En este año bisiesto, con un febrero que tendrá veintinueve y no veintiocho días, la cita para la ceremonia de los Óscar ya está aquí y hemos entrado de lleno en ese clima previo tan característico del evento en el que se realizan quinielas, opinan expertos, se barajan nombres y se ocupa todo el espacio mediático posible. Son ya meses los que han pasado en los que productoras y directores, intérpretes y agencias de comunicación llevan apostando por sus películas y desplegando todas sus artes comerciales y estrategias para conseguir que los 6.000 miembros (aproximadamente) de la Academia voten por sus películas y proyectos. Cuando trasciende la lista de seleccionados, menos de dos meses antes de la ceremonia, se acaba una fase de intensa promoción para aquellos que pretendían conseguir una nominación por parte del jurado y empieza otra, la que tiene que ver con la lista de los elegidos, el recorrido por diferentes programas de televisión, las ruedas de prensa, las fiestas, las visitas al jurado... hasta que llega el gran día. Es un engranaje de tal magnitud que cuesta pensar si no estará todo previsto de antemano, porque aunque la ceremonia dura unas cuatro horas, resulta increíble la maquinaria que se despliega para que todo salga perfecto en este evento.

Los premios Óscar de la Acade-mia son el reconocimiento más importante del cine mundial, es cierto que existen premios en otros festivales que compiten en materia de prestigio y relevancia, como pueden ser Berlín, Cannes o Venecia, pero no son comparables en repercusión mediática. Cada año se presenta la lista de las nominaciones que distinguen las mejores películas, actuaciones y aspectos técnicos de cada film. La naturaleza de estos premios es distinguir los mejores trabajos en cada una de las categorías, primando su dimensión artística y su calidad. Lo que no se considera por parte de los académicos, aunque pudiera influir, es el éxito de la cinta en términos de taquilla. De hecho, gran parte de las películas nominadas e incluso premiadas a lo largo de los años han tenido resultados modestos en los cines. En ciertos casos y en opinión de algunos expertos y gurús del cine, algunas de las películas merecedoras de premio podrían no haber tenido hueco en las distribuidoras debido a su condición minoritaria y experimental. Si la recaudación fuese el único baremo para los académicos, podríamos encontrarnos con películas en la lista de nominados como "Alvin y las Ardillas", por poner un ejemplo (datos de Rentrak), o eternas franquicias de superhéroes; todas ellas grandes producciones, americanas en su gran mayoría, que sólo son rentables si alcanzan los primeros puestos del "box office", aunque sean de factura excelente. En otros casos, ambos aspectos, éxito de taquilla y nominaciones han coincidido en algunas ceremonias, pongamos el caso de la saga de "El Señor de los Anillos", "Titanic", "Avatar"..., merecedoras de muchas estatuillas y reconocimientos y acompañadas de gran éxito de público. Lo que sí resulta innegable es que la condición de estar nominada supone para una película un aumento considerable de su resultado en taquilla, antes de la ceremonia y después, especialmente si se ha llevado alguna estatuilla. No se trata de entrar en el debate sobre las preferencias de los académicos, la promoción importa en el proceso de votaciones, como en todos los campos, y hay productoras que invierten mucho en ello. Influyen también los contactos personales, la obtención de otros premios de prestigio (Golden Globe Awards, Sag Awards, antesalas de los Óscar), los méritos del equipo y la propia coyuntura del momento, ya que hay argumentos que entran de lleno en los temas que conforman la agenda social y triunfan de manera automática. Este año "Spotlight" o "La Gran Apuesta". Al final, el público lo que se lleva es una lista de películas que merecen ser vistas en opinión de los expertos y ello ayuda a la distribución y éxito del film, de la misma manera que nos influye una buena crítica en el caso de un libro.

Lo que sí cabe comentar es que la edad media de los miembros de la Academia alcanza los 63 años, y este es un dato que sí puede influir en el perfil de la lista de nominados de cada año. Las preferencias y criterios de esta generación pueden no coincidir con los gustos del público más joven o con determinados temas y argumentos, también con maneras de realizar o determinados guiones.

En otro orden está la ceremonia en sí, un evento televisivo superado por muy pocos, acaso la final de la Superbowl, y que ha llegado a alcanzar a 55 millones de espectadores, si bien el año pasado no se superaron los 44. La Academia de Cine, consciente de ello, puede llegar a gastar más de cuatro millones de dólares en promoción de la ceremonia, pero esto tiene su lógica, sólo el retorno en la venta de los derechos de retransmisión y publicidad supera los 90 millones, una cantidad que para la Academia supone su ingreso más importante a lo largo del año y que, gracias a él, perpetúa su existencia. Estamos hablando de las cuatro horas de retransmisión televisiva más rentables que existen, porque aun cuando no se consiga aumentar la cifra del año anterior, el rating de audiencia al que se llega es enorme a nivel mundial. Para algunos expertos en televisión la clave de las audiencias obtenidas por la ceremonia reside en la lista de películas nominadas cada año, y en este sentido recupero el debate anterior. Si la lista de películas elegidas entra más en la categoría de cine de autor, cine independiente o en donde prima su condición artística, las audiencias de la gala son más modestas. Si por el contrario en la lista aparecen producciones de gran éxito, el número de espectadores aumenta de forma sensible. Por esta razón algunos críticos explican la baja repercusión del año pasado, donde "Birdman", película ganadora, no fue precisamente un éxito de taquilla antes de su nominación. Podríamos afirmar entonces que existe una relación evidente entre el perfil de la lista de películas de cada año y las audiencias obtenidas, lo que desde luego tiene sentido. Se trata de expectativas, de implicación personal, del conocimiento de los que optan a premio por parte del público, de notoriedad. Si la Academia buscase rentabilizar aún más económicamente el evento, empezaría por intentar llegar a una audiencia más joven. La razón es sencilla, la contratación publicitaria sería mayor y más intensa, ya que son las marcas destinadas a estos colectivos las que contemplan un gasto superior en publicidad y están dispuestos a pagar más. Si analizamos este dato, en la actualidad la edad media del espectador de los Óscar supera los 48 años y aumenta en cada gala.

Para frenar esta tendencia, la Academia, entre otras estrategias, busca presentadores con gancho para el público joven e invierte mucho dinero en redes sociales como medida para impactar a este segmento de audiencia. Recuerdo el famoso selfie de Ellen DeGeneres en la gala del 2014, el más retuiteado de la historia hasta la fecha, la mejor promoción que pudo haberse diseñado para este evento.

Este año las películas nominadas en la categoría de mejor película presentan unos resultados de taquilla muy aceptables, no los más elevados de 2015, pero sí en primeros puestos del "box office" americano. Dos de ellas, "Spotlight" y "La habitación", son de productoras independientes y han tenido una distribución más modesta, por lo que no pueden ser juzgadas en los mismos términos. Lo que sí puede afirmarse es que todas ellas están dirigidas a un público adulto y exigente. La apuesta está servida, veremos con qué nos sorprende la Academia este año, no sólo porque la lista de ganadores está muy abierta, sino porque en esa incesante búsqueda por la audiencia hay que garantizar espectáculo, glamour y diversión, y, por supuesto, superar los índices de audiencia cada año.