Se considera un "huido de la enseñanza", un profesor de Magisterio que un día decidió cambiar la docencia por el periodismo y la literatura porque no le gustaba mandar deberes a sus alumnos. Con "La transición perpetua" (Algaida) retoma una temática que está muy presente en algunas de sus publicaciones anteriores. Luis del Val (1944) construye un relato de amor y espionaje en torno a una novela que ganó el I Premio Internacional de Novela Solar de Samaniego. "Las cosas más importantes que me pasaron en la vida ocurrieron al margen del color del gobierno que existía", asegura un aragonés que no se atreve a dar un pronóstico en torno al encargo real realizado al socialista Pedro Sánchez. "Soy un mal profeta", incide.

¿Qué motivación encontró para sacar adelante esta novela?

Tenía ganas de escribir de la transición y me pasé medio año recopilando datos. Al final tuve que prescindir del 95% de esa información. Una de las cosas que más me sorprendió de los datos a los que tuve acceso fue que todo el mundo habla del 23-F, pero hubo cuatro intentos de golpe. Los servicios secretos de Franco no se planificaron para espiar a otros países; su misión era descubrir a los comunistas. Transformar eso en unos servicios secretos como los que existían en la mayoría de países fue una labor dura y difícil que le encargaron a Gutiérrez Mellado. Oigo tantas tonterías en torno al hecho de que la transición fue una continuidad del franquismo que yo, que viví todo aquello, no me pude resistir a escribir esta historia.

¿Ser un testigo directo de lo que ocurrió en esos años le proporcionó una mirada de privilegio para montar "La transición perpetua"?

Un día estaba en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de los Diputados y vi cómo Simón Sánchez Montero, que acababa de salir diputado por AP, se encontró con Manuel Fraga, que había sido ministro del Interior, es decir, el tipo que lo metió en la cárcel durante más de 20 años. Sánchez Montero le tendió la mano a Fraga, quien a pesar de su sorpresa se la estrechó. Mi hija tenía tres años y el único pensamiento entonces fue: ¡Joder, esto sale adelante! Lo que persigo con esta novela es no aburrir con una historia que cuesta 19,90 euros.

¿Esta es una de esas novelas en las que el periodista se escuda en la ficción para contar algo más de lo que normalmente puede?

Los periodistas estamos obligados a contar lo que pasa a nuestro alrededor o en el mejor de los casos a opinar sobre un asunto que es actualidad, pero la ficción nos concede una mayor libertad de movimientos... Manolo Vázquez Montalbán decía que solamente hacíamos autobiografías y eso es verdad. Yo cuando describo un pueblo pequeño estoy escribiendo de Ataca, el pueblo de mi madre, que está muy próximo de Calatayud. En realidad escribimos para intentar explicar esta cosa tan extravagante que es la vida. Si nos ponemos trascendentales y algo cursis sería como "el de dónde venimos y hacia dónde vamos" de Ignacio de Loyola.

¿Usted tiene una base de cuentista muy profunda: el cuento es origen de su obra?

Escribir un cuento es una cura de humildad. No es realizar un trasplante de corazón, sino poner una inyección. Lo que pasa es que la tienes que poner bien para que no causar daños. En el cuento no hay los elementos superfluos; todo lo dices y todo lo que está escrito tiene que tener su razón de ser. Si la poesía es un licor que hay que tomar en sorbos pequeños y la novela es como una paella en la que cabe todo, el cuento es un aperitivo muy delicado o un delicioso postre.

En esta novela también existe una trama de amor. ¿Desligar ese sentimiento del hecho literario no es una tarea sencilla?

Hay una anécdota de Pío Baroja muy divertida que se dio cuando un joven se acercó a él y le dijo: "Yo escribo muy bien, pero no tengo argumentos. Si usted me presta uno yo podría escribir una historia". Pío Baroja le dijo: "Hay una de un hombre que conoce a una mujer, se enamora y se casa". El escritor no quedó satisfecho y le pidió otra trama. "Un hombre y una mujer se conocen, se enamoran, pero no se pueden casar", le respondió... El chico replicó que su consejo era parecido al otro y Pío Baroja le contestó. "Joven, con estos dos argumentos ya se han escrito el 90% de nuestras novelas". Unamuno decía que hay 22 tragedias y que todas las habían escrito los griegos y Shakespeare.

La mujer es una pieza clave en una parte importante de su obra; ¿es más divertido escribir de ella que de las tramas políticas?

Muchísimo más. Literariamente, la mujer es mucho más importante que el macho polinizador. A veces somos capaces de comprar un ramo de flores, pero no nos engañemos: nosotros estamos en este mundo para polinizar. A mí siempre me resulta más gratificante sentarme en una mesa donde hay mujeres porque a los hombres ya me los conozco. A no ser que sea un tipo interesante, la mujer siempre me sugiere algo distinto y sensual.

¿Y el periodista qué pronóstico hace del "voy en serio" que pronunció el pasado martes Pedro Sánchez tras el encargo real?

Soy mal profeta. De hecho, yo creí que la Coca Cola no iba a tener futuro en un país en el que había tan buenos vinos. De pequeño nos daban una al acabar las pruebas deportivas y a mí no me gustaba. No sé qué va a pasar, pero sí sé que detrás de mis hijos hay una generación que se ampara un poco en la irresponsabilidad individual. Las cosas más importantes que me pasaron en la vida ocurrieron al margen del color del gobierno que existía... Todo eso fue fruto de mi esfuerzo.

¿Cuál es su posición en torno a la cruzada que mantiene abierta Javier Reverte con Hacienda?

Comparto su punto de vista al cien por cien. ¿Por qué le tienen que retirar la pensión a un escritor y un expresidente del consejo de administración de un banco no se la quitan si le está sacando rentabilidad a sus acciones? Si escribir un cuento me crea problemas con Hacienda, mejor me quedo quieto. En España hay una ley que te obliga a esperar a la muerte en casa sin hacer nada. Imagino que eso lo cambiarán, ¿no? Me parece mal que alguien decida que no puedo ganar un poco dinero por dar un conferencia para poder invitar a los amigos a unas gambas a la plancha.

Autor: Luis del Val.

Título: "La transición perpetua".

Editorial: Algaida.

Páginas: 365.

Sinopsis: Una joven profesora de Histo-ria Contemporánea remueve la apacible y discreta vida de jubilado de Mario Cifuen-tes, un agente del régimen franquista que después de su caída ejecutó varios traba-jos para los servicios secretos de distintos países.