición, subraya De Paz, ahora recopilados por estos estudiosos en el libro "El corsario de Dios", una iniciativa del Ejecutivo regional en su colección Documentos para la Historia de Canarias, que cada año alumbra fondos documentales del Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife.

Una prueba, la reclamación por escrito que eleva Amaro Rodríguez sobre "una presa (nave)" que había capturado bajo su patente de corso, además del inventario testamental que le sirve a su madre como fundamento para exigir la devolución de una serie de propiedades producto de las incursiones del capitán.

En este vaciado, los autores del libro describen la figura de un hermano de Amaro, de nombre José y también corso, que habría fallecido víctima de un naufragio durante una travesía a la isla de Cuba, además de su relación con otro personaje lagunero, Bernardo Espinosa, asimismo corso, quien en su testamento donó ciertas propiedades a la iglesia de La Concepción de Santa Cruz.

Junto a las transcripciones de un total de trece documentos, los autores de este trabajo han incorporado una serie de preguntas con las que intentan despejar dudas sobre algunas afirmaciones erróneas que se han instalado en el imaginario popular en relación con el popular corso.

En este sentido, refieren que el nombre Pargo no tiene que ver con el hecho de que su rostro se asemejara al de este pescado, sino con el apodo con el que era conocido el clan familiar.

En cuanto a que en su lápida figure una calavera, que se ha interpretado como un símbolo pirático, se explica por la obligación impuesta por el Sínodo de 1629 de no esculpir cruces para no pisarlas en el interior de los templos.

Amaro Rodríguez Felipe pertenecía a lo que se puede entender como una "familia de clase media de La Laguna", explica Daniel García Pulido, quien a la vista de la relación de propiedades que figuran en los documentos testamentales sería poseedor de "casas, solares, tierras de labor, objetos valiosos..." repartidos por diferentes puntos de La Laguna, Tegueste, Tejina o El Rosario.

"Ese era el verdadero tesoro del corsario", afirma el investigador, quien cuestiona la intervención en la tumba y la exhumación de sus restos no con un propósito científico, sino con el fin de reproducir su rostro en un videojuego.

Ya adelanta que trabajan en una segunda parte, un estudio en el que descubren más "verdades" sobre el famoso corsario.

Manuel de Paz

catedrático de la ull

Daniel García Pulido

investigador y bibliotecario