El joven fotógrafo y cineasta irlandés Richard Mosse (Kilkenny, 1980) ha conseguido aunar en su obra el arte y el periodismo, dos disciplinas que ha utilizado en sus últimas series para captar con su cámara la incruenta realidad que padecen algunas regiones devastadas por la guerra y sus efectos en el paisaje y en las gentes que lo habitan.

La galería Leyendecker de Santa Cruz acoge una exposición individual de este consagrado autor integrada por siete imágenes a color, de gran formato, en las que ha plasmado su visión de distintas zonas de la jungla del este del Congo, país donde también ha retratado a grupos rebeldes que combaten en esta castigada tierra.

Mosse, que también presentó en Leyendecker en 2013 algunas de sus instantáneas sobre aquel execrable conflicto bélico, decidió utilizar para la materialización de estas series una película de color en desuso, llamada Kodak Aerochrome, que fue desarrollada por los militares para detectar el camuflaje en las fotografías de reconocimiento aéreo.

Este recurso técnico, muy llamativo por el contraste de colores que se obtienen, ofrece el registro de un espectro de luz infrarroja que tiñe el verde del paisaje en tonos magenta, lavanda y rosados. Curiosamente esta tecnología fue utilizaba para algunas carátulas de discos de rock de artistas como Jimi Hendrix y Grateful Dead.

Richard Mosse, cuyo buen hacer lo ha llevado a representar a su país en la Bienal de Venecia en 2013, además de ser seleccionado en 2015 para ingresar en la prestigiosa agencia Magnum, hace años que se decantó por la fotografía analógica.

Este inquieto fotógrafo trabaja con una cámara Kodak antigua de gran formato y la referida película infrarroja, Kodak Aerochrome, que solo usa en el caso de las series dedicadas al Congo, que ha titulado "Infra".

Con este recurso consigue transformar el color caqui de las guerreras de camuflaje de los soldados en tonos malvas, fucsias y azules. O cadáveres en medio de la selva, que visten de rosado. El resultado son unas imágenes cargadas de ironía que "suavizan" la tragedia de la guerra y la tiñen de una atmósfera irreal, casi surrealista, con una paleta de colores de una belleza inusual.

Según explicó el autor en una entrevista, él trata de representar lo irrepresentable para "ayudarnos a comenzar a describir , y por lo tanto a tener en cuenta, lo que existe en los límites de la articulación humana".

Los paisajes que exhibe el artista en Leyendecker, todos ellos centrados en el Congo, contrastan con su anterior serie, la que realizó con película convencional en el desierto de Irak, junto a las tropas de Estados Unidos que derrocaron al régimen de Sadam Husein.

Aquella colección también era fotografía bélica, pero con una visión de la guerra más artística que periodística. Lujosos palacios derruidos y detalles de los mismos, como sus piscinas o bibliotecas, habitados por soldados en diversas situaciones, como fumándose un pitillo.