El concepto de la creación artística como parte de lo público, elemento para el disfrute y la reflexión, además de una fórmula de invitación para el encuentro y la participación, incluso al sentido lúdico del juego, se conjuga en la pieza "Apuntes para la última cena", de Cristina Gámez y Tahiche Díaz, impulsores de la propuesta Elpaseante Espacio de Arte.

A propósito, el pasado 5 de febrero se inauguraba en París una exposición que recoge diferentes trabajos de miniarte textil en la que resultó seleccionada esta obra, de pequeño formato, que ya "brilló" en la vigesimoquinta edición de la muestra internacional de arte textil contemporánea "L''invito a Távola" en Como (Italia), el pasado mes de mayo, donde alcanzó el Premio Antonio Ratti.

A propósito del título, Tahiche Díaz señala que las interpretaciones se abren a un espectro amplio de connotaciones y lecturas. En primer lugar surge, de manera inequívoca y asociada al sentido religioso, la simbólica referencia a la última cena de Jesucristo junto a sus discípulos, "la comida por excelencia en común" que nutre el espíritu y tiene, como objetivo último, cambiar el mundo, subraya Tahiche.

La pieza, que se presenta como una interpretación muy personal y subjetiva, descubre también un perfil si se quiere hasta performativo, en el sentido que alude a "una acción que se desarrolla en tiempo real", precisa el artista tinerfeño, quien en su reflexión alcanza a descubrir que "puede llegar a entenderse como la reproducción de una única figura en distintas fases de movimientos o momentos de una secuencia temporal".

El conjunto está concebido a partir de un esquema circular, con diez personajes que forman parte del conjunto y que aparecen envueltos en pliegues. Y diez son también los dedos de las manos y de los pies, un número que resulta fácilmente recordable y que en la Biblia está presente, por ejemplo, en los mandamientos que Yahvé entregó a Moisés; las plagas que azotaron a Egipto; los antepasados entre Adán y Noé...

En este caso, las diez figuras, que convergen en un punto central del círculo, mantienen oculta su identidad; se muestran, sí, pero con los rostros tapados: son anónimos o una alegoría.

En la composición de la pieza "Apuntes de la última cena" el pliegue representa un elemento protagonista, pero no se trata un pliegue de tejido real, sino la representación de un tejido en piedra, elaborado en cerámica que se modela o talla a partir de una sucesión de pliegues encadenados, que se entiende así como una forma infinita de inflexión.

Se trata de pliegues apegados a una regla no escrita y cargados, como la mujer, de reflexiones y pasión. Acaso rememoren los cuerpos que pasan con el tiempo dentro y la estrecha implicación de la vida del ser humano con los tejidos, desde la alegoría de aquellas Moiras que hilaban y tejían el destino de las personas.

Y desde esa multiplicidad la pieza también esconde el carácter intrínseco y la aspiración de convertirse en monumento, desde esa cercanía y aproximación que lo escultórico mantiene con la arquitectura. Tanto su realismo como la composición se proyectan hacia una escultura de carácter público, conmemorativa y alegórica, que podría funcionar a cualquier escala y tamaño.

Además, el trabajo de Cristina Gámez y Tahiche Díaz desprende extrañeza, humor, ironía; porque el verdadero diálogo se desarrolla bajo la mesa, en el interior de ese círculo, donde se maneja el engaño del lenguaje corporal, pie con pie, a través del mensaje que se transmite con los dedos: los engaños del arte y sus juegos de seducción.

La obra precisa rodearse para descubrir sus infinitas perspectivas y ella se ofrece a rodearnos en un abrazo hilvanado en el tiempo.

Conceptos teóricos

"Hay que tener el valor -como los griegos- de quedarse de pie ante la superficie, el pliegue, la piel. Ser capaces de admirar la apariencia y creer en las formas, los sonidos, las palabras... Los griegos llegaron a ser superficiales a fuerza de ser profundos...". Nietzsche (1886): Prólogo a "La gaya ciencia".

"Siempre hay un pliegue en el pliegue, como también hay una caverna en la caverna. La unidad de materia, el más pequeño elemento de laberinto es el pliegue, no el punto, que nunca es una parte, sino una simple extremidad de la línea. El despliegue no es, pues, lo contrario del pliegue, sino que sigue el pliegue hasta otro pliegue... Pliegues de los vientos, de las aguas, del fuego y de la tierra, y pliegues subterráneos de los filones en la mina. Los filones mineros son semejantes a las curvaturas cónicas, unas veces se terminan en círculo o en elipse, otras se prolongan en hipérbola o parábola". Gilles Deleuze (1988). "El pliegue. Leibniz y el barroco".